Episodio de la intervención francesa en España en 1823 (1828), por Hippolyte Lecomte (Palacio de Versalles).

Episodio de la intervención francesa en España en 1823 (1828), por Hippolyte Lecomte (Palacio de Versalles).
Episodio de la intervención francesa en España en 1823 (1828), por Hippolyte Lecomte (Palacio de Versalles).
Episodio de la intervención francesa en España en 1823 (1828), por Hippolyte Lecomte (Palacio de Versalles).

Los Cien Mil Hijos de San Luis, por Eduardo García Serrano

Eduardo García Serrano

 

Desmoralizados y cesantes de nuestra soberanía porque han abolido su propia conciencia, sin aristocracia moral, apelan ahora a Bruselas para que venga a salvarnos de nosotros mismos, para que acuda en socorro del Sistema, no de España, pues para ellos, para todos ellos, lo que el separatismo y la corrupción ponen en peligro es la democracia, no la Nación, el Estado de Derecho, no la Patria, y la Constitución, no la Historia. Unos y otros han convertido el Parlamento Europeo en una franquicia de la Carrera de San Jerónimo para internacionalizar la sucia bronca de corrala a cuenta de la pandemia de corrupción que tiene su origen y carece de fin en la codicia de la faltriquera de los partidos políticos españoles, y el sórdido espectáculo de claudicación gubernamental frente el separatismo aldeano.

Europa contempla la bronca tumultuaria sin épica de los españoles y oculta su sonrisa tras su abanico, como aquellas damas decimonónicas postrevolucionarias que en sus salones de París hacían lo mismo que hoy se hace en Bruselas: oír sin escuchar, hablar sin decir nada, comprometerse sin vincularse. adjetivar sin ofender y ofender con los hechos pero jamás con la actitud. En fin, la vieja y emperifollada diplomacia europea, a la que ahora acude la oposición española para que, como en 1823, nos vuelva a mandar a los Cien Mil Hijos de San Luis, para salvar, como entonces, no a España, sino al Sistema. Antaño, el absolutismo monárquico de Fernando VII, hogaño el absolutismo democrático bajo cuyo fuero España pierde el pulso y el aliento porque, los mismos que ahora claman en Bruselas, aceptaron que el anhelo de disolver la Patria, la Nación y la Historia en el aldeanismo separatista tiene tanta legitimidad democrática como la propia España. Europa se ríe tras su abanico. Los españoles le van a hacer el trabajo que ella lleva más de quinientos años tratando de culminar. Sólo nos mandará a los Cien Mil Hijos de San Luis para ayudar a los democráticos separatistas si alguien trata de cruzar el Rubicón para salvar la Unidad de España. Europa se ríe, las lágrimas son todas para nosotros.


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