Jesús Flores Thies
Coronel de Artillería-retirado
Lo que voy a decir a más de uno le va a parecer una tontería intrascendente, pero es que quiero comentar algo que sí parece trascendente, cual es esa frase de “novio de la muerte”.
La iconografía, llamemos popular, no “oficial”, del legionario bajo la sombra siniestra de la Muerte, representada por el clásico esqueleto, me parece (dicho sea con todos los respetos para esa tradición iconofráfica) un poco siniestra. En la misma canción del legionario, la muerte no parece ese siniestro espantajo de cuencas vacías (en la imagen no lo están tanto…), sino que muy bien pudiera ser alguien con figura de mujer, a la que abraza el legionario cuando muere, que siempre es mejor abrazo que a un saco de huesos.
Hay iconografías de la muerte sin necesidad del esqueleto que, la verdad, ni a golpes de Hallowen lo pue-do tragar. Lo del esqueleto o la calavera no va conmigo, aunque esta última tiene un pasar en emblemas de húsares o de otras unidades militares. La necrofilia, insisto, no va conmigo, la belleza de la mujer, aun cuando pueda representar a la muerte, sí. Y no digamos la que representa la vida…
La presencia de la mujer en la Legión habrá modificado algunas cosas, ahora también puede haber novias, y no novios, de la muerte, que son aquellas que combaten y mueren. Problemas que crean los nuevos cambios.
Otra cosa. La cabra legionaria es ya un símbolo y, además, simpático. Con la legión han desfilado hasta jabalíes, pero da la impresión de que la cabra se ha llevado el gato al agua. Y ya no hay ni jabalíes ni cocodrilos, sólo la cabra. Hay que reconocer que cuando la vemos trotar en los desfiles legionarios, la escena tiene su gracia. Sin embargo, y también por razones personales (las cabras se comen los rosales de mi jardín), a mi me cae mejor el perro, y para muestra, exponemos ahí esa magnífica imagen del mejor amigo del hombre. Pero soy consciente de que la tradición hay que mantenerla, así, que tengamos cabra.
Mostramos esa otra imagen de una belleza que ni es cabra ni es perro, es una legionaria. Ante ese rostro, no me extrañaría que un legionario que la viera dijera: “pues me apunto a ser Muerte…”
Alguien dirá: bueno, y tú artillero ¿qué sabes? Pues yo sé, porque conviví con la Legión cuando todavía era Tercio, porque mi padre era capitán en la 1ª Bandera, y a su sombra viví el ambiente legionario en zona de guerra: Talavera de la Reina, febrero-abril de 1937.
Y además he de decir que, estando destinado en Melilla, allá por 1961, el general Gotarredona nos hacía desfilar todos los días en Rostrogordo, de lunes a viernes, a paso legionario, los clásicos 180 por minuto, aunque algunos listos decían que el nuestro era aun más vivo. Y allí llevaban el paso hasta los mulos de Batería de Montaña…
Pues eso, y… ¡Viva la Legión!