¿Así que quién imagina una Fundación Adolf Hitler en Alemania?
Don Antón Gómez-Reino (curioso apellido para un secesionista antimonárquico), diputado de “En Marea” en el Congreso, lanza al aire esta pregunta para poner en cuestión la legitimidad de la existencia de la Fundación Nacional Francisco Franco. Un recurso muy manoseado ya por todo el espectro progresista, al que no le vendría mal algo más de creatividad. El problema de lanzar preguntas absurdas al aire es que pueden caer respuestas inesperadas.
De acuerdo en que nadie concebiría una fundación Adolf Hitler en Alemania. Sin embargo, comparar a Hitler con Francisco Franco es un ejercicio de manipulación en estado puro, es como comparar a Atila con Felipe II. Comparaciones tan alejadas de la realidad descalifican a quien las propone.
Francisco Franco fue la antítesis de Hitler. Franco fue un católico ejemplar, y su visión del mundo era la de un conservador tradicionalista, en tanto que Hitler era ateo y su visión del mundo era la de un imperialista: la dominación germánica sobre los supuestos pueblos inferiores. La España de Franco fue el único país europeo que tuvo una política activa de protección y acogida para con los judíos que huían de la persecución de Hitler. Franco ganó la guerra civil practicando una estrategia de minimización de daños, por lo que las pérdidas humanas en combate fueron muy inferiores de lo esperable en un conflicto de tal envergadura, en tanto que Hitler desangró a su patria, Alemania, en la Segunda Guerra Mundial. Franco llevó a España a las más altas cotas de paz, reconciliación y desarrollo de su historia, en tanto que Hitler hundió a Alemania en la derrota y la división territorial. Franco dirigió una guerra para defender la civilización cristiana y la unidad de España mientras Hitler dirigió sus tropas para atacar esa misma civilización e imponer el Nacional-socialismo en todos los territorios sometidos. Estos hechos no admiten refutación.
Francisco Franco salvó a España de caer bajo la órbita soviética ganando una guerra que la Iglesia definió como Cruzada, dada la evidente persecución anticatólica de la II República, ésta sí, similar en crueldad y sadismo a la que practicó Hitler con los judíos; libró a España de entrar en la Segunda Guerra Mundial sin disparar una sola bala, pese a las presiones en sentido contrario de Hitler, hazaña considerada imposible en la Europa de entonces; reconcilió a una población antes enfrentada por el odio marxista a la fe católica, por enfrentamientos regionales y de clase creados y alimentados por los partidos marxistas y secesionistas; sacó a nuestra patria del subdesarrollo económico llevándola hasta el noveno lugar entre las potencias mundiales; la libró del analfabetismo endémico; y la dejó preparada, a su muerte, para que siguiera aumentando los logros alcanzados con el esfuerzo de todos los españoles durante treinta y seis años de convivencia pacífica, basada ésta en la fortaleza de una clase media que no existía cuando llegó a la Jefatura del Estado.
Francisco Franco no sólo merece tener a su nombre una fundación que defienda su inmensa obra política, económica y social, sino que merece una plaza o avenida en cada ciudad y pueblo; merece colegios, aeropuertos, universidades y hospitales; centros de investigación, acuartelamientos militares y hasta un Tercio de la Legión a su nombre. Lo asombroso es que, en su propio país, su prodigiosa figura como estadista sea permanentemente vilipendiada por quienes le deberían tributar su agradecimiento y reconocimiento, unos por acción y otros por omisión. No está de más recordar que la España actual le debe, no sólo su prosperidad económica, pues aún tienen efecto las enormes inercias productivas de entonces, a pesar de los errores y la calamitosa gestión de algunos de los gobiernos posteriores, sino su propia existencia como nación.
El Sr. Gómez-Reino, en sus declaraciones, afirma que: “lo más sorprendente es que la Fundación Francisco Franco cuestione decisiones democráticas adoptadas por los ayuntamientos”. Esta afirmación es manifiestamente opuesta a la realidad más evidente. Los hechos, muy al contrario, muestran que nuestra tarea ha sido, y es, apoyar a aquellos ayuntamientos que desean conservar el nombre de Francisco Franco por decisión democrática de sus vecinos, pese a las presiones y coacciones de políticos totalitarios como el Sr. Gómez-Reino. Y los tribunales han dado la razón a los vecinos. Así se desprende de la sentencia 136/16 del Juzgado de lo Contencioso Administrativo nº 2 de Badajoz, de 28 de noviembre de 2016, en la que la juez dictaminó la inadmisibilidad de la demanda presentada por D. Eduardo Ranz Alonso contra el Excmo. Ayuntamiento de Villafranco del Guadiana solicitando el cambio de denominación del referido municipio. Sea dicho llanamente: la decisión democrática del ayuntamiento y de sus vecinos ha sido conservar el nombre de su pueblo, y la justicia les ha dado la razón. Quien cuestiona dicha decisión es el Sr. Gómez-Reino y los que, como él, sólo conciben la democracia y la justicia cuando les dan la razón, y esta realidad hace necesaria la existencia de fundaciones como la FNFF, que defienden la verdad, la historia y el derecho de los españoles a que nadie se la borre y la falsifique. Y ahora Sr. Gómez-Reino ¿cuál era su pregunta?
FUNDACIÓN NACIONAL FRANCISCO FRANCO