Tumbado a la bartola

Honorio
Feito

Todo el mundo conoce
aquella máxima romana según la cual la mujer del césar no sólo tiene que ser
honrada, sino también parecerlo. La viñeta de Ricardo, en El Mundo, edición del
jueves 4 de mayo de 2017, refleja la imagen de se tiene del Presidente del
Gobierno, don Mariano Rajoy Brey. Para los que no la han visto, una pequeña
descripción: el señor Rajoy, echado sobre una tumbona, se fuma un habano con
deleite mientras despacha con la vicepresidenta, la señora Soraya Sáenz de
Santamaría. Una morcilla recuadra el diálogo, en el que el Presidente le dice a
su interlocutora que ha tenido que dar mucho a los vascos para sacar los
presupuestos… y ella, con aspecto de colegiala avispada, disciplinada, con
carita de empollona, parece asentir positivamente… Me quedo, de todo ello, con
la imagen del Presidente, echado sobre una tumbona, tapando las partes púdicas
con una barrica, que es un elemento, junto al habano, y la postura que dan
mordiente a la caricatura, que no alcanza, por otra parte, la hiel de la prensa
burlesca que pusieron los franceses de moda en el siglo XIX y que tuvo en
España también extraordinarios seguidores y artistas, entre otros, los hermanos
Bécquer.

No es nueva ni es de
ahora la imagen de un Rajoy entregado a sus aficiones –en épocas de
competiciones deportivas, frente a un receptor de tv siguiendo los
acontecimientos del Tour de Francia, o de la Champions…- y creo que no es bueno
que los medios transmitan una idea que, acertada o no, ponga en entredicho no ya
la capacidad, que nadie discute, sino el compromiso de quien tiene en sus manos
la facultad de trabajar por el bien de todos. Voy más allá y digo que deberían
ser sus más cercanos confidentes, sus más allegados colaboradores, quienes
deberían proponer un cambio, una actitud diferente, para corregir o enmendar
esa imagen si como yo creo no corresponde con la realidad.

Vertebrar una
sociedad, embridar como dicen algunos académicos, las cuestiones de Estado es
una tarea ardua que va más allá de la economía, factor determinante en nuestros
tiempos, pero no único. Tal vez hemos perdido calidad de vida porque en
nuestros horizontes ya no vemos más que la economía, a través de sus diferentes
expresiones. Se cuantifica el esfuerzo, el trabajo, el ocio, la vida pasajera…
y no hay lugar para otras expresiones que tienen que ver con los aspectos
sociales. Los periodistas no buscamos contemplar un cuadro por su belleza
plástica, ni un libro por la originalidad de la historia que encierra, sino que
nos mueve en ello el valor del cuadro en el mercado, para deducir su calidad, y
el éxito del autor de ese libro medido en ganancias, cuando el noventa y muchos
por ciento de los que publican algo hoy día se autofinancian ellos mismos.

Ya no hay lugar para
los sueños. Es casi imposible encontrar en los medios, tradicionales o
digitales, artículos sobre literatura, historia o filosofía que no ponderen el contravalor
monetario, si es que cabe la cuadratura del círculo.

Es probable que en
esto de la imagen, como en otras cuestiones probablemente más importantes, a
los responsables del Partido Popular (últimamente tan de moda en esto de la
imagen), no les importe que desde los medios se esté dando un perfil del
Presidente del Gobierno de España tan pueril, pero mientras que estos
responsables desestiman, por lo que estamos viendo, corregir esta apariencia
presidencial se está hilvanando un tejido con el que se pretende envolver
nuestras conductas con comportamientos sociales ajenos a nuestro acervo
cultural.

Rajoy, que lo tuvo
todo en la anterior legislatura, pudo haber derogado leyes que están en el
ánimo de la sociedad, como la tan cacareada Ley de Memoria Histórica impuesta
por Rodríguez Zapatero (que Dios nos mantenga alejado por los siglos de los
siglos); no cumplió con la exigencia social de la Ley del Aborto… y lo que
considero más importante, no hizo nada por alcanzar un pacto con los partidos
de la oposición, desde un lugar de privilegio como él tuvo, sobre los asuntos
verdaderamente importantes como son nuestra política exterior (hoy a los
venezolanos les falta el compromiso de España); en materia de Educación, donde
su flamante ministro Méndez de Vigo acaba de suspender el suspenso, que era la
garantía de que el que pasaba de curso lo hacía con la seguridad de haber
demostrado su aptitud; o en cuestiones sociales como el aborto, por ejemplo,
que más que resolver el problema, lo convierte en una bandera de
reivindicaciones de un falso liberalismo con el que los de siempre pretenden
asociar a los desesperados. Alcanzar un acuerdo con las demás fuerzas para que
la participación de nuestras Fuerzas Armadas, en misiones en el exterior, no
caigan en el ridículo como la retirada de escenarios cuando Rodríguez Zapatero
(que Dios nos mantenga alejado por los siglos de los siglos), entró en aquel
nefasto gobierno; un signo, en fin, de generosidad que habría venido a aportar
soluciones a los muchos y graves problemas que tenemos planteados.

En fin, es una pena
ver que el Presidente de todos los españoles se tumba a la bartola
contradiciendo aquella otra máxima que dice: la cantidad de cosas que se pueden
llegar a hacer cuando uno se pone a trabajar.


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