La quiebra de la Patria

José Alfredo García Fernández del Viso, historiador

El fin de semana del 9 de junio asistimos a un proceso de intervención contra el Reino de España. El sistema actual tras más de treinta años de su imposición y aplicación ha hecho aguas por todos lados, hasta situarse en el más profundo de los hundimientos posibles.

Asistimos impertérritos a una crisis económica, siendo su dimensión mucho más amplia al abarcar el panorama sociológico del país. La crisis no deja de ser consecuencia del sistema mismo. En este compendio nos encontramos por el empecinamiento y la apatía de muchos españoles. La sociedad española se encuentra anestesiada, fruto de un proceso premeditado desde las altas instancias del sistema. No interesó ni interesa una población fuerte, aguerrida y pensante, sino todo lo contrario, para ello han utilizado todos los resortes del poder, destacando de un modo notable el audiovisual, dónde programas vergonzantes constituyen la enseñanza diaria.

A ello debemos sumar un “buenismo” exasperante, con una falta de implicación propiciada también por el sistema, las frases de una madre a un hijo ahora son; no te metas en nada, vale más pasar desapercibido, etc.

Todo ello fue pronosticado a la muerte del anterior jefe del estado, Francisco Franco, por unos pocos españoles, por unos verdaderos patriotas que sin interés particular de ningún tipo, veían como con el tiempo ese axioma del refranero español se iba a cumplir inexorablemente una vez más; estos polvos traerán estos lodos.

Sin embargo esos buenos ciudadanos, preocupados por la situación que se avecinaba, fueron tildados de “ultras”, “extremistas”, “fascistas” y demás calificativos. El sistema no quería escuchar la verdad, sólo pretendía desmantelar un modelo que funcionaba para substituirlo por otro dónde el oro, oropel y la poltrona fueran los valores predominantes. Mientras antaño se enarbolaban los principios de Dios, Patria y Justicia Social.

Se advirtió, y ahí están las hemerotecas para atestiguarlo, del peligro sobre la implantación de las autonomías, ya no sólo desde la perspectiva de unidad nacional, sino desde el frente socioeconómico, dónde se alertó en numerosas ocasiones del peligro fiscal que se avecinaba en su implantación, así como del  terrible costo en su sostenimiento.

Ante ello, una vez más el sistema hizo oídos sordos, literalmente se río de esos buenos españoles, arrinconándolos, silenciándoles e incluso apartándolos de la vida pública, de la terrenal incluida. Han transcurrido los años desde entonces, y la situación pronosticada se ha visto plasmada punto por punto para desgracia nuestra.

España, ya no es España, somos una entelequia dónde sólo podemos sentirnos orgullosos de la misma a través de logros deportivos. Esa es nuestra única esperanza, desde luego, gran tristeza.

Nos hemos convertido como antaño, siglos atrás, en reinos de taifas, destacando el aldeanismo, el cual campa por doquier, intentando doblegar al Estado. Hemos llegado al punto del disparate sin igual, dónde un ciudadano español no puede trabajar en todo el territorio nacional, ya que debe saber la lengua provinciana de cada lugar. Un niño ve limitados sus conocimientos, dependiendo de su lugar de cuna, estudiándose unas materias distintas en cada lugar, amén de su lengua. Ello se ha visto reflejado en varias generaciones pérdidas, es duro decirlo, pero es la realidad.

Cada lugar se ha erigido en un mini estado, triplicándose la administración con cargos altamente renumerados, cuyas funciones son nimias. Hemos pasado de ser un gran estado central, a 17 estados con 17 administraciones, con sus diputaciones, más órganos provinciales y locales.

Nadie es valiente para decirlo, las autonomías nos han destruido, destrozado y arruinado. Muchos de sus autores se encuentran vivos, siendo incluso homenajeados por tal disparate. España no tiene capacidad suficiente como para mantener una multiplicidad constante de gobiernos y de entes artificiales. El “no es esto” orteguiano, se pone de manifiesto ahora más que nunca. Se intentó premiar a localismos absurdos, cuándo España durante cerca de cuarenta años vivió una de sus épocas de mayor apogeo, donde el español se encontraba orgulloso de serlo y donde desde la nada nace una nueva clase social española, la gran clase media. En esos años se crea la seguridad social, el sistema público de pensiones, las vacaciones renumeradas, pagas extras y una larga lista de logros sociales, los cuales se están perdiendo cual desprendimiento de rocas incesante, debido a lo que como decía antes nadie quiere expresar: el estado de las autonomías.

El tejido funcionarial se ha multiplicado por 100, existiendo puestos y más puestos públicos sin necesidad. Incluso se crean plazas denominadas de interinos, dónde transcurren los años sin que dicha plaza se ocupe por un funcionario de carrera, costeando sobre nuestras espaldas miles de trabadores sin concurso, oposición o mérito para ello. Sólo el ser amigo o conocido de tal.

Los liberados políticos y sindicales campan a sus anchas por territorio nacional. Ayuntamientos inicuos, con un censo poblacional mínimo cuentan con toda una estructura municipal, destacando sus concejales liberados a costa del erario público.

Partidos políticos formados por vividores de la política, donde lo de menos es paliar el sufrimiento ajeno, sino asegurarse una poltrona hasta la edad de jubilación, bien a través de cargos públicos, bien mediante sociedades creadas para el sustento de los mismos.

Sindicatos vendidos al mejor postor, dónde la defensa hacia el trabajador brilla por su ausencia, predominando el sueldo por no hacer nada, o en todo caso la asistencia a unas pocas reuniones dónde el final se halla acordado por anticipado.

