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En julio de 1936, puesto de acuerdo con los militares que preparaban el Alzamiento, y después de negarse a entregar las armas y las municiones a las milicias del Frente Popular -que le habían sido solicitadas por el subsecretario de Guerra, el general Federico de la Cruz Boullosa, y más tarde por el teniente coronel Juan Hernández Sarabia, los generales Sebastián Pozas Perea, José Riquelme y López-Bago, y el ministro de Instrucción Pública, Francisco Barnés Salinas-, el día 21 de julio, a las 7 de la mañana, ordenó a las unidades que estaban bajo su mando que procediesen a declarar el estado de guerra en la plaza, lo que inmediatamente hicieron con las solemnidades del caso. El capitán Vela, al mando del piquete reglamentario, leyó en el patio del Alcázar, a los pies de la estatua de Carlos V, el Bando de guerra firmado por el coronel José Moscardó Ituarte, en su calidad de Comandante Militar de la Plaza.
Las tropas nacionales viendo que no podían resistir los duros y violentos ataques que, por tierra y por aire, dirigieron contra ellas los frentepopulistas tuvieron que, con unos 1.250 hombres, 500 mujeres y 50 niños, replegarse a la fortaleza del Alcázar. Entre las muchas vicisitudes que tuvieron que soportar, Moscardó tuvo que rechazar una propuesta de los asediantes, consistente en salvar la vida de su hijo Luis, que se hallaba en poder de los rojos -que fue, posteriormente, asesinado-, a cambio de entregarse él y los que le seguían.
Durante el sitio creó un diario llamado El Alcázar, que se comenzó a publicar en ciclostyl, a modo de boletín de noticias, y que posteriormente se convertiría en periódico, hasta que se vio obligado a cerrar por el ‘democrático’ comportamiento del PSOE, en la década de los ochenta.
El Frente Popular había anunciado repetidas veces la toma del Alcázar, pero la falsa noticia era desmentida por los hechos.
Consiguió resistir hasta el 28 de septiembre de 1936, fecha en que fue liberado el Alcázar por las tropas mandadas del general José Enrique Varela Iglesias. Al pisar los libertadores las ruinas inmortales, el defensor de la fortaleza, José Moscardó, dijo escuetamente: “Sin novedad en el Alcázar, mi General”. Un periodista extranjero, al contemplar estos hechos, escribió: “Arrodillémonos ante estos hombres: son la dignidad del mundo. Ellos nos engrandecen con su heroísmo. Por ellos estamos seguros de que el alma humana es todavía capaz de infinita grandeza”.
Al día siguiente de la liberación, llegó Franco, siendo saludado por el Coronel Moscardó con estas palabras: “Mi general, le entrego el Alcázar destruido, pero el honor queda intacto”.
Condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando, fue inmediatamente ascendido a General de Brigada, recibiendo el mando de la División de Soria.
En marzo de 1937, mandó las tropas en la batalla de Guadalajara. Como Jefe del Cuerpo de Ejército de Aragón, participó en la ofensiva sobre Cataluña y en febrero de 1939 fue ascendido a General de División. Finalizada la contienda fue nombrado Jefe de la Casa Militar del Generalísimo, Jefe de la Milicia y Consejero Nacional de FET y de las JONS.
En 1941 fue designado por Franco como representante del Ejército en la visita al frente ruso donde combatía la División Azul.
En 1943, como Teniente General, tomó el mando de la 4ª Región Militar, con sede en Barcelona, y combatió a los maquis en el valle de Arán. Luego fue Capitán General de la 2ª Región, Delegado Nacional de Deportes, donde realizó una ingente tarea e hizo renacer el deporte nacional, Presidente del Comité Olímpico Internacional, Procurador en Cortes, vocal del Consejo Nacional de Educación, Consejero del Patronato de Apuestas Mutuas Deportivas, canciller de la Orden Imperial del Yugo y las Flechas y vocal de la Comisión Nacional de Cooperación con las Naciones Unidas.