La duquesa de la Victoria: una heroína que salvó miles de vidas durante la Guerra del Rif y la Guerra Civil.

Por Isabel Cendoya.

Fuente: EL Debate

Enfermera, administradora, noble y hasta confidente de la Reina, logró con su iniciativa crean más de una decena de nuevos hospitales y no dudó en viajar hasta el frente de guerra para cuidar de los heridos.

La entrega de esta mujer, de nombre María del Carmen Angoloti Mesa (Madrid, 1875 – Madrid, 1959), más conocida como «La duquesa de la Victoria», supuso la salvación no de cientos sino miles de hombres gracias a su labor enfermera y directiva durante la guerra del Rif (1911 – 1917)y la Cruz Roja, en la que ocupó los puestos principales durante más de veinte años.

Mejor amiga de la Reina

Nacida en 1875 en Madrid, fue hija del senador y presidente de la cámara de comercio Joaquín Angoloti y Merlo. No se preserva información notable sobre su infancia ni sobre su vida hasta el año 1911, cuando fue admitida como dama de compañía de la entonces Reina Victoria Eugenia Battenberg, esposa del Alfonso XIII, a parte de conocerse que se casó en 1892 con Pablo Montesino Fernández-Espartero, con lo que obtuvo el título de duquesa de la Victoria y condesa de Luchana.
Gracias a sus cualidades personales, se convirtió en una de las damas más cercanas de la Reina, acompañándola a todas partes y encargándose de las labores caritativas y sociales. Debido a esto, cuando en 1921 sucedió desastre annual en plena Guerra del Rif, la propia Victoria Eugenia, que era Jefa Suprema de las enfermeras de Cruz Roja, envió a Angoloti hasta Marruecos como cabeza de un equipo profesional de enfermeras y para organizar los hospitales de la zona.
El desastre de Annual representó en su día el gran fracaso de la guerra del Rif, que ya era de por sí bastante impopular en tanto que nadie quería enviar a sus hijos a la guerra por unas tierras que no representaban ningún valor para España. Lo que sucedió es que las tropas españolas, al intentar expandir su zona de control por el Norte de Marruecos, decidieron enviar tropas desde Ceuta y Melilla, para encontrarse en la zona del Rif, en medio de ambos territorios.
Sin embargo, debido al ataque de los rifeños y la incapacidad de defensa del ejército español, los soldados se vieron obligados a huir, una huida que fue absolutamente desastrosa ya que los españoles se encontraron atrapados debido a los caminos y la dificultad de transmitir órdenes, lo que brindó una oportunidad perfecta para que los rifeños llevaran a cabo una masacre en la que se estipula que murieron entre unos ocho mil y trece mil hombres.

Una mujer preparada

La duquesa ya tenía varios años de experiencia como enfermera y directiva. Hace casi diez años había participado junto a la Reina en su iniciativa para frenar la tuberculosis, adquiriendo cada vez mayor importancia en los llamados Reales Dispensarios Antituberculosos.
Además, en 1917 había iniciado sus estudios de Dama Enfermera de la Cruz Roja Española, un cuerpo de la Institución dedicado al voluntariado sociosanitario, una rama creada hace tres años.
Se tituló como Dama Enfermera de segunda clase en 1918, siendo esta la segunda promoción de su categoría, lo que conllevó que era fuera nada más que la número 52 en toda España. Dos años después, se examinó en la categoría de Dama Enfermera de primera clase. Gracias a su expediente se conoce su dedicación y esfuerzo respecto al estudio, pues sus calificaciones fueron excelentes, destacando además en su valía como enfermera, especialmente en quirófano.
Durante este periodo también se volcó en labores administrativas de la Cruz Roja, teniendo mucho que ver en la creación del Hospital Central de la Cruz Roja Española –también por las cantidades de dinero que donó– entonces concebido como un hospital–escuela, antes Casa de Salud San José y Santa Adela, de la que terminó siendo la presidenta.

Frente a la muerte

La Reina, al enviar a la Duquesa, pronunció las siguientes palabras: «Vete allí y verás lo que puedes hacer». Así se desplazó hasta Melilla como representante de la Reina en cuanto a presidenta de la Cruz Roja.
Permaneció en la zona cinco meses, habilitando y organizando personalmente varios centros de atención en la zona. Regresó a Madrid momentáneamente donde fue nombrada inspectora general de los Hospitales en la zona de Marruecos.
Tras una breve estancia en la capital, se desplazó a otras zonas como Tetuán, Larache, Ceuta y Arcila para abrir nuevos hospitales, o en su defecto montar barracones prefabricados, en aquellos lugares en los que no era posible conseguir edificios. Durante su trabajo destacó por su valor, yendo al frente para preparar los recursos que se determinaran necesarios.
Al terminar la guerra, regresó a Madrid donde ejerció como inspectora de hospitales y servidora ordinaria del Hospital Central, hasta la proclamación de la Segunda República (1931), cuando acompañó a la Reina y resto de Familia Real a su exilio en París, instalándose después en Marsella.

De una guerra a otra

Tuvo la mala suerte de volver a España poco antes del inicio de la Guerra Civil Española (1936–1939), en la que fue detenida por el bando republicano en la cárcel de San Rafael, siendo su marido y hermano fusilados. Gracias a la mediación de la Cruz Roja internacional, logró salvarse.
Después de escapar a Marsella, decidió involucrarse en la guerra, por lo que regresó desde Francia y ejerció como suministradora de médicos, enfermeras, instrumental y medicamentos, realizando numerosos viajes por varias ciudades españolas.
Al finalizar la guerra, Angoloti fue nombrada presidenta de los Hospitales de Cruz Roja en España y después presidenta interina de la Sección de Enfermeras. Durante este período, fundó quince nuevos hospitales de la Institución, supervisando una red hospitalaria a nivel nacional de 22 hospitales.
La Duquesa estuvo vinculada a la Cruz Roja Española prácticamente hasta su muerte en 1959. Gracias a su labor de entrega, obtuvo numerosas condecoraciones y homenajes durante su vida. Además hoy en día, frente al Hospital Central de la Cruz Roja Española, sigue en pie el monumento que se le dedicó a ella y al resto de enfermeras de la institución: una enfermera agachada que a modo de pietá, sujeta en sus brazos a un soldado herido.

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