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Cerca de cumplirse los 42 años de su muerte rodeado del amor y el agradecimiento de millones de españoles, Francisco Franco está tan presente en el debate y las calles de Cataluña como cuando estaba vivo y era agasajado por multitudes catalanas.
La Fundación Francisco Franco está tan asombrada por la constante invocación que hacen los políticos y los creadores de opinión nacionalistas del Caudillo como cualquier otro ciudadano.
Por desgracia, estas invocaciones no se hacen, ni para agradecer la enorme obra que realizó la España del 18 de Julio en Cataluña, ni para poner como ejemplo de honradez y austeridad a la Administración del Estado de entonces, sino para incitar al odio entre catalanes.
En los días pasados, en un momento de especial exasperación, un senador del PNV, Jokin Bildarratz, afirmó que el artículo 155 de la Constitución no se aplicó “ni con Franco”. Franco es el culpable de que la Generalidad golpista no obtenga reconocimiento internacional, de que la prensa extranjera desmonte las ‘fake news’ elaboradas por sus agencias de comunicación, de que los catalanes se dividan y peleen, de que los dirigentes separatistas se vean a las puertas de la cárcel y despojados de sus instrumentos de corrupción, del cambio climático y de la sequía…
Si alguien necesitaba pruebas de la manipulación que se difunde en la sociedad catalana a través de los medios de comunicación, la escuela y la universidad, basta recordar la cita del historiador Henry Kamen sobre el universitario catalán que creía, contra toda prueba, que la guerra civil de 1936-1939 había sido una guerra de España contra Cataluña.
Es Cataluña la región de España donde la ‘memoria histórica’ primero mutó en ‘memoria democrática’ y donde la mentira es más aceptada, por convicción, por interés o por miedo, ya que quien se opone a ella es excluido, ridiculizado y hasta perseguido.
La realidad histórica es que la España de Franco significó un periodo de auge enorme para Cataluña. No hay datos de la economía regional catalana hasta 1955, pero entre ese año y 1975, el PIB real de Cataluña aumentó su peso sobre la economía nacional del 17,7% al 19,1%. Por contra, el PIB actual de Cataluña supone únicamente el 18,9% del total de España, o dicho de otra manera, desde que Cataluña alcanzó su autonomía, no sólo ha dejado de crecer más que el conjunto de España, sino que se empobrece en términos relativos.
Barcelona, según el testimonio de Juan Antonio Samaranch, fue la provincia española que más voluntarios dio al Ejército Nacional en la guerra. La unidad más condecorada del bando nacional fue el Tercio de Nuestra Señora de Montserrat. La fábrica de la SEAT se instaló en la Zona Franca de Barcelona con apoyo del Gobierno nacional. Al concluir la vida de Francisco Franco, Barcelona estaba entre las cinco provincias españolas con mayor renta per cápita, y Cataluña era la región que tenía más kilómetros de autopista.
La sociedad catalana reconoció estos logros con los recibimientos populares a Francisco Franco en sus quince visitas –con pancartas y carteles en lengua catalana- o las tres medallas de oro que le impartió el FC Barcelona, la última a título póstumo. Una gran mayoría de catalanes apoyó la España del 18 de Julio, siendo algunos de ellos pilares de la misma, como Laureano López Rodó. Instaurados el olvido y la mentira, algunos de sus descendientes forman parte de la conspiración golpista contra España, como el actual conde de Godó, cuyo padre fue procurador en las Cortes Orgánicas durante cinco legislaturas, o el cantante Lluís Llach, cuyo padre fue voluntario requeté en la guerra y luego alcalde de Verges.
En la España del 18 de Julio hubo más clases de lengua catalana –las escuelas municipales del Ayuntamiento de Barcelona impartieron a partir del curso 1967-68 cinco horas semanales de lengua catalana, según publicó La Vanguardia Española en su edición del 12 de septiembre de 1967-, que ahora de castellano: los colegios públicos controlados por la Generalidad imparten únicamente dos horas de lengua castellana.
Y quién ha retirado la ‘senyera’ de las calles y las instituciones oficiales no ha sido la España de Franco, sino los secesionistas, para sustituirla por la ‘estelada’, bandera de partido.
Entre las mayores paradojas del proceso separatista destaca la desindustrialización de Cataluña. La España de Franco fomentó la implantación de industrias privadas y públicas, nacionales y extranjeras, principalmente en Barcelona y Tarragona, para lo que empleó a través de las cajas de ahorros el dinero de muchos españoles. Por el contrario, los separatistas están ahuyentando a las mayores empresas catalanas a otras tierras españolas.