Cuando se inocula odio en el corazón de un niño; cuando se inunda su alma juvenil de falsedades de consumo diario; cuando la sociedad es impulsada a la asepsia moral y el relativismo de lo conveniente; cuando el interés personal, de grupo, partido o bandería prima sobre el interés general; cuando la historia resulta manipulada hasta la nausea y borrada del alma colectiva del pueblo; cuando ninguna institución merece el respeto y la confianza ciudadana; cuando el estado de derecho se encuentra suspendido en distintas partes del territorio nacional; cuando el voluntarismo incompetente alcanza el poder en la segunda alcaldía mas importante de España, es síntoma de la profundidad y extensión de la crisis del sistema que puede desembocar, si nada lo remedia, en la tiranía de los fracasados de ayer, de hoy, y de siempre.
Hacemos responsable a la Alcaldía de Barcelona y su regidora del bárbaro aquelarre al que han sometido, en el día de ayer, a la estatua en bronce del estadista español mas importante desde los Reyes Católicos, el héroe militar que en cumplimiento de su juramento defendió la nación y pueblo español dirigiendo la sublevación hasta impedir que la tiranía comunista se impusiera en España. El esperpento que supone esa la falta de respeto hacia la historia, retrata la enfermedad del odio transmitido por la envidia igualitaria, la ignorancia inexcusable y el resentimiento social.
Esta mala entendida libertad de expresión sólo puede ser acogida dentro de la impostura democrática, en el marco de un estado de desecho. Sabemos por experiencia histórica que esos vientos de furor iconoclasta siempre acaban en tempestad cainita. Por ello denunciamos y lo haremos también en vía judicial a quienes teniendo el deber de custodia de un monumento público, retirado en unas dependencias municipales, fuera decapitado, el bien de interés cultural y artístico, sin conocerse el autor o autores materiales de la barbarie.
Lamentamos que el odio, unido al voluntarismo indocumentado de la Alcaldesa, provoque el bochorno de cualquier persona civilizada y cercene el progreso de la ciudad que, según Cervantes, era: “… archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y única en sitio y en belleza”. Claro que D. Miguel sería un fascista que luchó por su civilización y contra el imperio musulmán, aunque no tuvo tiempo de sumarse al Alzamiento en Julio del 36, según el catecismo progresista de la Sra. Colau, aún no recogido, en sus derechos, por la Ley de Memoria Histórica.
“Cuando los odios andan sueltos, uno ama en defensa propia”, escribió Benedetti, sin imaginar hasta que punto la autodefensa puede llevar a la compasión como elemento definidor de rechazo a la radicalidad. Nada une mas a la izquierda y separatistas en España que su odio a Franco. Ese odio visceral, africano, de autodefensa, obnubila la inteligencia colectiva con un relato único y cerrado, e imposibilita el futuro. Se lo tiene que mirar un exorcista, quien no crea en Dios e ignore su historia.
FUNDACIÓN NACIONAL FRANCISCO FRANCO