Desde el año 2007, en que se aprobó en sede parlamentaria la mal
llamada Ley de Memoria Histórica, la izquierda revanchista, con la complicidad
de una derecha cobarde y sin principios morales, ha sustituido su manido
discurso político por uno nuevo: el borrado de los logros de la España de
Franco. En “El Plural” del 8 de marzo, D. Matías Alonso, portavoz de
una de las infinitas asociaciones nacidas de las subvenciones de la Ley mal llamada
de Memoria Histórica, declara textualmente que “el franquismo sigue
vivo”, a propósito de los recientes éxitos de la Fundación Nacional
Francisco Franco en la defensa del nombre y obra del Caudillo. Esta declaración
del Sr. Alonso nos ha llenado de perplejidad: ¿Pero es que el Sr. Alonso, o
cualquier otro, ha podido llegar a pensar alguna vez que la España de Franco
puede morir o se puede borrar?
La izquierda revanchista intenta borrar el nombre y los símbolos
de la España de Franco, pero lo hace sin entrar en el fondo, de manera que sólo
consigue engañarse a sí misma y a los más incautos. Para ello, cambia nombres
de calles o de ciudades, pero las calles y ciudades urbanizadas por Franco
permanecen. Elimina los emblemas y recordatorios del Instituto Nacional de la
Vivienda de los portales, pero no derriba los edificios construidos por Franco.
Retira la medalla de oro de Sevilla al que fuera su gobernador civil D. José Utrera
Molina, pero mantiene en pie sus innumerables obras y, en particular, el barrio
del Polígono de San Pablo, que levantó de la nada para dar vivienda a los
damnificados por la riada del río Tamarguillo en 1961. Cambia los nombres de
algunas instituciones, pero las instituciones creadas por Franco prosiguen su
marcha, desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas hasta
Televisión Española. Arranca las inscripciones de inauguración de pantanos,
hospitales, universidades, autopistas y un largo etcétera, pero las obras, los
profesores y los médicos permanecen. Se cambia el nombre de la paga extra del
18 de julio, pero los trabajadores españoles la siguen cobrando. Derriba los
monumentos a los mártires y a los Caídos en la Cruzada, pero tanto las víctimas
de la represión frentepopulista, incluidos los, de momento, 1.836 mártires,
como las victorias militares, son imborrables. Ensalza al Frente Popular como
defensor de la libertad y la democracia, olvidando sus reiterados golpes de
estado así como sus públicos llamamientos a la guerra civil y al odio a la fe
católica, y, como recuerda el libro de Manuel Álvarez y Roberto Villa, el
fraude electoral en las elecciones del 36, su penúltimo golpe de estado. Obras,
leyes, edificios, instituciones, mártires y gestas perviven. Nadie puede
negarlo.
La izquierda revanchista
no puede borrar la España de Franco, porque para ello tendría que expropiar
millones de casas y pisos para derribarlos, y dejar a la mayor parte de la
población española en la calle, ya que la mayoría de los edificios españoles
son obra de la España de Franco. Tendría que destruir la práctica totalidad de
nuestros pantanos, entre ellos el del Atazar, del que sigue bebiendo Madrid
después de 45 años de su inauguración. Tendría que derribar todos los
hospitales, residencias, colegios, institutos y universidades que hizo Franco,
en mayor número que todos las que se han hecho antes y después. Tendría que
eliminar la Seguridad Social que hizo Franco y dejar desahuciados a millones de
enfermos y en la ruina a millones de jubilados, que nunca interesaron a los
“demócratas” del Frente Popular.
Por si todo ello no fuera suficiente memoria y presente de la
España de Franco, aún nos dejó una gesta más, que es indudablemente su mayor
activo: la creación de una amplia clase media que no había existido nunca en la
historia de España, y que, aunque gravemente mermada hoy por los políticos del
régimen actual, sigue siendo la clave de bóveda de la estabilidad de España.
Esa clase media se construyó con el esfuerzo
solidario de todos los españoles a lo largo de cuarenta años de reconciliación,
hartos de enfrentamientos políticos y de antihistóricas demandas secesionistas.
Hartos de la IIª República y del Frente Popular (sobre el pucherazo electoral
de febrero de 1936 véase http://www.elmundo.es/cronica/2017/03/12/58c3b8bb46163f9f338b457d.html). Y es esa clase media, como decíamos, la base fundamental sobre
la que ha sido posible construir el actual régimen político de la Monarquía
Parlamentaria.
Las realidades políticas, sociales y económicas que subyacen en la
España de hoy proceden indefectiblemente del gran legado recibido de Francisco
Franco. Es una obra no sólo imborrable, sino que sostiene nuestra realidad actual.
Si la izquierda revanchista quisiera de verdad borrar la España de Franco, no
tendría otra opción que derrocar la monarquía, proletarizar lo que queda de la
clase media trabajadora, destruir la mayor parte de nuestras infraestructuras,
eliminar la Seguridad Social, la sanidad, las pensiones y la cobertura de
desempleo, sacarnos de la ONU, romper alianzas supranacionales y un largo
etcétera de hitos y logros alcanzados por los españoles bajo la dirección de
Franco.
Ni la izquierda radical ni la derecha cómplice podrán borrar nunca
la España de Franco, es imposible. Si los españoles permitiéramos, con nuestra
ingratitud e indolencia, que algunos políticos de hoy siguieran intentándolo,
nos encontraríamos de vuelta a una realidad felizmente ya superada: el
enfrentamiento irreconciliable que nos condujo a la Guerra Civil. Y ahí es a
donde no permitiremos que nos devuelvan jamás.
Francisco Franco nos legó una España próspera y preparada para
afrontar el futuro en paz y, para ello, no hay otro camino que recordar y
respetar el pasado, rindiendo tributo permanente a quienes nos legaron una
España unida en lo social y territorial, grande en el mundo por su asombrosa
reconstrucción, y libre de ataduras y pleitesías a potencias extranjeras que
sólo miran por sus intereses particulares. Éstas son nuestras verdaderas responsabilidades
para con las generaciones futuras. La España de Franco nunca morirá y nadie la
borrará.