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Massiel de España, el La La La, Franco y el lazo de Dama de Isabel la Católica. Por Francisco Torres García
Advierto que en breve tendremos en las pantallas una serie sobre el tema que vamos a tratar en la que, seguro, no faltará la habitual dosis de antifranquismo, titulada La canción, sobre el histórico triunfo de España en la edición de Eurovisión en 1968.
Podría parecer un tema tanto insulso, hasta si se quiere fútil, anecdótico, pero el La La La fue algo más que una canción y de ahí este artículo. Ahora bien, leídas algunas declaraciones por parte del director de la serie mucho me temo que se trate de cambiar la realidad que vivimos aquellos españoles de entonces para presentar el hecho como lo que no fue dentro de las coordenadas de un discurso deconstructor sobre realidades que se pretenden proscribir.
Estoy seguro que muchos de mis lectores no han olvidado aquella noche de abril de 1968. Para quienes vivimos aquel triunfo histórico y que, por edad, no habíamos llegado a tiempo de saborear el gol de Marcelino y la consecución de la Eurocopa (1964), ni casi nos enteramos, aunque sabíamos quiénes eran Amancio, Gento o Pirri, de que el Real Madrid en 1967 conseguía la primera copa de Europa en propiedad tras ganar 5 ediciones del torneo -el Barsa había ganado 3 copas de Feria: 1958, 1960 y 1966- (apabulladitos teníamos a los europeos), lo que sucedió el 6 de abril de 1968 en Londres fue para nosotros toda una hazaña nacional, y subrayo lo de nacional. Se han cumplido de ello, hace unos días, 57 años.
Aunque era niño y la tele en blanco y negro, yo recuerdo perfectamente haber vivido en tiempo real el orgullo patrio de ganar Eurovisión -ahora Eurofestival- aquel día con Massiel cantando el La La La compuesto por el popular Dúo Dinámico (Manuel de la Calva y Ramón Arcusa), que por fin se resarcían de que siempre en los concursos fueran batidos por las canciones de Augusto Algueró.
Sobre aquella jornada se ha escrito mucho y se han dicho no pocas tonterías. Eran tiempos en que, desde hacía años, veíamos el mundo no en blanco y negro sino en color, un color cada vez más intenso: la economía española iba como un cohete de verdad; los españoles entraban a marchas forzadas en la clase media y los aparatos de televisión estaban al alcance de todos los españoles cuando las letras ya daban para el piso, la tele y el coche para los bolsillos de millones de españolitos.
No es extraño que, décadas después, la crónica en forma de serial televisivo, Cuéntame cómo pasó, arrancara con lo que sucedió en el Royal Albert Hall londinense aquella noche. No solo en el territorio patrio se vio aquello como el estandarte de la España en desarrollo en la que no pocos europeos venían a tostarse en verano, sin preocuparse mucho del régimen político vigente ni de que Franscico Franco gobernara dese hacía décadas. Así, también se interpretó en media Europa (en más de media porque por primera vez podían ver la emisión en varios países de la Europa comunista). Para colmo del éxtasis patrio volvimos a ganar en Madrid al año siguiente, de lo que también me acuerdo perfectamente. Lo hicimos con diseño escénico del mismísimo Salvador Dalí, en una peineta cultural de marca mayor que hoy envidiaría cualquier cultureta progre.
Volviendo al La, La, La, como no pocos españolitos mis padres contribuyeron al premio de Massiel (he leído que ganó esa noche 18 millones de pesetas de las de entonces, lo que no sé si será verdad o si el premio era a repartir) comprando el single en estupendo vinilo, que era lo que había, que aún conservo. El Lalalá acabó convirtiéndose en un himno simbólico (más de un millón de copias vendidas); pero sin que ni por la letra ni por la música tuviera mayor entidad musical. De hecho, no fueron inexistentes las críticas a la canción: a la progresía que ya existía, a los chicos burgueses a los que pertenecía la cantante, les pareció algo pasado de moda a pesar de sus retoques yeyé; los críticos más usuales hablaron de un éxito efímero de playa y piscina. A ninguno le ha acompañado las dotes de adivino. La canción sigue viva y, eso sí, forma parte de la memoria colectiva de millones de españoles. Las cosas como son, aunque su intérprete haya mantenido una relación de amor y odio, retrospectiva eso sí, con el triunfo y la canción por tratar, quizás, de cambiar el pasado.
