La paciencia sin cordura

 
 
 
Honorio Feito
 
 
Tras la entrevista realizada por Gloria Lomana, al presidente D. Mariano Rajoy, la conclusión de los analistas y críticos, que se evidencia en los editoriales, crónicas y en las viñetas, es que al presidente del Gobierno no le gusta la política. Tal vez, la más hiriente ofensa que he podido ver en un rotativo, de provincias, pero de una provincia de mucho peso en esto de la prensa escrita que ahora está tan deprimida, es una ilustración en la que don Mariano descansa sentado en un sillón, dejando claro que él no está para nada de lo que está ocurriendo. No comparto este mensaje. Yo no creo que Rajoy sea un vago; ni que no le importe lo que está pasando; ni que sea incapaz para intentar sacar esto adelante… Y no creo ser sospechoso de adular a este gobierno, como creo que ha quedado demostrado en algunos artículos, al que empecé criticando cuando nos adelantó algunos puntos de la famosa reforma laboral, apenas haber estrenado los ministros sus poltronas. 
 
   ¿Cómo explicar, entonces la opinión unánime de muchos españoles sobre el Presidente del Gobierno?, pues desde el error en la estrategia. En Génova no han captado el mensaje que el electorado expuso, de forma contundente, el 20 de noviembre de 2012. O no lo han querido ver, que ese es otro tema. Pero el mensaje estaba claro. El electorado le dio un cheque en blanco al Partido Popular (eso sí que lo han visto y lo han interpretado correctamente), para arreglar la situación, máxime cuando la situación venía creada por un extraño personaje que alcanzó el éxtasis electoral en su propio partido, El PSOE, en circunstancias curiosas y que alcanzó la presidencia del Gobierno de España como consecuencia del atentado del 11-M. 
 
   En su última entrevista televisada, Rajoy advirtió una vez más –una vez más en los últimos tiempos- que económicamente hemos puesto fin a la crisis pero esa afirmación, de la que él tendrá, naturalmente, pruebas no será creíble hasta que sus efectos alcancen a los españoles de a pie. Porque, en lo que parece, la estrategia seguida por los responsables del Partido Popular que dirige don Mariano Rajoy ha cumplido, justamente, el programa contario a lo que el electorado le pedía, y tras dos años, el paro -la mayor sangría para la juventud- sigue machacando a los españoles; no han sabido cortar las pretensiones independentistas, ni sobre la piel de toro, vieja y cuarteada, asoma más autoridad que la financiera, que nos exprime como si fuéramos limones, para extraer hasta la última gota de nuestra sangre… 
 
   No se ha resuelto el problema de la Justicia, donde la corrupción de los políticos y sindicalistas ha desbancado -¡perdón!- a esa parte de la farándula que se exhibe en los juzgados más que en los platós o en los escenarios, exigente con muchos y delicada con unos pocos; padecemos una opresión económica intolerable por parte de las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos y somos testigos de que no se reduce el estamento político, ni se recortan sus privilegios, lo que constituye un agravio comparativo. 
 
   Cuando los españoles tengan que comparecer de nuevo ante las urnas, tendrán que decidirse por votar al malo o al menos malo, propuesta que asoma como un nubarrón en nuestro horizonte. 
 
   La desesperante paciencia de Rajoy no nos garantiza la vuelta a la cordura, en esta España que da pena.
 
   Un indicador del nivel de calidad de la vida de los españoles está en el trabajo. En las empresas, la hostilidad y la agresividad que se respira no colaboran a crear el ambiente adecuado; el privilegiado que tiene un trabajo acude al mismo como quien tiene que cumplir una penitencia y las economías domésticas se salvan gracias a las pensiones de los abuelos ¿todavía hay quien saca pecho en la clase política ante esta situación? 
 
   Justificar la conducta del jefe del Ejecutivo no resulta fácil, especialmente, porque no tenemos toda la información a mano. ¿Hasta qué punto los compromisos políticos de la Europa del Euro nos imponen ciertos sacrificios? ¿Tenemos libertad de movimiento para algo más que para obedecer consignas de los auténticos mandatarios del Norte? ¿la liberación de los asesinos etarras -y los no etarras, porque salieron de toto tipo, condición y pelaje- era necesaria? ¿Se hubiera llevado a cabo en otros países como Francia, Alemania o el Reino Unido? ¿Por qué el gobierno de Rajoy no evitó por todos los medios que se derogara la doctrina Parot? ¿Alguien se cree que ETA entregará las armas de manera voluntaria?¿Vamos a estar siempre deshojando la margarita en torno al terrorismo y al separatismo? 
 
   No sigo, no quiero calentarme. Pero como decía aquel pastor de la sierra madrileña, que se hizo famoso por un anuncio, El Madrid qué, otra vez campeón de Europa ¿no? 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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