La División Azul y los judíos

 
 
Juan Chicharro
General de División 
 
 
   Se ha desatado estos días una polémica a propósito de la entrega de una distinción en Cataluña a la Hermandad de la División Azul en Barcelona en un Acto presidido por la Delegada del Gobierno en Cataluña. Quiero destacar antes de nada que en ese acto se entregaron, asimismo, distinciones a organizaciones de distinta índole y procedencia ideológica como, por ejemplo, a la Asociación de Aviadores de la República y por lo que a mí respecta no tengo nada que objetar a ello. Son sin embargo los furibundos, cargados de odio, argumentos que determinadas personas han utilizado para arremeter contra la Delegada del Gobierno, por distinguir a los herederos de los divisionarios, los que me empujan a hacer algunas precisiones históricas con la vana ilusión – inútil diría yo – de ilustrar a quienes desde la ignorancia más supina han acusado a los hombres que un día fueron a luchar a Rusia contra el comunismo soviético de genocidas, nazis y no sé cuantas lindezas más. Es por ejemplo lo que el otro día escuché en una tertulia televisiva, y que ha tenido continuación en alguna red social como Twitter, cuando Pío Moa les ha rebatido con argumentos de peso las patrañas que algunos han vertido sobre los divisionarios y los judíos.
 
   La historia es la que es y difícilmente la van a poder ensuciar quienes cegados por el odio acusan a la División Azul de connivencia alguna con lo ocurrido con el pueblo judío, entre otras cosas debido a su ignorancia total de lo sucedido así como de la actitud del régimen franquista a propósito de lo que ocurrió con los judíos en la Segunda Guerra Mundial.
 
   Es lamentable que tengamos que observar día a día la incultura general que demuestran muchos contertulios y, en el caso que nos ocupa, cuando prima el resentimiento y el odio, aún más. Y digo que es triste porque, además, quienes deberían defender la verdad no lo hacen por miedo o ignorancia. Por eso no está de más recordar que finalizada la II GM el entonces presidente del Congreso Mundial Judío, Maurice L. Perlzweig, se dirigió al General Franco para manifestarle la profunda gratitud de los judíos por el refugio que España había facilitado a los que procedían de los territorios bajo ocupación militar alemana.
 
   Fueron muchos los diplomáticos españoles que dieron todo de sí en la defensa de los judíos pero también, en el campo de batalla y a su paso por Polonia en su camino al frente, los divisionarios españoles aportaron su granito de arena protegiendo y defendiendo a los judíos con gran disgusto del mando alemán. Se calcula que en el transcurso de la guerra fueron unos 7.500 los judíos que se libraron de persecución nazi gracias a las órdenes del General Franco a sus diplomáticos. La carta que Perlzweig envió a Franco decía literalmente “los judíos son una raza poseedora de gran memoria y no han de olvidar fácilmente la oportunidad que se ha brindado a miles de sus hermanos para salvar su existencia”. Esto es historia y punto.
 
   El problema es que a aquellos que estos días han arremetido contra la Delegada del Gobierno y de paso contra la División Azul les da igual la verdad. Bueno, en primer lugar la desconocen, su nivel cultural no da para mucho más y cuando se les cuenta, aún peor, pues a pesar de no tener argumentos en contra se envuelven en el rencor. A ver sí se enteran de una vez. La División Azul, los divisionarios, fueron a luchar contra el sistema comunista soviético de infausto recuerdo para la humanidad y su actitud humana estuvo siempre dentro de los cauces de las leyes de la guerra. Y aquí incluyo, una vez más, la actitud con el pueblo judío. Y no lo digo yo. Es algo reflejado mil veces por numerosos historiadores de reconocido prestigio desde la más estricta neutralidad. Y por si esto no bastara tengo conocimiento directo de esta actuación por numerosos relatos personales de divisionarios que vivieron la aventura de la División Azul. Y no sólo divisionarios. Conocí personalmente a Mauricio Hachuel, presidente de la Comunidad Sefardí en España, allá por los finales del siglo pasado quien en extendida conversación al efecto me corroboró punto por punto cuanto digo.
 
   Termino estas líneas con mi reconocimiento a Pío Moa quien sólo, cual torero frente al toro, hace frente en tertulias y redes sociales a cuanto indocumentado aparece en la defensa de la verdad de los divisionarios españoles; y lo hace como se debe hacer: con argumentos históricos irrefutables.
 
 
 

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