Me enteré, poco después, con mayor conciencia nacional y orgullo patrio, de la salida de tiesto de Juan Manuel Serrat, el primer candidato escogido para representar a España. Que si había querido cantarla en catalán -la canción había sido escrita en castellano en la versión escogida-, que si se lo prohibieron, que si la dictadura, que si la persecución… y casi se veía a Franco malhumorado levantando el teléfono de El Pardo tomando cartas en el asunto, aunque tengo la impresión de que Franco de todo este lío se enteró muy poco. Pasaron los años y parece que la cosa fue menos prosaica y menos nacionalista de lo que la leyenda posterior difundió.
Serrat, que cantaba sin problemas en catalán, y el La, La, La.
Siempre hay una pantalla oficiosa y una realidad subterránea, y el caso de la trastienda de lo que sucedió con el La, la, la no escapa a ello y tiene su importancia para la historia de la cultura popular y de la vida cotidiana de entonces (excluyendo el runrún antifranquista).
Detrás de la polémica y de la petición de Serrat hubo otra realidad que circularía entre los enterados con sordina. Entre las interpretaciones usuales queda la de la «prohibición» o «persecución» del catalán y el heroico desafío del cantante al franquismo. Y así se ha difundido durante décadas. Por debajo queda otra realidad.
En primer lugar, había un problema por el negocio de la grabación por la discográfica y los contratos; en segundo lugar, décadas después la propia Massiel difundiría el rumor de que Banca Catalana, la de los Pujol, anduvo detrás de la un tanto absurda petición de Serrat (y uno podría pensar que Pujol, que se acogió en 1962 al habitual indulto de Franco de 1961 -era uno de los escasísimos encarcelados por una protesta nacionalista en un panfleto contra el Caudillo: los mitificados sucesos del Palau- no dejara pasar esta oportunidad para resarcirse y plantear un peculiar órdago vía Serrat, pero esto probablemente no pase de ser una elucubración digna de una ficción novelada); el Dúo Dinámico calificó la versión de Massiel como «mezquina». Ahora bien, en el fondo, fondo, siempre hay algo: Serrat tenía un contrato para grabar en castellano con Zafiro y en catalán con Edigsa; esta discográfica -sin mayor problema- solo hacía discos en catalán y con cantantes mayoritariamente «catalanistas» estando financiada por Banca Catalana (dejo al lector medir la influencia real y el peso que pudieran tener los contratos en todo este tema y contestar a la hipótesis de ¿es posible que al entender la importancia del escaparate eurovisivo desde este ámbito se propusiera o sugiriera a Serrat la opción de hacerlo en catalán, es posible que fuera presionado en tal sentido y él abrumado cediera?).
En tercer lugar, la presión que el cantante empezó a sentir por parte de su entorno y público catalanista y su valor como representante destacado, probablemente a la larga el más importante, de lo que se denominaría la Nova Canço enlazando con las corrientes del cantautor-protesta (corriente que sin duda sentiría escalofríos al conocer su designación para concursar en Eurovisión).
Más adelante se hablaría de que, en gran medida, el lío fue consecuencia de la actuación del representante del cantante, que fue despedido por este poco después. De hecho, la canción llegó a grabarse en castellano y en otra versión, con letra distinta, en catalán. Al final la discográfica Zafiro llegó a plantear que se cantara en castellano con una estrofa en catalán para intentar salvar la situación en pleno debate sobre los derechos y la inversión realizada, ya que la versión catalana era de Edigsa y la castellana de Zafiro (en este caso el tema económico sí era importante). Al final pasó lo que pasó y, según se afirma, por ello Juan Manuel Serrat quedó vetado, como sería vetada Massiel en TVE. Luego volveremos a este tema.
Precisemos algo esta historia, que nunca está de más. En realidad, TVE quería enviar nuevamente a Raphael, que había participado en las dos ediciones anteriores, pero este declinó la proposición. Los dirigentes de la cadena pública habían comprendido que para ir a ganar era necesario promocionar convenientemente la canción, hacer campaña previa entre las otras televisiones, tal y como hacían todos, lo que se veía favorecido por el sistema de votación.
No era suficiente con tener un buen cantante y una buena canción. Había pasado con Raphael en 1966 con una de las mejores canciones de la historia de Eurovisión, Yo soy aquel, uno de los favoritos y que incluso la orquesta aplaudió tras su interpretación en Luxemburgo (quedó séptimo: pocos se acuerdan incluso del ganador y su actuación le abrió las puertas de Francia e Inglaterra). Aquella derrota se trocó en triunfo. La prensa francesa, incluyendo Le Figaró, le consideró el ganador real. En 1968 TVE estaba dispuesta a jugar fuerte en la campaña previa al festival y se encontró a 11 días vista con un lío tremendo provocado por Serrat.
