J. Flores
Hace pocos días hablábamos de la nefasta idea de conceder al difunto Santiago Carrillo el nombre de una calle de Madrid, Y recordábamos la detención en Barcelona de Comorera, denunciado por los comunistas a través de aquella emisora Pirenaica titulada Radio España Independiente. Pero también decíamos que íbamos a hablar más de este nefasto personaje por haber sido responsable de muchas otras detenciones, como la de Grimau.
Y es que la historia de las fosas de Paracuellos ha sido como un telón que a muchas personas les ha impedido conocer una de las acciones más ruines de este personaje, que ha sido la de quitarse de en medio a todos aquellos que le molestaban dentro del Partido Comunista del que se puso al frente tras el fracaso de Monzón en la invasión del “maquis”. Carrillo fué el encargado, posiblemente por orden de Stalin, de retirar del Pirineo a los restos de aquellos ilusos que pensaban que en cuanto cruzaran la frontera los españoles les recibirían con coronas de laurel por haberles liberado de la dictadura franquista.
En 1956 se había producido la detención de Sanchez Montero y en 1962 la de Ormazábal, y tres meses más tarde la de Julián Grimau cuando establecía contacto con militante llamado Lara. La policía, que seguía a Lara ignoraba que su acompañante era Grimau, y se ha dicho que Lara lo traicionó. Sin embargo, otra versión afirma que aquel contacto era para proporcionar a Lara un paquete de hojas de propaganda; y para eso no era necesario enviar a un miembro del Comité Central que, además era el jefe de la Delegación del Partido en el interior, como se ha estado haciendo creer. Porque Grimau había sido acusado de crímenes inhumanos durante su actuación en una checa de Barcelona, y eso el Partido no podía ignorarlo. Enviarlo a España era condenarlo a muerte, y no a años de cárcel como a los anteriores. El caso es que el 20 de abril de 1963, Julián Grimau fué fusilado, y en París hubo una manifestación comunista contra el régimen de Franco. Esta es la documentación falsa que llevaba encima.
El periódico italiano Il Tempo aseguró que la orden de revelar la presencia de Grimau en España fué dada por los propios dirigentes del Partido Comunista en el exilio. Y Jaume Miravitlles en El Día, de Puerto Rico, citaba el caso de Jesús Hernández, y podría haber citado otros como el de Comorera, Quiñones o Monzón… Y es que la delación era el medio normal para deshacerse de individuos discrepantes con la dirección del Partido.
Felix Montiel, antiguo miembro del Partido escribió:
“A España no iban los comunistas que tenían antecedentes criminales muy marcados; los que habían organizado checas o tenían en su haber algunos muertos. Por eso no iba Grimau. Era una consigna terminante. No se podía correr el riesgo de que Franco ejecutara a un comunista, no por ser un héroe de la lucha por la libertad y la democracia, sino por ser un asesino…Pero Grimau fué, finalmente, enviado para dirigir el trabajo en el interior. ¿Qué había ocurrido que justificara ese cambio? La explicación tiene que hundirse en el terreno de la monstruosidad, pero es muy sencilla.
Hacía ya tiempo que en España no se fusilaba a los cuadros organizadores de la oposición ni siquiera a los comunistas. Algunos de éstos fueron detenidos, juzgados y condenados a penas relativamente leves. Era casi una afrenta que el comunismo no podía soportar. El comunismo necesitaba que alguno de sus hombres fuera detenido en la península y condenado no a penas “humillantes” de prisión menor, sino convertido en un héroe nacional e internacional…Por eso envió a Grimau. Porque Grimau era uno de esos hombres a quienes el Gobierno de Franco no podía dejar de fusilar”
La muerte de Grimau sirvió para dos cosas; una fué eliminar a un individuo discrepante, y la otra tener un motivo para organizar manifestaciones contra el Gobierno de Franco.
Pero como no queremos dejarnos llevar por opiniones propias, diremos que Grimau tenía una hija que se llama Carmen Grimau. Esta señora está casada con un hombre que fué comunista en su juventud, y que es muy conocido por los que conectan con Libertad Digital porque se trata de uno de los habituales contertulios de otro ex-comunista que se llama Federico Jiménez Losantos. Este contertulio es el filósofo Gabriel Albiac, un hombre brillante y muy culto. Por eso vamos a dejar que sea ella la que escriba los últimos párrafos de este Alimoche. Dice así:
“Yo no hablaré del político fallecido, pero sí de su forma ética de hacer política. Porque Santiago Carrillo representó ante todo la forma más despótica y despiadada de ejercer la política. Encarnó el prototipo arrogante de los dirigentes con plenos poderes para disponer de la vida y la muerte de los otros. Siempre en la cúpula. Alejado del peligro de la clandestinidad. Hoy muere el gran vencedor, el que enterró a todos los camaradas. A los que traicionó también. Todos sus hombres han muerto. El inició el comunismo y lo enterró un siglo más tarde. Su perseverancia es lo más espectacular y lo más siniestro del personaje. Acabó reinando sobre los cadáveres que fue acumulando sin que de su boca saliera el menor sentimiento de culpabilidad. Hizo ver la luz donde sólo había tinieblas. Puso cara a la pesadilla que describiera Arthur Koestler.”
¡Y pensar que en Barcelona todavía no le hemos puesto una calle…!