UN ESLABÓN ENTRE GENERACIONES Por Juan Chicharro Ortega

                                                                                                           Juan Chicharro Ortega

 

Entendemos como eslabón la pieza que enlazada con otra forma una cadena y también el elemento necesario para el enlace de sucesos o argumentos.

Hoy les escribo sintiéndome un eslabón entre cinco o seis generaciones. Un nexo de unión de la historia de España durante algo más de un siglo.

Lo hago desde la sierra norte de Madrid donde me encuentro asistiendo al entierro de un familiar. Son numerosas las personas presentes en este sencillo y triste acto. Observo con detenimiento y no es difícil darse cuenta que soy, quizás con algún otro, el mayor de los que aquí estamos. Son numerosos los pequeños que pululan por estos alrededores con la alegría innata que da la juventud. También los hay menos jóvenes pero también en la plenitud de su vida. Y en este ambiente de silencio y recogimiento pasan por mi mente a toda velocidad, como si de una película se tratase, tantos recuerdos de los que nos antecedieron en el tiempo: padres, abuelos y bisabuelos. Sin su existencia en el pasado hoy no estaríamos aquí. Y mientras observo a algunos de los más jóvenes enfrascados en sus teléfonos móviles recuerdo en la lejanía a mi bisabuela con la que conviví más de veinte años. Recuerdo como si fuera ayer mis conversaciones con ella de una época muy remota para los presentes; en efecto, su marido, mi bisabuelo, había luchado en las Islas Filipinas en la última decena del siglo XIX y eso ella lo tenía muy presente. Me hablaba de la España que cerró un capítulo de una larga historia de 400 años allende los mares. Una España que cayó en la depresión histórica que plasmaron tantos intelectuales de la llamada generación del 98 ¡hay que cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid! gritó angustiado Joaquín Costa. Y vinieron después las revueltas sociales de principios de siglo y el conflicto en Marruecos pero el patriotismo no murió si bien quedando muchas veces caído en las montañas del Rif.

Veo de nuevo a los más jóvenes corretear sin parar y me pregunto: ¿acaso sabrán ellos porqué en medio mundo se habla y reza en español?  

Pasan las imágenes y me veo hablando con mi abuela de la revolución de 1936. Allí las milicias comunistas asesinaron porque sí a mi abuelo así como a dos hermanos de mi padre también; su único pecado: ser católicos y conservadores, alejados de las doctrinas marxistas que pretendían adueñarse de nuestra Patria.

La España deprimida de finales del siglo pasado estaba tocando fondo. La España que refundaron los Reyes Católicos con fundamento en el Rey Recaredo y Don Pelayo siglos antes estaba en aquellos días en peligro de muerte. Y surgió de repente una generación de españoles que entroncando con el espíritu de la lejana reconquista  capitaneados por un enviado de Dios llamado Francisco Franco salió a los campos de España y nos devolvió muchas de las glorias pasadas. La vieja España inmortal renació de las cenizas y es ahí cuando veo a mi padre con su boina roja y fusil al hombro combatir en España y en las heladas estepas rusas donde quedaron para siempre otros dos hermanos suyos. Lucharon y murieron por una España mejor y levantaron después una Patria grande y orgullosa de su pasado. Y así, a la muerte del Caudillo Franco, otra generación vio con ilusión inicial como esa grandeza recobrada iba a entroncar con el mundo moderno en el que le tocaba vivir. Pronto esa ilusión se fue haciendo añicos paso a paso. Aparecieron de nuevo los viejos partidos y las viejas políticas. Los mismos que nos llevaron al 98 y después al 36. Hoy las circunstancias no son las mismas pero empiezan a ser muy parecidas: descristianización creciente de nuestra Patria, quebrantamiento de la unidad nacional, división de la sociedad, no ya en clases sociales, que también, sino en concepciones distintas e inventadas de la vida. Y así, vemos como por primera vez en cientos de años se va a homenajear a tantos miles de muertos sin siquiera un oficio religioso en el Palacio Real. Y digo yo: ¿porqué un homenaje? ¿por haber muerto por la negligencia de unos políticos incompetentes? Pienso que lo suyo sería rezar por sus almas y para que recen por nosotros. Son más de 45000 muertos los desaparecidos en esta pandemia que lo menos que se merecen es un funeral religioso como seguramente habrán tenido en privacidad y les hubiera gustado. El hecho de que socialistas y comunistas lo quieran así es lo suyo. Lo grave es que Instituciones nacionales y demás partidos se presten a esta pantomima dando  imagen del grado de degeneración en que han caído. Salvo VOX todos. Esta es una España irreconocible. Lo dije en un artículo anterior : ante el acto laico del próximo día 16 de julio en el Palacio Real no ya Franco sino todos los Reyes Católicos de nuestra historia se van a retorcer rabiosos en sus tumbas.

Y mientras todos estos pensamientos fluyen en mi interior, en este día de la sierra madrileña, contemplo una vez más a esa quinta generación de españoles que corren y ríen en  una España abúlica y rendida que nada tiene que ver con la de sus antecesores.

Siento que soy ese eslabón que aún les une a una grandeza anterior pero un eslabón que se rompe en soledad. Si se llegara a romper la cadena desaparecerá.

Un eslabón perdido o un eslabón roto.

 

 


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