Luis Felipe Utrera-Molina Gómez
NOTA: A veces la realidad te estropea un artículo.
O no. Al final han rectificado, pero ha sido por el clamor que ha provocado su villanía.
Todo un símbolo. El primer zarpazo del odio sectario de la comunista Manuela ha derribado con nocturnidad y alevosía y sin el menor asomo de legalidad, una lápida que recordaba en los muros del Cementerio de Carabanchel Bajo el martirio de ocho jovencísimos carmelitas calzados fusilados en aquél lugar el 18 de agosto de 1936 y beatificados en Tarragona el 13 de octubre de 2013: José Sánchez Rodríguez, de 18 años (fray Ángel María); Nicomedes Andrés Vecilla (fray Bartolomé Fanti María), Ángel Reguillón Lobato (fray Ángel María, los tres naturales de Pajares de la Lampreana, Zamora), fray Francisco María Pérez y Pérez (de Ros, Burgos), de 19 años; fray Adalberto María Vicente Muñoz (de Cuéllar, Segovia), fray Silvano María Villanueva González (de Huérmeces, Burgos) y fray Aurelio María García Antón, de 20 años; más fray Daniel María García Antón, de 22 (estos dos hermanos y de de Navacepeda de Tormes, Ávila).
Todos ellos se despidieron cantando una Salve y abrazaron la palma del martirio perdonando y bendiciendo a sus verdugos en un postrero gesto de amor, que no era sino el signo supremo del triunfo final de unas vidas jóvenes consagradas a Dios y a los más necesitados. Ocho décadas después, el odio se toma la revancha amparándose en una legalidad tan inicua y vergonzante como aquella con la que disfrazaban aquellos verdugos, sus checas y sus comités de orden público sus crueles vejaciones y horrendos crímenes. Una ley alentada por el odio de unos y mantenida por la cobardía de otros, sigue amparando desmanes como éste ante la complacencia de muchos, el silencio cobarde de otros y la impotencia de unos pocos.
¿Qué es más fuerte, Manuela, su amor o tu odio? Tu odio tan sólo busca borrar las huellas terrenales del crimen abyecto de un régimen de terror que jamás podrá olvidarse, es un odio estéril que tan sólo busca esconder la verdad bajo un manto de silencio. Un odio que persigue falsear nuestra historia común reescribiéndola bajo el dictado sectario de quienes carecen de la suficiente humildad para reconocer los errores de sus mayores. Su amor, sin embargo, es señal de salvación, de entrega y de libertad. De una salvación que también te busca a ti, porque aunque tú no quieras, Cristo y aquellos 8 carmelitas y los otros 7.000 religiosos masacrados por el odio a la fe murieron también por ti. Su amor, Manuela, aunque quites las placas, aunque ordenases borrar todo su recuerdo, es un ejemplar monumento del que todo español de bien debiera sentirse orgulloso.
Has demostrado una vez más tu pequeñez y la de quienes han alentado y consentido, por acción u omisión esta iniquidad. Y lo has hecho recordándonos a todos el sacrificio injusto de unas vidas que apelan a la conciencia de toda una nación que no quiso morir entonces y no está dispuesta a sufrir de nuevo bajo el yugo de quienes tanto miedo tienen a la verdad y a la libertad.
Pero no te daré el gusto de una victoria. No estoy dispuestoa regalarte mi odio, pero tampoco mi indiferencia. Como español, alzo mi voz para denunciar vuestra mezquindad y pedir a quien pueda escucharlo que no dejen ni un solo día de recordar a sus hijos, a sus amigos, a sus hermanos, la limpia lección de amor y de hombría que tratan de borrar de nuestras calles. Como cristiano, te encomiendo a esos ocho carmelitas, para que su bendita sangre derramada sirva para abrirte los ojos antes de que sea demasiado tarde.
Si ellos perdonaron a sus verdugos, yo también te perdono. Pero mientras Dios me dé vida, no dejaré de luchar con mi pluma, con mi palabra y con mi ejemplo para que el odio, la mentira y la cobardía no se apoderen de nuevo del alma dolorida de España.