Como era habitual en la época los compositores-discográficas enviaban canciones que pudieran optar a ser la que un cantante defendiera, bien por decisión propia o a instancias de TVE. Entre ellas, curiosamente, había una del propio Juan Manuel Serrat, El Tirititero, que fue grabada en 1968 en castellano (no he encontrado versión en catalán), que optaría a representar a España.
A partir de ahí cada uno ha dado su versión, aunque a veces la versión choque con los hechos. Los autores de la canción, el entonces popularísimo Dúo Dinámico, explicaron que en 1967 hicieron la música. Su representante, que era el mismo que el de Serrat, les propuso trabajarla para presentarla a Eurovisión. Ellos grababan para La Voz de su Amo, pero en ningún momento se plantearon acudir a Eurovisión. También indicarán que, posteriormente, en una reunión con Serrat este aceptó hacer la letra «en castellano, jamás se habló de en catalán». Serrat, añadían, no llegó a terminar la letra a tiempo de presentar la canción, por lo que la letra final es la que hizo, a última hora, Manuel de la Calva que fue la escogida, la que todos conocemos. Serrat hizo después otra versión en catalán que también fue grabada con los arreglos finales que encargó y pagó TVE. Desde el principio se planteó el problema de las discográficas del que hablaremos más adelante.
Serrat y su discográfica en castellano, Zafiro, aceptaron encantados la designación sin poner pega alguna; lo que no deja muy bien el mito de Serrat. Por otro lado, conviene recordar que a partir de 1966 las normas de Eurovisión establecían que cada país tendría que concursar con su idioma nacional (resultado de la protesta por la utilización del inglés por parte de algunos países -decisión de las televisiones- para ganar votos); lo que haría imposible inicialmente que se utilizara por parte de TVE otro idioma que no fuera el nacional que era el castellano. Sin propuesta alguna Serrat inició la promoción de la canción. Sin embargo, a días vista de la celebración, el cantante planteó cantar el La, La, La íntegramente en catalán, conforme a la versión final que había grabado por decisión propia en Alemania para su discográfica catalana, probablemente con la intención de contentar a aquellos que le estaban criticando desde su entorno y desde los ámbitos catalanistas. Para muchos, recordemos, era una traición a la Nova Canço.
Lo hizo cuando la canción comenzaba a sonar como una de las posibles ganadoras y él, insistimos, ya había hecho promoción en castellano, por lo que es bastante probable que sintiera y no resistiera esa presión externa de la que luego hablaremos. Pero la realidad es que hasta unos días antes, entre el 21 y el 23 de marzo según algunas crónicas, Serrat no dijo nada y está al alcance de cualquiera visualizar la grabación promocional de TVE, un video-clip en lenguaje actual, emitida en España y fuera de España en castellano (https://www.youtube.com/watch?v=RYF3UzWlPjo).
La leyenda de la persecución de Serrat a raíz de su negativa a cantar si no era en catalán es muy matizable. Sanción, sanción oficial, no recibió sanción alguna, pero la reacción de no pocos españoles fue muy distinta. Evidentemente a TVE le sentó fatal, porque a cuatro días del inicio del camino hacia Londres a Serrat se le ocurrió el órdago: en catalán o no canto.
La historia cuando se conoció removió los ardores patrios de no pocos, desagradó al público convirtiendo al artista en veneno para las contrataciones en muchas partes. Fue Serrat quien al renunciar a interpretar la canción decidió evitar la polémica y marcharse a hacer las Américas, pero no de forma inmediata como a veces se sugiere: así, por ejemplo, en abril, pasado el festival, fue abucheado en Oviedo en el Teatro Campoamor con gritos de «¡Massiel, Massiel, Massiel!». Estas cosas le llevaron a la búsqueda de públicos más tranquilos por lo que aprovechando la promoción de su nuevo trabajo, en castellano, sobre poemas de Machado, hizo una gira americana con gran éxito, por ejemplo, en Chile. No piense el lector que fue por problemas/persecución en España. En septiembre de 1969 acudiría al II Festival de la Canción en Barcelona donde cantó, en castellano, la composición Fiesta (probablemente allí la estrenó). Después volvió a TVE, bastantes años antes de que don Francisco muriera en la cama de un hospital de la Seguridad Social (esa que no existió hasta la llegada de Felipe González, según propaga el PSOE y sus poderosas terminales mediáticas).
