La grandeza de un caballero cristiano

 
 
 
Plataforma Cívica de Familias Cristianas 
 
 
 
   La milicia unida a la religión de Cristo no necesita de más armas que la predicación con el ejemplo y la palabra. Ciertamente, el armamento utilizado por los hijos del mundo, con su astucia  como denunciaría Jesús, es desproporcionado frente al utilizado por los hijos de la luz. Donde éstos combaten con la verdad, aquellos lo hacen con la mentira, donde los primeros roban y calumnian, los segundos se empobrecen desde la honradez al servicio de un ideal.  Unos destrozan al prójimo con el fin de hundirlo como posible rival, los otros denuncian ideologías erradas, intentando salvar a las personas a las que no pueden odiar.
 
   No es fácil, en nuestro tiempo, ser mitad monje y mitad soldado. No está de moda o, sencillamente, es casi  imposible ante los contravalores dominantes. El materialismo, el hedonismo, el  egoísmo hacen difícil comprender, a la mayoría del pueblo, la lucha desinteresada de algunas personas que, fieles a sus principios, son capaces de defender sus credos hasta el último aliento de sus vidas sin concesiones a las corrientes de pensamiento imperantes o al discurso políticamente correcto.
 
   Gracias al catolicismo social, con mayor o menor profundización religiosa, el perdón y la reconciliación brillaron hace décadas en España. Un hombre, a sabiendas que esa opción le traería muchos contratiempos, intentó evitar que esa paz, que reinaba en la convivencia del pueblo, desapareciera. Se opuso con toda su fuerza al divorcio, destructor de las familias, profetizando lo que sucedería con el triunfo de una mentalidad divorcista en la sociedad… y acertó:  la violencia doméstica aumentó, la banalización de las relaciones de pareja favoreció la destrucción psicológica de muchas personas traicionadas por adulterios generalizados, hijos desorientados carne de cañón para los peores desórdenes morales. Batalló contra la cultura de la muerte, y acertó: crecimiento geométrico de los abortos, de la violencia asesina. Profetizó con la aparición de lo que  después se denominaría ideología de género y con el cambio del orden natural de la creación en la equiparación de comportamientos contra natura a los derivados de la naturaleza de las cosas… y acertó.
 
   En el reinó el amor porque seguía a Cristo, rezó por sus enemigos y por la salvación eterna de sus almas. Como respuesta, padeció el odio que, en estos días tras su fallecimiento, se ha hecho palpable, por algunos comentarios, en las redes sociales. Dios los perdone.
 
   Muchos le siguieron perdiendo patrimonio y, en ocasiones, la vida. Eran su otra familia, los que se quedaron sin otra recompensa que una conciencia tranquila y la sensación del deber cumplido, los que serían señalados y marcados el resto de sus días. Algunos le recibirán en el Reino de los Cielos, otros habrán de continuar su labor en este mundo.
 
   Blas (Piñar) que el Dios al que, con tus desvelos serviste, te recompense.