Quien quiere también ofende, por el Tte. Gral. Emilio Pérez Alamán

Emilio Pérez Alamán

Teniente General (R)

 

Si nos ajustáramos a pasadas costumbres en las que la autoridad moral o social, la calidad intelectual de las personas o solo la mayor experiencia de la edad suponían una diferencia apreciable entre las personas a la hora de dar consejos o recriminaciones ofensivas, tendría cabida el antiguo refrán de que “No ofende quien quiere sino quien puede”.

Sin embargo en las últimas cuarenta y ocho horas hemos sido testigos de como personajes sin ninguna altura moral, más bien todo lo contrario, no solo han ofendido sino que han insultado y humillado a lo más sensible del conjunto de los españoles. A sus víctimas del terrorismo.

Quienes así han actuado lo han hecho desde el poder, no el de las cualidades humanas arriba mencionadas de las que carecen como acaban de demostrar, uniendo el hipócrita homenaje institucional a las víctimas del terrorismo con el insulto nacional de dar cancha en la televisión pública a uno de los terroristas que causaron daños irreparables y que se mantiene, sin el menor arrepentimiento, en las instituciones con el beneplácito de los que por tener el poder quieren ofendernos y humillarnos a todos

Con este despreciable aperitivo, los representantes del pueblo español, en la sede de la soberanía nacional, más revueltos que juntos, han querido ofendernos en el acto de homenaje a las víctimas del terrorismo con gestos y actitudes de todo tipo que más humillan que homenajean con la presencia de representantes de los verdugos en el hemiciclo que acoge a la representación de todos por igual y no a los miembros de los distintos clanes políticos, como olvidan sus señorías.

Es lamentable que haya que recordar a los diputados desde el pueblo soberano que aquellos que sientan a España y a sus compatriotas asesinados por encima de sus ambiciones partidistas y personales deben evitar que se ofenda ni a la Patria ni a las víctimas por que lo quiera el poder institucional. En el caso de no tener capacidad de eliminar tal hipocresía siempre existe la posibilidad de no participar en ella y ausentarse de tal esperpento, como se ha demostrado.

Para que la ofensa y humillación no quedaran en esta ocasión en los dos hechos reseñados, también hemos tenido constancia en estas fechas de la ya conocida actitud del ex presidente Rodríguez Zapatero en lo referente a la negociación con la banda de ETA y que sería muy conveniente esclarecer para despejar la duda de quien ofende porque quiere o porque puede.

Por último no dejaremos sin comentar la ofensa que quieren mantener sin pausa y sin freno los involucrados en el proceso golpista por la independencia de Cataluña, cuyo consejero de interior ha puesto la guinda con ocasión de la intervención de la Unidad Militar de Emergencias en el fuego que todavía devasta miles de Hectáreas en Tarragona y que el Sr, Buch considera como una ayuda del país vecino, con la única intención de querer ofender.

Para terminar como empecé, creo que el significado antiguo del refrán en cuestión ha quedado desfasado por la evolución de los tiempos y costumbres y es más difícil distinguir al que ofende porque quiere o porque puede. En su origen la ofensa o el halago era de considerar si quien lo hacía tenía poder para ello por experiencia, conocimiento o altura moral y no tenía valor si el que exaltaba o humillaba solo quería beneficio o venganza respecto al aludido. Ahora es diferente, el que quiere también ofende.


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