Serrat ha contado lo sucedido en diversas ocasiones, a veces echando balones fuera. En una entrevista afirmó que dejarlo cantar en catalán «hubiera sido una muestra al mundo de que en España se respetaba su diversidad cultural, siendo mentira que la respetaba, pero hubiera sido de un gobierno inteligente». Pero esto no pasa de ser un razonamiento retrospectivo.
La memoria es olvidadiza. Serrat grababa en castellano y en catalán sin problema. Es más, curiosamente el «perseguido» Serrat, por cantar en catalán según la vulgata antifranquista, protagonizaba en 1968, con Serena Vergano, la película Palabras de Amor. Y no había tenido problema alguno con la censura ni prohibición alguna por cantar en catalán en la pantalla Paraules d’amor o Ara que tiño vintage anys. ¡En catalán y en una película exhibida en los cines! ¡Pardiez! Todo ello sin que don Francisco se acordara de que, según se dice, tenía prohibidísimo usar el catalán hasta en la ducha. Tampoco parece que el castigo le impidiera rodar en 1970 La larga agonía de los peces fuera del agua (también cantando en castellano y catalán). ¡Cosas de una oprobiosa dictadura! No solo eso, sino que en 1968, en un especial de TVE, tras ser elegido como representante de España para Eurovisión, Serrat durante media hora cantó en castellano y catalán sin problema alguno (https://www.youtube.com/watch?v=Q-vq6J8rBUE) para todos los españoles -para todos porque solo estaba TVE-. Seguramente Franco no debió de ver la televisión esa noche, porque el catalán estaba prohibidísimo en España según se afirma. Merece la pena recoger las palabras de introducción del presentador del mini concierto que se inició con una canción en catalán. Así se entiende mejor la posibilidad de que Serrat fuera presionado por otros:
«Muy buenas noches señoras y señores. Hoy queremos presentarles a un muchacho serio, capaz, formal, que ha sido tachado de interesado, egoísta, al que se ha adjetivado como poeta, soñador, como juglar. Se llama Juan Manuel Serrat. Él canta lo que ve y hasta a veces lo que no ve, pero es sincero consigo mismo, que es lo que en definitiva a él le importa. Si tuviéramos que elegir el prototipo de muchacho joven, actual, español de nuestros días, con sus problemas, con sus inquietudes, pero eso sí desprovisto de toda afectación, de melenas y atuendos extraños, no dudaríamos en elegir a Juan Manuel Serrat, igual que TVE, como todos ustedes saben y conocen, le ha elegido como su representante en el ya inminente festival de Eurovisión 1968, que va a celebrarse próximamente en Londres. Por cierto, designación de la que estamos contentos, porque afortunadamente ha sido muy bien acogida por el público de toda España, por los comentaristas de discos, críticos especializados, e incluso por sus propios compañeros cantantes y artistas. Juan Manuel Serrat es sobradamente conocido por la mayoría de todos ustedes, pero esta noche tenemos, un especial, un especial interés en que le conozcan si cabe un poquito más. Así que, señores, así es, así compone, así canta, Juan Manuel Serrat»
En realidad, aunque con sordina, lo que sucedió, a nuestro juicio, fue que hubo una campaña de presión sobre el cantante, desde los ámbitos catalanistas y de la Nova Canço, con anónimos y discos rotos que él vivió desde el exterior y no pudo soportar. Algo que es fácil percibir entre líneas cuando se lee la carta que escribió a la opinión pública con fecha de 24 de marzo escudándose en que era un cantante en catalán, lo que no era del todo exacto:
«En el pasado mes de Enero fui designado por TVE para representarla en el Festival de Eurovisión a celebrar en Londres.
Esto fue para mí, un orgullo y al mismo tiempo una responsabilidad porque sabía que mí iban a estar fijos los ojos y parte de las pequeñas ilusiones de millones de españoles.
Fue seleccionada posteriormente la canción “La, la la” de Manuel de la Calva y Ramón Arcusa que a pesar de todas las opiniones, en su mayoría poco fundamentadas, considero muy adecuada para el tipo de festival al que se la destina.
Empezó a partir de este día una verdadera promoción de la canción y mía, naturalmente, por toda Europa, lo que me alejó del país para llevarme de ciudad en ciudad y de plató en plató.
Este alejamiento físico, unido a mi bisoñez y al exceso de trabajo me impedía juzgar las cosas con claridad.
