Ángel David Martín Rubio
En homenaje y recuerdo a Blas Piñar, fallecido hoy en Madrid, reproduzco las Palabras pronunciadas en la presentación del libro Poesías de Blas Piñar el 7 de febrero de 2013. Que Dios le dé le descanso eterno y a nosotros nos permita recoger la cosecha que sembró con su vida y su muerte.
Quiero comenzar dando las gracias más sinceras a los organizadores de este acto y a Fuerza Nueva Andalucía, promotora de la edición de las poesías de Blas Piñar, por la invitación a dirigirles la palabra y me propongo hacerlo en unos términos que sean, al mismo tiempo, homenaje al autor del libro que hoy se presenta y estímulo para reafirmarnos a la lealtad a los ideales religiosos y patrióticos a que Blas Piñar viene consagrando su vida.
Es difícil expresar las fuentes doctrinales de dicho pensamiento con mayor vigor y capacidad de síntesis que como lo hizo el propio Blas Piñar en un discurso pronunciado el 29 de enero de 1978:
«El tradicionalismo clásico y la doctrina de José Antonio, que trae causa del mismo, llegarán a fundarse y materializarse en una fuerza común, no desde arriba, sino desde abajo, no como exigencia de una ley, sino como una exigencia del corazón y del servicio a España. Fuerza Nueva se define a sí misma como síntesis de los dos grandes afluentes ideológicos que hicieron posible el 18 de julio y no renuncia ni sacude el polvo de sus zapatos, al contemplar la obra realizada por el Régimen de Franco».
Años después, dirá Blas Piñar en una de sus poesías:
Nosotros, aunque cambie el calendario
-fieles a lo que hace tiempo ya juramos-
seguimos, igual que comenzamos
la marcha por el mismo itinerario.
Cambiaron ellos.
Nosotros no cambiamos;
ni siquiera yo, que soy nonagenario.
(p. 80; 23-noviembre-2008)
A nadie sorprenderá que el libro que presentamos se encabece con una cita de José Antonio:
«A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!»
También se podrían haber empleado esta otra:
«En un movimiento poético, nosotros levantaremos este fervoroso afán de España; nosotros nos sacrificaremos, nosotros renunciaremos y de nosotros será el triunfo».
A diferencia de Platón que excluía de su República o Ciudad utópica a los poetas, José Antonio convocaba a los de su tiempo y les reservaba los puestos más eminentes. José del Río ha escrito:
«Más de una vez dijo que son los poetas y los capitanes los que mueven a los pueblos. Palabras que suenan como un rezagado eco del discurso de las Armas y de las Letras. Y no era esto retórica vana, pues era él, Capitán y Poeta, como Garcilaso y cual éste, elegido por un destino tan glorioso como exigente, para morir joven con su animosa juventud, segada en flor en acción de guerra. Porque como campo de batalla victoriosa puede considerarse el trágico patio de la cárcel alicantina en que gano muriendo su gran victoria ya que muertes como la suya son y serán siempre las sementeras de los triunfos definitivos»
(José del Río Sáiz, ABC, 19-noviembre-1961, p.41)
Julián Pemartín recordó en su día que Heidegger tiene un texto glosando este preciso verso de Hölderlin (1770-1843): «Mas lo permanente, lo instauran los poetas». Y dice Heidegger: «La poesía es instauración por la palabra y en la palabra». Comenta también Heidegger otro admirable poema de Hölderlin que transcribimos aquí:
Es privilegio nuestro, de los poetas,
estar de pie ante las tormentas de Dios,
con la cabeza desnuda,
para apresar con nuestras propias manos
el rayo de la, luz del Padre,
y hacer llegar al pueblo, envuelto en cantos,
el don celeste.
Hemos evocado al político (José Antonio), al filósofo metafísico (Heidegger) y al poeta (Hölderlin) para exponer el exacto sentido en que Blas Piñar entiende la poesía.
«José Antonio definió a la Patria con esfuerzo poético de adivinación, y la Patria, para los españoles, dejó de ser un mero soporte físico, gárrula evocación de glorias pretéritas o vana resignación con un futuro sin empresas, y se convirtió en un quehacer común de los españoles, en una misión histórica indeclinable; y el concepto que José Antonio nos dio de la Patria se hizo resorte de voluntades, imperativo de unidad, certidumbre de destino» (Julián Pemartín, Valores humanos de José Antonio).
Evocando al padre Castellani, Antonio Caponnetto recuerda en una conferencia cómo (La poesía del padre Castellani) la poesía y la teología tienen una cosa en común: se sirven de símbolos, pero diferentemente, para atestiguar la verdad a través de la belleza, el otro gran trascendental del ser. La poesía es uno de los caminos del conocimiento y se extravía cuando no se pone bajo otra instancia superior. La excelencia de la poesía radica en que es capaz de levantar el corazón del hombre hacia donde el hombre tiene su tesoro: hacia Dios. Hay entonces una poesía que es esclava de las impresiones y otra que es esclava de la Teología.
Esta última clase de poesía es la que escribe Blas Piñar, él ha querido ser poeta para ayuda a que el corazón del hombre ancle en su tesoro que es Dios.
Poesía y política las entiende Blas Piñar como iluminación de lo circunstancial desde lo esencial, desde la raíz.
Por eso, a lo largo de las páginas de este libro encontramos la expresión de sus momentos de desaliento, de duda, de desesperación, de dolor y de alegría.
Qué soledad inmensa, qué amargura
me sofoca y me sume en este día
y cómo, Señor, me invade la agonía,
y cómo, Señor, el alma se tortura,
hasta el amor quebró su empuñadura
angustiado en la oscura noche fría.
(p. 59)
A través de sus versos se percibe el eco de sus ideas, clamando desgarradoramente por ciudades y pueblos. En sus poemas, el Cristianismo, la Patria, la espiritualidad de la Cultura como cauce de la Civilización, llegan a formulaciones de belleza conmovedora:
Bendita sea la nieve de la cumbre.
Bendito sea el azul del mar.
Bendito sea el fuego de la lumbre.
Bendita sea la calma de mi hogar.
Bendito sea el soplo de la brisa.
Bendita sea mil veces tu sonrisa.
Bendito el árbol verde y el pájaro en su vuelo.
Bendita la nube blanca de mi cielo.
Bendito el paso lento al caminar
(p. 31; 27 de febrero de 1972)
La poesía despierta en los hombres la expectativa de lo Trascendental, de donde brotan la vida y la muerte. La belleza perseguida por la poesía no es apariencia solamente, su finalidad es Epifanía, Manifestación. Esta es la distinción que hace José Antonio, inspirándose en Goethe: frente a la poesía que destruye, la poesía que promete acarrea una felicidad, un gozo y una expectativa de una belleza mayor.
Por eso, la poesía de Blas Piñar es en muchas ocasiones, muchas de las páginas del libro que glosamos, libro de meditación. Y le tomo prestada una de sus plegarias para concluir pidiendo para todos y cada uno de nosotros y para los miembros de nuestra familia espiritual:
[…] Quédate conmigo Jesús amado.
Para el trance difícil de la muerte,
dame tu ayuda y tu cayado.
¡Que tenga yo, Señor, la inmensa suerte
de bañado por luz divina verte,
de amarte y ser amado y no perderte.
(p. 49; Madrid, Noviembre de 1994)