Raúl Quirós: “El régimen franquista tuvo legitimidad de origen y legitimidad de ejercicio”. Por Javier Navascués

Raúl Quirós es un joven filósofo y politólogo que lleva años estudiando la legitimidad del franquismo desde una perspectiva objetiva, académica, no ideologizada y no sujeta a sentimentalismos, esto es, desde la filosofía política tradicional, un trabajo arduo que bien merece un libro, que Dios mediante saldrá en unos meses a la luz. Al autor le gustaría agradecer a los profesores del Máster en Estudios Humanísticos y Sociales de la Universitat Abat Oliva CEU, en especial a Enrique Martínez, decano de la Facultad de Humanidades, y a Miguel Ángel Belmonte, su director de tesina, todo lo que le han enseñado y la ayuda que le están prestando. Por ahora les adelantamos algunas de las líneas maestras de este trabajo.

¿Qué entendemos por legitimidad?

 

Hoy en día es común encontrar académicos que identifican legitimidad con legalidad; sin embargo, se trata de un grave error conceptual. Esa falla tan extendida explica el porqué numerosos intelectuales dan legitimidad a gobiernos tiránicos y, en cambio, deslegitiman a nobles gobiernos.

¿Fueron legítimos los gobiernos de Aznar de 1996 y de 2000?, ¿fueron legítimos los gobiernos de Zapatero de 2004 y de 2007?, por poner algunos ejemplos. Si atendemos a la legalidad vigente, todos estos fueron legítimos. Empero, este concepto de legitimidad apunta a algo muy distinto a lo que nosotros entendemos por tal. Ni los gobiernos del primero ni los del segundo fueron legítimos, principalmente porque no buscaban el bien común. Y no digo que no lo encontraron (por torpeza o circunstancias adversas), sino que NO LO BUSCABAN, y esto es determinante, sin perjuicio que deban darse también otras condiciones.

¿Por qué es necesario que un gobierno sea legítimo?

Que un gobierno sea legítimo es importante fundamentalmente por dos motivos. En primer lugar, porque, a priori, evitará la sublevación popular contra él y, por tanto, la paz interna del país estará garantizada. Sin embargo, y en segundo lugar, como no se puede descartar la posibilidad de un levantamiento a causa de un envenenamiento del pueblo por parte de un agente tiránico que instrumentalice a la población para hacerse con el poder, el gobierno legítimo objeto de ataque estará moralmente justificado para utilizar la fuerza defendiendo su ‘trono’, ya que al hacerlo estará protegiendo al pueblo al cual sirve, para librarlo de un poder que, en caso de establecerse, no buscaría el bien común, o, lo que es peor, podría buscar activamente la destrucción (física y/o moral y social) de los gobernados.

¿Por qué decidió estudiar la legitimidad del franquismo?

En los últimos años, el franquismo ha sido atacado por la izquierda y por la derecha, ambos hijos del mismo amo, no nos engañemos. Así, me he decidido a aportar mi humilde granito de arena para intentar demostrar su legitimidad desde una perspectiva objetiva, académica, no ideologizada y no sujeta a sentimentalismos, esto es, desde la filosofía política tradicional. Con este estudio pretendo, por un lado, acometer un acto de justicia histórica, y, por otro, mostrar a los más jóvenes el que podría ser un paradigma a adoptar para el futuro.

No cualquier legitimidad, sino a la luz de la Tradición, ¿Qué entendemos por Tradición?

La palabra tradición también ha sido objeto de disputas y de falsas etiquetas.

Lo que nosotros entendemos por filosofía tradicional no es más que todo lo bueno del pensamiento greco-romano elevado por el mensaje de Cristo, el cual ha sido desarrollado magistralmente en forma de filosofía por la patrística y la escolástica.

¿Cuáles son los principales fundamentos de esa legitimidad?

Los principales fundamentos de la esa legitimidad tradicional son, entre otros, la dignidad de la persona, la búsqueda del bien común y el respeto a la naturaleza humana.

¿En qué fuentes ha basado su investigación?

Para la acotar lo que entendemos por filosofía política tradicional, me baso en textos clásicos, patrísticos y escolásticos. Una de las fuentes principales de las que bebo es la obra de Tomás de Aquino, pero también la de Aristóteles, la de Platón y la de Agustín de Hipona, entre muchos más.

Para comparar las bases especulativas del régimen de Franco con esta filosofía y poder establecer el nivel de compatibilidad entre ambas, me apoyo, entre otras fuentes, en las Leyes Fundamentales del Reino (como “constitución” del sistema), en sus principales leyes sociales y políticas, en los discursos de Franco y en los de personalidades destacadas del régimen, así como en documentos oficiales de sus gobiernos.

Por último, también me nutro de fuentes estrictamente históricas, las cuales me sirven como indicadores de efectividad de las leyes y propósitos del régimen objeto de estudio.

Sin embargo a pesar de estos sólidos fundamentos su legitimidad ha sido muy atacada.

Es cierto. Como he dicho antes, la legitimidad del franquismo ha sido atacada por la izquierda y por la derecha. La izquierda y la derecha, aunque antagónicas en lo accidental, están de acuerdo en lo esencial. Ambas, con su infinidad de derivados, son un conjunto de ideologías fruto de la modernidad; y ya sabemos que la modernidad, en mayor o menor grado, pretende ‘matar’ a la verdad y, por ende, a la tradición. Si el régimen de Franco es un oasis de tradición (al menos en la esencia) dentro del desierto de la modernidad, es lógico que izquierdas y derechas coincidan en atacarlo.

La Iglesia en su momento legitimó el franquismo.

Con la Iglesia hemos topado, ¡y para bien!, como casi siempre y a Dios gracias. El Papa Pío XI reconoció al régimen de Franco a mediados de 1938 (todavía en guerra). Su sucesor, el Papa Pío XII, agradeció en 1939 la victoria al Caudillo de España, calificándola de católica, y en 1953 le concedió el Gran Collar de la Orden Suprema de Cristo. Y esto son solo tres ejemplos.

La Doctrina de la Iglesia siempre ha defendido la diferencia entre la legitimidad de origen y la de ejercicio, incluso quien no tuviere la legitimidad de origen, sí actúa y gobierna con acierto y sentido del interés común, alcanza la plena legitimidad.

En 1931, el rey Alfonso XIII abandonó a su pueblo y se constituyó la II República sin el apoyo popular suficiente. Quizá hubiese sido un buen momento para restaurar la monarquía tradicional en la figura de otro monarca con legitimidad de origen, aunque esto daría para otra investigación.

En cualquier caso, en 1939, acabada la guerra civil, España no tenía un monarca con derechos dinásticos procedentes de Alfonso XIII, por haber este abandonado a España, y la II República no fue legal y tampoco legítima, por lo que se daban las condiciones y la necesidad de nombrar a un monarca. ¿Quién mejor que aquel que por sus méritos había salvado a España de la ruina moral y social? Y, no en forma de “monarquía de sangre azul” pero sí asimilable al concepto clásico de monarquía, Francisco Franco fue proclamado Jefe de Estado. Así, podemos considerar que el régimen de Franco gozó de legitimidad de origen.

Por otro lado, y en base al cumplimiento de las condiciones que la tradición nos ha enseñado para considerar el segundo tipo de legitimidad, algunos de las cuales ya hemos apuntado al principio de esta entrevista, podemos también afirmar que el régimen franquista estuvo revestido de legitimidad de ejercicio.

PUBLICADO EN EL CORREO DE ESPAÑA


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