Me faltaba también el contacto diario con la gente, con el hombre de la calle que nos mira de lejos y nos sigue de muy cerca.
Siempre me atormentaba una preocupación, una inquietud que seguramente romperé de un golpe con esta carta.
Yo soy y sigo siendo por encima de todo un cantante catalán y en esta lengua me he expresado para cantar durante cuatro años…»
Así pues, cabría preguntarse, si la propuesta como ultimátum, a pocos días de iniciarse el festival, no fue sino una excusa para no ir a sabiendas de que no sería aceptada, teniendo en cuenta las presiones catalanistas y de su entorno; buscando con ello el cantante una forma de salvaguardarse ante lo que podía interpretarse como una aceptación del régimen de Franco al representar a España en Londres, aunque nos parezca que esto era bastante secundario en toda esta historia dada la aceptación previa. Los cantantes actuaban en aquella época en los medios públicos y eran contratados por los ayuntamientos sin que tuvieran que ser «franquistas».
Serrat no representó a España y TVE debió de hacer una fuerte campaña promocional ante el cambio de última hora. Era lo peor que les podía pasar. Es bastante dudoso que el estilo de Serrat, pese a su buena versión, hubiera batido a la canción favorita, la británica. Nada que ver su posible interpretación con el ímpetu y la fuerza escénica de Massiel aquella noche. Probablemente tampoco la cantante madrileña saliera triunfante de ser fiel al estilo, incluso en el vestuario, que la había convertido entre 1967 y 1968 en una artista exitosa, pero no en una estrella. Massiel salió con una puesta en escena yeyé no muy lejana a la estética de su principal competidor.
Massiel de España
Todo fueron alegrías tras el triunfo, pero la primera opción, tras la espantada de Serrat fue llamar al Dúo Dinámico para que defendieran ellos mismos la canción en Londres. Nuevamente surgió el problema de las discográficas y las exigencias de Zafiro con la propuesta de Massiel. Fue el entonces dirigente de televisión Juan José Rosón quien aceptó la sustitución y gestionó la sustitución.
Massiel ganó con sus veinte años dejando ojiplático a Sir Cliff Richard, el gran favorito, que nació a la música como el Elvis británico, cuando se vio apabullado por aquella jovencita de físico poco esquelético y con aquel vestido que, como anotamos, además de marcar tendencia también arrambló con la estética pop del intérprete de Congratulations. Mala suerte con nosotros la de Richard, porque años después, cuando TVE por no sabemos qué arcanos maniobró para no ganar con Mocedades y la magnífica Eres tú, quedó tercero tras los representantes españoles.
Lo cierto es que en 1968 nadie creía posible otra victoria que no fuera la de Richard, que además jugaba en casa, con todo a su favor. Actuando en el Royal Albert Hall, con un público entregado, perdió. Massiel apabulló y el Albert Hall, según la prensa internacional, se vino abajo cuando terminó su actuación, aunque los aplausos a Richard fueran un poco más prolongados. Mucho para una Inglaterra/Reino Unido que unos meses después, en diciembre, cosechaba una nueva derrota por parte de España en la ONU con la aprobación de la Resolución 2429 que le instaba a descolonizar Gibraltar. Menos mal que, en extremis, en semifinales, el Manchester United eliminó al Real Madrid y en mayo ganaron la Copa de Europa. No sentó bien la victoria y hasta en 2023 se daba pábulo a la leyenda de que la España de Franco compró votos, señalando a la emisión de los mismos por parte del jurado alemán. Lo de la «compra» es un clásico de casi todas las ediciones del festival.
Arranca aquí la historia de Massiel, que también trataría, después, de apagar los ecos de Eurovisión, con su reivindicación como desafiante antifranquista. Una mujer que acabaría ganándose el mote de «la tanqueta de leganitos». Si la creemos llegó para sustituir a Serrat sin saber muy bien lo que había pasado. Lo malo de estas cosas son las hemerotecas. Entremos en ello.
Unos días antes de actuar, la ardorosa muchacha se descolgó con una entrevista en el ¡HOLA!. En ella afirmó sin pestañear: «representar a España, cantando lo que sea, siempre es un orgullo y una alegría. Lo de menos es el resultado final». Comedida si lo comparamos con el ardor patriótico de Jaime Peñafiel, quien en ¡HOLA! la presentaba casi como una nueva Agustina de Aragón: «Massiel permanecerá al pie del cañón frente a toda Europa y en nombre de España hasta que se quemen las últimas salvas». Casi nada. No se quedó atrás la prensa europea que la bautizó como «Massiel de España», y en la prensa alemana apareció el titular: «Massiel, España, Olé». Ello no quiere decir que en la prensa española, unas semanas después, no se pusieran en tela de juicio las excesivas comparaciones; por cierto en la prensa del Movimiento.
