Pío Moa
Creo recordar haber leído esta frase de Josep Pla en referencia a la guerra civil: “Si se corta un queso por la mitad, no es probable que una parte salga queso de bola y la otra camembert”. O algo así. Y no hace mucho Esperanza Aguirre dijo algo parecido: que en los dos bandos había habido hechos heroicos y atrocidades. La frase de Pla es ingeniosa, pero falsa, como ocurre con casi todas las frases ingeniosas. Y la de Aguirre, no menos. En realidad los dos bandos fueron muy distintos, y la idea derechista de una guerra entre hermanos nunca fue aceptada por la izquierda. Y sigue sin ser aceptada, baste reparar en el turbio revanchismo que rezuma su memoria “histórica”. Así, una de las diferencias mayores entre los dos bandos fueron los actos heroicos, abundantes en el nacional y prácticamente inexistentes en el contrario. En una guerra, suelen calificarse de heroicos los episodios de lucha o resistencia prolongada en manifiesta inferioridad material, prueba de la convicción moral de quienes así se portan, tanto si el resultado es victorioso como si no.
Heroicas son, por ejemplo, las resistencias del cuartel de Simancas, el santuario de Santa María de la Cabeza, el Alcázar de Toledo, Oviedo, Huesca, Teruel, Belchite y otros menos conocidos. Ninguna de estas acciones fue vana, porque frenó o dispersó cuantiosas fuerzas enemigas o terminó en derrota de ellas. En el bando del Frente Popular no hay ningún ejemplo parecido. Durante años la propaganda puso por las nubes la resistencia de Madrid en noviembre de 1936, pero esta se dio con superioridad numérica, de material y de posición táctica de los resistencies, que tuvieron la posibilidad de envolver y destruir a las fuerzas atacantes, lo que tampoco lograron, quedando la batalla en empate. Ni en el norte ni en ninguna otra campaña ofrecieron las fuerzas antinacionales más que algunas resistencias tenaces, pero sin alcanzar el rango de las primeras. Evidentemente, las fuerzas del Frente Popular luchaban con mucha menos convicción por sus ideales revolucionarios y separatistas, que las nacionales por la unidad de España y la cultura cristiana. Y conviene recordar este dato: los reglamentos militares del bando izquierdista-separatista se endurecieron hasta extremos de verdadero terror, sin el cual su ejército se habría descompuesto antes. Además, la contienda terminó, muy reveladoramente, en medio de una guerra civil entre las propias izquierdas.
Viene esta reflexión a cuento del aniversario de la liberación del Alcázar de Toledo. Aquella gesta se convirtió en un símbolo de respercusión mundial y en una pesadilla para el gobierno del Frente Popular, que varias veces anunció –vanamente– la toma de la fortaleza. Pues bien, con su característica e insondable ruindad y mentalidad de Gran Hermano, las izquierdas actuales han borrado del Museo del Ejército allí trasladado las referencias a la conversación de Moscardó con quienes le amenazaban con fusilar a su hijo si no se rendía. Y tratan de convertir el lugar en una especie de tenderete de bodas, actos sociales y venta de mercaderías diversas. Con la anuencia de un gobierno de derechas especializado en escupir sobre las tumbas de sus padres, olvidar el pasado y sus lecciones para “mirar al futuro”. Con ojos bovinos.