Sí, soy franquista. ¿Tan raro soy?, por Juan Chicharro Ortega

 

Juan Chicharro Ortega

Presidente de la FNFF

 

Hace unos días la bancada que ocupa la denominada derecha en el Congreso de los Diputados se estremeció e indignó cuando el diputado socialista Odón Olorza les tildó de franquistas. ¡Toma ya! franquistas nada menos y es que le llamen a uno franquista hoy es sinónimo de troglodita, genocida, bárbaro, o cualquier cosa similar. No tardaron mucho en surgir algunas voces, como por ejemplo, Monserrat Dolors, desde el Parlamento europeo, en responder airadas a esta ignominia. ¡Faltaría más!

Por otro lado no sé de ningún diputado que haya respondido con algo así como: sí y ¿qué? Soy franquista, ¿pasa algo? ¿Cuál es el problema? Mejor callarse pensarían muchos que de corazón hubieran respondido de esta guisa. Pero ¿para qué meterse en líos innecesarios? Eso son cosas del pasado , dicen.

La cuestión no es ser partidario en estos momentos del restablecimiento de un régimen como el que lideró Francisco Franco toda vez que muchos consideramos , yo el primero, que es algo imposible de todo punto en los tiempos actuales, sino el reconocer y defender la figura histórica de quien en circunstancias específicas y tremendamente difíciles sacó a nuestra Patria de la miseria y la ignorancia tras vencer al comunismo en una cruenta y desgraciada guerra civil.   

Hay que reconocerlo. Defender a Franco en la actualidad no deja de asombrar a muchos. Y es que su figura histórica ha sido tan tergiversada que la imagen que se tiene de su persona es irreconocible. Desde el momento mismo de su muerte en 1975 comenzó una especie de adoctrinamiento, liderado por aquellos que nunca perdonaron ser vencidos en la Guerra Civil, que hasta los descendientes de sus más fervorosos devotos le niegan hoy el pan y la sal; incluso algunos, cobardemente, hasta avergonzados de su propio pasado.

No deja de asombrarme hasta que punto es cierto lo que acabo de decir. Los que ya peinamos canas recordamos nítidamente las inmensas manifestaciones de apoyo a su persona allá donde fuera. Tal era el agradecimiento del pueblo español hacia su persona. ¡Ah! Y si alguno no me cree que acuda a las hemerotecas. Por ejemplo, váyanse a recordar las visitas de Franco a Cataluña o a las provincias vascongadas o Navarra. Las imágenes no mienten.

Nada más cierto que, por razones del paso del tiempo, muchos de los que le atacan son nacidos después de 1975 y por lo tanto no vivieron la época del mandato de Franco, y sólo se atienen a lo que les han contado y cuentan sus detractores. Es inmensa la bibliografía que existe sobre la figura de Franco y, aunque hay mucho lo escrito con objetividad, no parece que sea objeto de lectura por la mayoría de los que dominan la opinión pública. Consecuentemente, la incultura histórica es asombrosa, y desde luego la poca que tienen es adoctrinada y perversa.

Yo nací en el año 50 del siglo pasado y por lo tanto, aunque no viví un largo periodo de aquella época, sí fue suficiente para saber que todo cuanto se cuenta en la actualidad es mentira tras mentira. Por supuesto que conocí la efervescencia de la universidad en aquellos días contraria al régimen y he de reconocer que, instalado yo en el ámbito de monárquicos tradicionalistas, veía con esperanza la restauración de la monarquía. Pero no era ajeno, ni mucho menos, a los cambios que España experimentaba bajo la égida del Generalísimo y la seguridad que reinaba en las calles. La oposición real al Régimen sólo se percibía en el ámbito del PCE y sus derivados terroristas, pero nada más. Hoy no puedo más que asombrarme una y otra vez cuando parece desprenderse que en España todo el mundo estaba contra Franco y esto es, simplemente, una falacia descomunal. El Régimen estaba bien asentado en el apoyo generalizado del pueblo, consciente de la política económico social que estaba transformando España a pasos agigantados.

Más todo ha cambiado hoy y de ahí el susto de tantos cuando les tildan de franquistas, incluso aquellos que sin saberlo defienden los mismos principios que guiaban a España entonces.

Qué es ser franquista hoy ?

La respuesta es muy sencilla: ser afín a los puntos claves y fundamentales de la política general de entonces como el espiritual, de la defensa de nuestra fe y del predominio de los valores del espíritu; el nacional, de mantener a España, aunque diversa, unida y el social, de difundir la cultura y alcanzar una progresiva elevación del nivel de vida y una más justa distribución de la riqueza. Fueron entonces las tres bases sencillas que unieron a los españoles.

Son principios que cuando uno observa la España de hoy adquieren valor añadido.

¿Tan raro es sentirse próximo a estos principios? Honradamente, si así lo es he de reconocer que soy bastante raro.

¿Y porqué he de avergonzarme de ello ?

Alegan que porque aquello fue una dictadura y no una democracia al estilo de la actual sin tener en cuenta que la Historia ha de estudiarse y analizarse siempre desde la perspectiva histórica, nunca desde la óptica de nuestros días. Lo que hoy no nos parece aceptable sí lo era en circunstancias especiales. Y así lo era –y es– no sólo en España, sino en todo el mundo. Y nos lo dicen quienes tienen sometida nuestra Patria a una cuasi dictadura social comunista con políticas ajenas al interés común y desde un sistema partitocrático al que se puede definir de muchas maneras pero desde luego de democrático nada de nada. Así que no me hablen de dictaduras y dicho sea de paso sí es cierto que las libertades formales de entonces no eran las de ahora pero las personales eran muy superiores a las de ahora.

Franco es Historia. Defendamos su legado desde la verdad, toda la verdad y sólo la verdad. Engañar a los jóvenes actuales, –muchos ya no tanto– es como hacernos andar por un estrecho túnel, que sólo conduce al odio y a una absurda, anacrónica e inútil revancha. El pensamiento, si no pretende manipular, debe construirse sobre datos fiables, veraces y completos.

Y es que, en esta sociedad adormecida e inculta, alguien tiene que decir todo esto a las nuevas generaciones. Por eso defiendo a Franco y me considero franquista; o sea, seguramente un bicho raro.  

 

 


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