Meditaciones de Ábalos. Por Eduardo García Serrano.

La gangrena de la corrupción lo emponzoña y lo pudre todo en España. Corrupción mancomunada, tolerada, incentivada, subvencionada. No son casos aislados, anecdóticos, singulares, es una pandemia en la que nos hemos acostumbrado (¡a la fuerza ahorcan!) a vivir sin mascarilla, porque las mascarillas preventivas, profilácticas, también provienen de la corrupción.

No hay referentes, hay resignación. El pueblo, devenido rebaño, acude puntual y entusiasta a las urnas a votar a los corruptos divididos en hatillos o cofradías políticas para entrar todos al comedero de los Presupuestos Generales del Estado. Revestidos de legitimidad democrática obtienen del pueblo al que saquean la patente de corso para seguir saqueándolo una legislatura más. No hay castigo, si acaso un descenso en el botín de escaños que nunca conlleva el desamparo para los náufragos de las urnas; a todos ellos les aguardan las puertas giratorias, los consejos de administración, los puestos dactilares de designación directa, el do ut des de los servicios prestados lejos del foco del primer plano…y a esperar en coyuntura más propicia un puesto de salida en cualquier otra lista electoral, la que sea, da igual.

He saqueado para el partido, he malversado para el partido y, aunque en el reparto del botín, le he sisado al partido una calderilla multimillonaria para solazarme en los burdeles, engalanarme en mansiones caribeñas y ornamentarme de lujo hortera, el partido me debe un buen pasar… si quiere que siga mudo.

El examen de conciencia de Ábalos es silencioso. Sus conclusiones, no: “Jéssica, querida, vístete y llévale esta nota a Koldo para que se la haga llegar a Sánchez. Quiero la misma impunidad e inmunidad que Chaves y Griñán. Me la merezco”

 


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