Más allá de polémicas, la realidad es que Massiel retornó a España como una heroína nacional. Los reportajes están ahí, las portadas en las revistas y los periódicos. Su canción sonaba en todas partes. El mismo día de la victoria se anunciaba que se le concedía la Cruz Lazo de Dama de Isabel la Católica. Y tras retornar a España, unos quince días después, se celebraba un gran homenaje con presencia estelar de Manuel Fraga Iribarne, Ministro de Información y Turismo, con el que apareció fotografiada en primera plana de algunos medios el 25 de abril. Hasta su madre participó en la campaña publicitaria lanzada por Starlux: «Starlux es más rico en sabor», era su afirmación con una foto y una olla en los anuncios insertos en las páginas de las revistas.
España ganaba Eurovisión, y conviene recordarlo, mientras se negociaba de forma positiva el acuerdo Preferencial con la CEE, junto cuando se cerraba la cuarta sesión de negociaciones y unos meses después los informes finales se elevaban a la Comisión de la CEE y al Consejo de Ministros de la CEE que, tras ser aprobados, abrirían el mandato negociador. En 1968 la posición española era cualquier cosa menos la que ofrece el mito de la marginación.
Y Massiel se puso en plan antifranquista
A lo largo de su vida la cantante ha referido en no pocas ocasiones cómo ella plantó cara a Franco y se opuso a convertirse en un instrumento propagandístico del régimen tras su victoria. Para ello se ha mencionado que sus padres eran republicanos (probablemente como una parte de España). Ahora bien, ello no les había supuesto el menor problema. Emilio Santamaría Martín, su padre, era un reputado productor musical con todos los contactos de la época en el mundo musical. Ciertamente, Massiel no tenía el currículo próximo al régimen de otros cantantes, como era el caso de Julio Iglesias, pero ello no supuso discriminación ni prevención alguna a la hora de aceptar que fuera la sustituta de Serrat. Cosas de una rara dictadura que parece que no pedía el carné.
Pasada la euforia del retorno, incluido el choque con el Dúo Dinámico cuando Manolo y Ramón intentaron echar un capote a Serrat en las declaraciones a la prensa tras el triunfo, si seguimos los diversos testimonios, Massiel se puso o la pusieron tensa. Después su posicionamiento político, su alineación con el socialismo, tejieron una leyenda sobre una base de verdad.
Pasó el tiempo y lo sucedido se fue agrandando. Primero contó que la llamaron concediéndole la Cruz Lazo de Dama de Isabel la Católica, lo que no era ilógico (se había concedido a no pocas cantantes). Después que Franco se lo quiso imponer, pero que ella dijo que nones. Que si Franco se quería aprovechar propagandísticamente de ella poniéndole el lazo en persona (Franco solo imponía la Cruz o la Cruz Lazo en algunas ocasiones, se concedían más de cuarenta al año). Por medio estuvo el revuelo de la cena oficial/oficiosa aludida. La historia publicada después, se cambió siendo entonces Manuel Fraga quien le comunicó la concesión, pero que ella no quería ser condecorada por un ministro de Franco (era usual que en estos casos fuera uno de los ministros el que la entregara; por ejemplo, en 1962 fue José Solís quien se la impuso a Lola Flores). Que si le mandaron la condecoración en un sobre (supongo que por correo certificado porque el motorista de El Pardo debía de estar muy ocupado).
La historia y las hemerotecas son tozudas a la hora de poner en su justo término las declaraciones posteriores. Ni exactamente Franco ni Fraga, fue el ministro de Asuntos Exteriores quien, de forma inmediata a la victoria, cursó un telegrama a Londres anunciándole la concesión de la condecoración que él había propuesto. En otras ocasiones, sin aclarar muy bien las cosas, anotó que una vez en España «querían» que fuera a El Pardo pero que ella se negó (es posible que ello se le ocurriera a Fraga). Afirmaría décadas después: «era una trampa para hacerme imagen del régimen. También dije que no cantaba en el Calderón porque iba Carmen y tenía que hacerle una reverencia, dejé de cantar muchas veces porque me convenía más quedarme en casa». Independientemente de su decisión es más que dudosa esa intención de no sabemos quién.
