LOS ESPECIALISTAS DEL BARULLO.POR HONORIO FEITO

La abundancia de debates celebrados este verano, sobre la exhumación del Generalísimo de su tumba del Valle de los Caídos, me lleva a una pequeña reflexión: expertos en la bronca y el barullo charlatán, carentes pruebas específicas, sobrados de acusaciones sobre asesinatos, muertos en las cunetas y abusos por parte de los ganadores de la Guerra Civil, defienden la exhumación y las medidas, vía Real Decreto Ley, decretado por Pedro Sánchez hace unos días.
 
En las redes sociales, incluso, estamos asistiendo a otro torrente de mensajes que intentan contrarrestar estas acusaciones, y se nos muestran testimonios -estos no requieren debate, porque son evidencias históricas- de las profanaciones de tumbas en iglesias, fusilamientos a las imágenes sagradas y esa mofa morbosa de algunos milicianos con los cadáveres de sacerdotes o monjas.
 
Que un gobierno que se tiene por progresista permita haber llegado a esta situación dice mucho de la catadura moral de ese gobierno y de cuantos lo componen; y el silencio actual de los barones que hace dos años, sabiendo lo que representaba Pedro Sánchez, obstaculizaron su llegada, es ahora una forma de volver la espalda a la afrenta provocada por los amiguetes de Sánchez y por él mismo, que parece representar el socialismo del inefable Rodríguez Zapatero (que Dios mantenga alejado de nosotros por los siglos de los siglos).
 
Del Partido Popular, y de su posición, mejor no hablar; porque conviene recordar que si Rajoy hubiera sido consecuente con su papel histórico, tal vez las cosas habrían sido diferentes. Y a Ciudadanos ni mentarlo, más allá de esta llamada. Una de las conclusiones de tanto debate televisivo es la falta de rigor, el desconocimiento, la maldad para la acusación insostenible, la bronca como salsa del mal llamado debate, el barullo de feria en el que han convertido los platós algunos de los exponentes partidarios de la exhumación. El discurso visceral de cuantos exigen la salida del cadáver de Francisco Franco del Valle de los Caídos está carente de argumentos históricos, por la sencilla razón de que no aportan documentos con los que avalar sus acusaciones.
 
Nadie va a negar, a estas alturas, que al terminar la guerra civil hubo represión; y nadie puede negar que la situación bélica favorecía también abusos en el bando nacional. Pero más allá está la labor judicial establecida por los vencedores de la Guerra Civil, y las sentencias sobre los cabecillas con delitos de sangre. Y conviene tener presente que mientras en el bando nacional los tribunales estaban formados por miembros del Ejército y juristas, el el bando republicano fueron los tribunales populares, sin más garantía en la formación de sus componentes que el ser miembro de uno de los partidos o de los sindicatos afectos al régimen.
 
Los muertos duelen igual a los vencedores que a los vencidos, aunque estos especialistas en la bronca charlatana no lo quieran entender. En la pasarela en la que se han convertido las televisiones, y la influencia que desgraciadamente tienen sobre un segmento de la población, los especialistas en porfías y grescas, utilizan la vieja técnica que permite cambiar el debate en altercado, y que consiste en soltar una andanada de mentiras, entre las que se filtran algunos términos estigmatizados, cuyo objetivo es romper la serenidad del oponente, y con ello, hacerle caer en la confusión a la hora de exponer sus razones.
Conocedores del escaso tiempo de que se dispone en estos programas, entre las intervenciones de todos los presentes y los cortes para la publicidad, ellos ocupan el mayor tiempo posible no dando tregua a su interlocutor, para que éste pierda la capacidad de contraataque, la oportunidad de la réplica.
 
No son debates, porque a los acusadores que hablan y hablan sólo les interesa imponer su “verdad”. Y todo ello sucede sin el más mínimo pudor profesional por parte de los responsables de los programas, para los cuales el único dato a tener en cuenta es el haber contado entre sus invitados a representantes de “todas las partes”.
 
De los muchos programas celebrados este verano en las diferentes televisiones, y de los artículos que han tratado el tema de la exhumación de Francisco Franco del Valle de los Caídos, la conclusión es que los voceros han quedado a la altura de una chapa de refresco, pero como su actuación es permanente, ya sabemos lo que pensaba Göbbels: “una mentira repetida cien veces se convierte en verdad”.
Desde su burladero imaginario, los hay que prefieren mantenerse seguros lejos de la confrontación dialéctica, mientras los gladiadores de la palabra hacen el trabajo sucio. Probablemente algunos lo hacen para evitar una más que probable descalificación cuando, dentro de muchos años, se estudie más a fondo esta etapa contemporánea.

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