Comunicado: Ante la reiterada insistencia en la comparación de la FNFF con una posible en Alemania

Determinados medios vienen insistiendo en los últimos días, en su afán de intentar la ilegalización de la FNFF, al efectuar comparaciones odiosas y no ajustadas a la historia entre la existencia de la FNFF y la imposibilidad de una similar dedicada a Adolfo Hitler en Alemania.

 

De acuerdo en que nadie concebiría una fundación Adolf Hitler en Alemania. Sin embargo, comparar a Hitler con Francisco Franco es un ejercicio de manipulación en estado puro, es como comparar a Atila con Felipe II. Comparaciones tan alejadas de la realidad descalifican a quien las propone.

 

Francisco Franco fue la antítesis de Hitler. Franco fue un católico ejemplar, y su visión del mundo era la de un conservador tradicionalista, en tanto que Hitler era ateo y su visión del mundo era la de un imperialista: la dominación germánica sobre los supuestos pueblos inferiores. La España de Franco fue el único país europeo que tuvo una política activa de protección y acogida para con los judíos que huían de la persecución de Hitler.

 

Finalizada la II GM, Maurice L. Perlzweig, por aquel entonces Presidente del Congreso Mundial Judío, se dirigió al Generalísimo Franco para manifestarle la profunda gratitud del pueblo judío por el refugio que España había facilitado a los que procedían de los territorios bajo ocupación militar alemana. Se calcula que en el transcurso de la guerra fueron más de 10000 los judíos que se libraron de la persecución nazi gracias a las órdenes de Franco a sus diplomáticos.

 

La carta que Perlzweig envió al Generalísimo decía literalmente: “los judíos son una raza poseedora de gran memoria y no han de olvidar fácilmente la oportunidad que se ha brindado a miles de sus hermanos para salvar su existencia”.

 

Franco ganó la guerra civil practicando una estrategia de minimización de daños, por lo que las pérdidas humanas en combate fueron muy inferiores de lo esperable en un conflicto de tal envergadura, en tanto que Hitler desangró a su patria, Alemania, en la Segunda Guerra Mundial. Franco llevó a España a las más altas cotas de paz, reconciliación y desarrollo de su historia, en tanto que Hitler hundió a Alemania en la derrota y la división territorial. Franco dirigió una guerra para defender la civilización cristiana y la unidad de España mientras Hitler dirigió sus tropas para atacar esa misma civilización e imponer el Nacional-socialismo en todos los territorios sometidos. Estos hechos no admiten refutación.

 

Francisco Franco salvó a España de caer bajo la órbita soviética ganando una guerra que la Iglesia definió como Cruzada, dada la evidente persecución anticatólica de la II República, ésta sí, similar en crueldad y sadismo a la que practicó Hitler con los judíos; libró a España de entrar en la Segunda Guerra Mundial sin disparar una sola bala, pese a las presiones en sentido contrario de Hitler, hazaña considerada imposible en la Europa de entonces; reconcilió a una población antes enfrentada por el odio marxista a la fe católica, por enfrentamientos regionales y de clase creados y alimentados por los partidos marxistas y secesionistas; sacó a nuestra patria del subdesarrollo económico llevándola hasta el noveno lugar entre las potencias mundiales; la libró del analfabetismo endémico; y la dejó preparada, a su muerte, para que siguiera aumentando los logros alcanzados con el esfuerzo de todos los españoles durante treinta y seis años de convivencia pacífica, basada ésta en la fortaleza de una clase media que no existía cuando llegó a la Jefatura del Estado.

 

Francisco Franco no sólo merece tener a su nombre una fundación que defienda su inmensa obra política, económica y social, sino que merece una plaza o avenida en cada ciudad y pueblo; merece colegios, aeropuertos, universidades y hospitales; centros de investigación, acuartelamientos militares y hasta un Tercio de la Legión a su nombre. Lo asombroso es que, en su propio país, su prodigiosa figura como estadista sea permanentemente vilipendiada por quienes le deberían tributar su agradecimiento y reconocimiento, unos por acción y otros por omisión. No está de más recordar que la España actual le debe, no sólo su prosperidad económica, pues aún tienen efecto las enormes inercias productivas de entonces, a pesar de los errores y la calamitosa gestión de algunos de los gobiernos posteriores, sino su propia existencia como nación.

 

En la historia la verdad acaba por imponerse siempre y la continua utilización de la mentira como herramienta política al más puro estilo marxista, tal como preconizó el ideólogo de la revolución, el alemán Munzenberg, tendrá cumplida respuesta en todo momento.

 

 

FUNDACIÓN NACIONAL FRANCISCO FRANCO