Un salto al vacío

Daniel García Juesas 

 
 
 
España es diferente, no cabe duda. Se asombra porque un individuo es capaz de saltar al vacío cuando ella misma como colectivo hace muchos años que hizo lo mismo. España saltó al vacío cuando aprobó la Constitución del 78 donde se establecían solapadamente los gérmenes de la corrupción política que ahora lamentamos; cuando creyó que de las urnas saldrían la verdad y la justicia, ignorando que los valores son categorías de razón y no frutos de la voluntad mayoritaria; cuando se fió de unas listas electorales en las que los méritos de algunos de sus miembros eran precisamente carecer de ellos; cuando socavó los cimientos de la sociedad al atacar la familia con la ley del divorcio; saltó al vacío cuando prefirió dar muerte a millones de niños con la ley del aborto; cuando asistía con cara de falsa pena a los funerales de las víctimas del terrorismo.
 
 
España saltó al vacío cuando desmanteló su pesquería y su industria a cambio de unos fondos groseros (destinados a tapar cuatro bocas y cuatro agujeros) para yacer en la cama europea con unos personajes que ahora la desprecian.
 
 
Como el descenso en el vacío es un movimiento uniformemente acelerado, la velocidad se agravó cuando no se suspendieron en el tiempo (hasta que se aclarasen los hechos) unas elecciones celebradas tan sólo dos días después del mayor atentado terrorista sufrido en España; cual fruto podrido de aquellas urnas teñidas de sangre salió el más nefasto de los gobernantes de esta querida piel de toro, el cual incrementó la celeridad de la caída facilitando el acceso a las instituciones de la banda terrorista vasca amén de aumentar la tasa de paro mientras tenía callados a los sindicatos a costa de generosas subvenciones.
 
 

 Y al igual que una masa de líquido lanzada al vacío se va desmembrando poco apoco, así mismo sucede con la disgregación territorial que ahora aparece desafiante pero sin renunciar a seguir mamando de los fondos del Estado.
 
 
Pero España es diferente, no cabe duda, y, así como ya salió de innumerables atolladeros a lo largo de su maravillosa y aleccionadora historia, un día llegará en que (hayamos tocado fondo o no) algunos llorarán la pérdida de sus privilegios y otros reirán porque habrá llegado la hora de la reconstrucción y de nuevo tendremos ¡España!
 
 

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