Más allá de si se le ponía o no la condecoración lo que parece evidente es que Massiel no quería una foto con Franco. Aunque Franco, como es lógico, le había dirigido un telegrama de felicitación por su triunfo, aunque de forma extensiva y no directa al estar dirigido al Director General de TVE rogándole la hiciera llegar a la cantante (¡Qué manera tan curiosa de tratar de utilizarla como imagen del régimen!). En la prensa apareció la contestación de agradecimiento por la felicitación recibida: «Desde Londres ofrecemos esta victoria de España ante doscientos millones de telespectadores. Firmado Massiel». Luego, después, Massiel diría que ella no hizo un telegrama que tampoco era exactamente contestación a uno de Franco que tampoco era tal. Pero a la realidad había que darle una vuelta.
Naturalmente aunque Massiel «rechazara» la condecoración, parece que lo que rechazó fue una imposición, se supone que de forma inmediata, o quizás no. No he encontrado el listado de concesión de tan alta distinción de aquel año. La propia Massiel indica que le mandaron la condecoración, por lo que hay que matizar el rechazo real; también en 1973 explicaba que tenía la condecoración en una vitrina. Yo dudo mucho de que Franco quisiera condecorarla en persona. No lo había hecho en 1961 con una estrella consagrada que era una de sus cantantes favoritas, Juanita Reina, que no dudó en aparecer con ella en el LP grabado ese año. José Solís le impuso la condecoración. Cabe recordar que es una condecoración vigente instituida por Fernando VII, tras por cierto volver al absolutismo, considerada un altísimo honor. Entre las últimas distinguidas están Giorgia Meloni y, a título póstumo, Concha Velasco.
Lo que no fue inmediato, si se dio realmente, fue un castigo/represión en forma de veto limitado solo a TVE. Vamos, en castizo, que Franco ni se mosqueó si es que llegó a conocer los hechos. El NODO, por lo visto, ni se enteró y todos los españoles pudieron ver la llegada triunfal de la cantante a Madrid de forma ampliamente recogida. Y a renglón seguido un programa especial de TVE con el Dúo Dinámico, donde todos cantaron con la tuna el La, La, La. También el NODO a principios de junio, pese al veto franquista denunciado después, nos informó a principios de junio de 1968 que Massiel había sido nombrada madrina de un nuevo modelo de coche de la oficial SEAT, el 850 especial, luciendo otro de sus habituales cortos vestidos. Por lo visto este tipo de promoción del «la marca del régimen» y del desarrollo no entra dentro de los márgenes del uso de su imagen como estandarte.
Así que la venganza debió tardar un tiempo en ejercerse. Ahí también varía en modo amplio la historia. El odiado dictador la vetó casi nos dicen, probablemente de ser así fuera decisión de Fraga o solo de los directivos de TVE, que sí se mosquearían. Unos dicen que unos meses y otros que un año castigada a no aparecer en TVE. Ni lo uno ni lo otro.
Recordemos que Massiel no regresó a España, tras actuar en París, hasta el 22 de abril de 1968, con una frenética presencia en actos, anunciándose que marcharía a cantar a Argentina, antes pasó por Lisboa; en mayo estuvo en Alemania y Londres para grabar (grabaría 6 temas de los Beatles en inglés). En las semanas siguientes no hubo vetos; incluso la prensa la llegó a calificar como «fugitiva de la popularidad».
Sería interesante comprobar la trascendencia real del famoso veto. El problema para el mito es que es fácil seguir la agenda de Massiel revisando la prensa de la época. Convertida en estrella merced al triunfo pasó de cobrar 30.000 pesetas por cantar a emular o superar el caché más caro del país que era el de Raphael. Sus contrataciones superaron las 200.000 pesetas. Prácticamente, pese a la censura, que debería haber actuado contra la díscola cantante que desafiaba al mismísimo Franco, Massiel estaba en la prensa todos los días, incluida lógicamente la del Movimiento, la de FET de las JONS; con especial cariño tratada en el diario vinculado a los sindicatos franquistas, Pueblo.
La prensa de la época desmiente la historia de que el régimen y Franco querían utilizarla y ella se negó. Ni Franco necesitaba la foto, ni el régimen una declaración ferviente de adhesión, que seguramente nadie le pidió, bastaba con verla en los medios de comunicación si tal era el propósito y Massiel estuvo en ellos de forma permanente, sin intencionalidad política alguna por parte de ellos. Había ganado Eurovisión, simplemente. Nada que no fuera similar a lo que sucede en cualquier lugar con respecto a todo lo que acompaña este festival, entonces y ahora. Dejo al lector calibrar cuánto había de realidad en la mitología antifranquista de Massiel a resultas del La, la, la y cuánto de reconstrucción posterior.
