La política y los políticos

 
 
 
Honorio Feito
 
 
 
 Con la facilidad con la que una torrentera descarga, abruptamente sobre el cauce, el volumen del agua, acostumbrándose el bosque al estrepitoso y grave quejido, la sociedad española ha asumido la fatalidad de verse dirigida por la “Casta”, y parece conformarse también con el abrupto ejercicio de la política y su estruendoso quejido. El comportamiento, creo, no corresponde únicamente a España, sino que es común en las democracias occidentales en las que, bajo la apariencia de un régimen de voluntades compartidas, se igualan los gestos, las palabras, las intenciones. 
 
   El espectáculo que han ofrecido estos días la portavoz socialista en el Congreso, Soraya Rodríguez, y la vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, las dos “Sorayas”, es una prueba del nivel de nuestros dirigentes. Soraya Rodríguez, la del PSOE, ha acusado al candidato popular a las europeas, el ex ministro Arias Cañete, y a su tocaya, la vicepresidenta, de haber cobrado sobresueldos. La acusación –creo que el descrédito de nuestros políticos ya no genera situaciones de asombro para los españoles- requiere una respuesta inmediata. Porque, de no hacerlo, puede quedar el poso de la duda, y desata algunas sospechas como si han cobrado en dinero negro no declarado a Hacienda, o si el dinero de estos sobresueldos procede de cajas B de Partido Popular. 
 
   La prensa de este jueves 1º de mayo, Día del Trabajo –no es coña- nos informa de que, hasta el momento, ni Arias Cañete ni Sáenz de Santamaría han iniciado acciones legales (de “una cascada de acciones civiles y criminales”, llegó a hablar Arias Cañete) contra Soraya Rodríguez, mientras que la vicepresidenta del Gobierno (“en mi puta vida he cobrado un sobre”, dijo, desafiando el órdago de su tocaya), parece que quiere poner tierra por medio. 
 
   Los analistas políticos entienden que estas acusaciones forman parte de la verborrea electoral. Para los que no somos políticos, y nos avergonzamos ante una acusación grave, la solución viene de la mano de la Justicia, de los tribunales, si es el caso. Porque, al margen de amenazas –que son otra forma de verborrea electoral pero de fogueo- la socialista Soraya se ha crecido desafiando a sus contrarios y animó a Arias Cañete a presentar esa cascada de acciones civiles y criminales (en el momento de escribir este artículo, no tengo noticia de que algún juzgado haya admitido alguna demanda en este sentido). 
 
   Leo estos días algunos artículos del que fuera Rector de la Universidad de Oviedo, Leopoldo García Alas y García Argüelles, hijo de “Clarín”, fusilado en Oviedo durante nuestra Guerra Civil de 1936-1939, diputado por Oviedo que fue en las Constituyentes de 1931-1933. Una de las grandes pasiones de Leopoldo Alas (los historiadores abrevian sus apellidos) fue la de colaborador incansable de prensa. Escribió de todo, o de casi todo, hasta de toros. En uno de estos artículos, publicado en la revista España el 10 de noviembre de 1923, titulado La política y los políticos, llamaba la atención sobre la costumbre de los españoles de preferir los tópicos a la tarea de analizar por uno mismo las posibilidades de cada situación, y criticaba, por ejemplo, las frases hechas que denostaban la actividad política. Decía Leopoldo Alas que estas frases “hechas acaso exclusivamente para uso de los españoles”, justifican para ellos que todos nuestros males vienen de la política. Cita el hijo de Clarín, como ejemplos, algunas frases que serán muy conocidas para el lector de hoy, como: “Hacer política es aquí algo equivalente a delito”; “La política todo lo corrompe”, “Esto no tiene nada que ver con la política”. ”Menos política y más administración”, “Que se vayan los políticos y que gobiernen los técnicos”… 
 
   No voy a confundir al lector con estas frases, pues el autor del artículo mencionado, político también en ejercicio, hombre de izquierdas, fundador y presidente del Partido Republicano Radical Socialista, escribió el artículo para que los españoles de aquel tiempo dejaran a un lado estas frases y se comprometieran con el debate político. No realizó, en cambio, un mínimo ejercicio de reflexión para averiguar porqué los españoles de la década de los años 20 del siglo pasado pensaban así. Hoy estamos igual, más o menos, desencantados con la gestión de nuestros políticos (salvo alguna que otra excepción), y desanimados para confiar en ellos, asistiendo a debates como el expuesto más arriba y sin una solución para buscar empleo para los jóvenes, poner de nuevo en marcha la maquinaria empresarial que genera riqueza, velar por nuestra seguridad, hacer renacer el orgullo en nuestros corazones y afrontar el futuro con seguridad. O sea, igual que hace noventa años. 
 
 
 
 
 

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