Esta es la radiografía de España, triste placa vista al trasluz. Pero en contraposición es cierto que en España se puede asesinar a miles de inocentes antes de nacer en el vientre de su madre. Los homosexuales pueden equipararse a las parejas naturales contrayendo matrimonio y en él colmo de la ignominia llegando a adoptar a criaturas, las cuales jamás verán a una madre. El amor libertario en cualquier lugar público está a la orden del día, no pasa absolutamente nada por colocar películas con un contenido alto de escenas sexuales en cualquier horario. ¡Es bueno que los niños se empapen de esas cosas! Ya que mientras pretenden emular a esos personajes, no piensan ni pensarán nunca que son españoles, y que hubo momentos en que nuestra patria marcó el rumbo a más de medio mundo.

Fantásticos programas televisivos donde personas de una talla cultural e intelectual ridícula, se convierten por arte de magia en iconos juveniles y no tan jóvenes.

Hemos fabricado generaciones de holgazanes, es durísimo decirlo pero no queda más remedio. Miles de trabajadores son prejubilados con sumas de dinero mensuales, mientras el tejido empresarial ve mermadas sus posibilidades. Personas españolas cobrando peonadas en muchos lugares de nuestro territorio patrio, el denominado PER, mediante el cual sin trabajar se cobra. Muchos otros inscritos como demandantes de empleo, pero rechazando muchos puestos de trabajo, porque la prestación es más elevada de lo que ofrecen. Cientos de personas defraudadoras de la seguridad social, fingiendo enfermedades artificiales para evitar el trabajo. Esto es lo que la democracia liberal capitalista nos ha legado.

Todo ello revierte en una sociedad corrompida, anestesiada y dormida.

Ahora, como un tiro de gracia nos inyectan una suma máxima de 100.000 millones de euros. Primera pregunta ¿dónde se encuentran dichos euros? Segunda pregunta ¿alguien los ha visto? Tercera pregunta ¿quién los tiene?

El problema macroeconómico precisamente radica en esta básica cuestión, no existe dinero, no tenemos dinero, todo es fruto de cifras. Desde hace unos años a esta parte el dinero se ha convertido en números digitales. Esas operaciones realizadas por nuestros antepasados, basadas en un apretón de manos con la posterior entrega de una buena cantidad de billetes ha pasado al limbo de los justos. Ahora se teclea un botón y por arte de magia figura en una pantalla una suma ingente de dinero, pero ¿podemos tocarlo?, ¿podemos contarlo?, fácil respuesta, no, y cualquier banco o caja puede atestiguarlo, al acudir a retirar una cantidad nada extensa de nuestro dinero, y recalco, nuestro dinero, nos lo niegan, dándonos un plazo de varios días para dicha entrega.

Por tanto, primer embuste del gobierno nacional y europeo, no existen los billetes.

Mientras desde todo el sistema, y cuando hablo de sistema no desligo un partido de otro, se intenta trasladar a la opinión pública un mensaje de calma, donde se incide en el bajo interés del préstamo concedido y en sus ventajas para el sistema financiero español. Sin embargo, en un segundo plano indican que este crédito grabará sobre la deuda española, con lo que evidentemente (y no soy economista), España se endeudará no en 100.000 millones de euros, sino en esa suma más sus intereses. Para ser aún más exactos, el producto interior bruto (PIB) se va a hipotecar durante varias decenas de años. A ello debemos sumar la devolución de dicho préstamo, evidentemente España está quebrada por sucesivos gobiernos incapaces, con lo que para dicha devolución se procederá a una desaparición de los logros sociales conquistados antaño, convirtiendo a la gran clase trabajadora, la más amplia del espectro social, en puros esclavos sojuzgados por la bota demoliberal capitalistam nacional y europea.

Esta es la realidad tangible y real, no lo que se intenta trasladar como un fenómeno normal y hasta positivo.

El sistema financiero español está hundido, sus directivos todavía tienen la desfachatez de irse con sumas de dinero en forma de pensiones astronómicas. Pero antes de toda esta circunstancia, asistíamos impávidos a informes trimestrales sobre ganancias en los diferentes bancos y cajas españolas. Cuestión automática, ¿dónde están esas cantidades de dinero? Todo ha sido una mentira, perfectamente orquestada por todos y para todos, siendo lo más grave, asimilada por los ciudadanos, ya que el libertinaje campaba y campa a sus anchas.

Nos hallamos en pleno proceso de descomposición; económica, moral, social, religiosa, intelectual y cultural. Es decir, somos un enfermo con un cáncer rabioso, extendiéndose la metástasis por todas partes. Lo peor de todo ello es la solución. A pesar de quimioterapia, radioterapia u operaciones quirúrgicas, no tiene ninguna solución.

Por eso ha llegado el momento de enarbolar una nueva bandera, la de los principios, los valores, los credos, todos ellos nos hicieron grandes, únicos y libres, sin permisos tutelados de nadie ni de nada.

Cierto es que el marxismo es la tendencia más ignominiosa para el hombre, pero no menos cierto lo es el capitalismo, verdadera faz hambrienta en busca de la dignidad humana. Tenemos que encaminarnos hacia un sistema nuevo, debemos levantarnos para convertirnos en voz de los oprimidos, de los desheredados, tenemos la obligación moral de cambiar este sistema perverso dónde el hombre vale lo mismo que un plato de lentejas.

A Jesucristo se le traicionó con unas monedas de oro, a los españoles se nos ha traicionado con el capitalismo demoliberal.

Decía Santo Tomás lo siguiente; no importa, ellos tienen el poder, pero nosotros, poseemos lo más importante e irreducible, nuestra fe.

 

 

 


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