Me he tomado la molestia de revisar la prensa para encontrar los rastros de su persecución y del veto televisivo. Y es interesante seguir su agenda, porque matiza y mucho la leyenda. En mayo era elegida mejor cantante femenina de España y Raphael en la categoría masculina; repetirían unos meses después como los superpopulares de Pueblo.
No solo le concedieron la Cruz Lazo de Dama de Isabel la Católica. Transcurrieron las semanas desde su regreso y le impusieron la Manzana de Oro en el Centro Asturiano. Reconocimiento que le impuso, nada más y nada menos, que la esposa del ministro de la Gobernación, don Camilo Alonso Vega (para cualquier antifranquista leído un gran represor), doña Ramona (amiga personal de Carmen Polo de Franco). En las fotos se ve a Massiel recibiendo la distinción con una sonrisa de oreja a oreja (el reportaje se puede consultar en la oficial agencia EFE que cubrió el evento y en las publicaciones de la época). Después le dieron el Garbanzo de Plata. Lo mismo también aparecía en algún noticiario televisivo pero ello no hemos podido comprobarlo.
La realidad es que Massiel, a partir de finales de mayo pasaba más tiempo en el extranjero que en España, fundamentalmente en Londres. Incluso tenía que volar con urgencia para recoger algún premio. En el verano comenzó la gira de actuaciones pasando por Argentina (julio). Todo ello bien cubierto por la prensa en lo que la agencia PYRESA presentó como «el verano loco de Massiel». Pocas fechas libres hasta principios de agosto. En Elche le cayó un chaparrón actuando y el 7 de agosto Pueblo, que la mimaba, anunciaba que Masiel suspendía sus conciertos y tenía que guardar silencio hasta septiembre porque «cantando en estas condiciones puedo enmudecer para siempre». Así que era imposible su aparición en TVE como cantante. Y durante unos días los españoles siguieron en la prensa los aconteceres, incluida la posibilidad de operarla de desviación del tabique nasal. No solo eso, sino que además Massiel tuvo que dedicarse a rodar una película, anunciada en presan como su «película cumbre», que debía estrenarse de forma inmediata para aprovechar el tirón del La, la, la (el rodaje de Cantando a la vida, coproducción hipano-alemana, terminó a mediados de octubre; la historia es la de una joven ganadora de un festival europeo secuestrada).
Con esa agenda y problemas no parece muy creíble la versión del veto durante un año, que se redujo a unos meses en todo caso, porque en octubre, terminado el rodaje, se anunciaba en la prensa que intervendría en el principal programa de entretenimiento, la mítica Gala del Sábado, el 9 de noviembre. Promocionada aún más al anunciar la cantante que entregaría los honorarios al Colegio de Huérfanos de Periodistas.
Así pues el 9 de noviembre de 1968 Massiel, que ya no debía de tener veto desde octubre, actuaba como artista de cierre en el popular programa Galas del Sábado que había iniciado sus emisiones el 12 de octubre de 1968 como programa estelar de la cadena. En un plató con fotos de Massiel a gran tamaño apareció para cantar, entre otras, la canción que en 1966 le valió el premio de la crítica. No he podido precisar la fecha de 1968 en la que Massiel parece que participó en el programa Contamos Contigo de Laura Valenzuela.
No solo eso, sino que además TVE la eligió en 1968 para anunciar, en el programa especial, las campanadas de año nuevo. Tras un breve discurso a Massiel correspondía la uva de oro que conectaba con la retransmisión en la Puerta del Sol. Es de suponer que también doña Carmen debió perdonarle que según ella no quisiera cantar en el Teatro Calderón en la función benéfica anual que solía celebrarse antes de la Navidad. En 1969 era una de las estrellas principales, junto con Carmen Sevilla, de la película El taxi de los conflictos. En 1968 había rodado Días de viejo color y Cantando a la vida
En realidad el lío de Massiel se produjo bastante más tarde, cuando en 1972 acudió a un programa de entrevistas realizado por José María Íñigo, La gente quiere saber, donde se declaró antifascista («no soy fascista», dijo en realidad), se quejó de la censura, reclamó la autorización del divorcio… El programa fue lógicamente censurado. Pero esta es otra historia y Massiel siguió apareciendo en TVE en 1973.
Dejo las conclusiones al lector.