Pío Moa
Razón Española
La era argentina, de Aquilino Duque
Ediciones Encuentro, Madrid, 2013, 184 págs
Acaba de publicar Aquilino Duque La era argentina, título alusivo al dicho de Valle-Inclán «Yo anuncio la era argentina de socialismo y cocaína». Lo que no dejó de tener algo de profecía: bajo los gobiernos socialistas, España se ha convertido casualmente en uno de los países más cocainómanos (y porreros y botelloneros) del mundo. En el programa de radio de Luis del Pino Sin complejos dije que toda persona culta debería leer este libro, estuviera o no de acuerdo con él. Se trata de una obra corta, de 178 páginas con diecinueve ensayos cortos, pero escritos con agudeza crítica e independencia de criterio infrecuentísimos en esta época de páramo cultural, no sólo en España. Cada uno de estos breves, pero sustanciosos ensayos, merecería una reseña.
El autor denuncia con perspicacia los males de la democracia ―más propiamente de lo que llama democracia y que no coincide con mi concepto de ella―; democracia condensada en los rasgos de la actual politiquería e ideologías corrosivas: en lo que, siguiendo al filósofo Alejandro Llano, considera «los modernos jinetes del Apocalipsis: el pacifismo, el ecologismo, el feminismo y el nacionalismo». Se piense lo que se quiera del enfoque de Duque, los males criticados son muy reales y su perspectiva una especie de nueva barbarie. No extrañará por ello que en este tiempo de grotesca beatería seudodemocrática, haya sufrido un verdadero ostracismo este poeta, ensayista y novelista, profesor de español en universidades extranjeras, funcionario internacional en Ginebra y Roma, que entre otros reconocimientos ha ganado el Premio Nacional de Literatura, Premio Fastenrath de poesía y Premio Washington Irving de cuentos.
En sus propias palabras, «A mí me parece muy bien que cada régimen mime a sus turiferarios; lo que ya no me parece bien es que amordace a sus críticos, y esto la democracia lo hace de modo más implacable que los regímenes autoritarios. Ojo, que no digo regímenes totalitarios, entre los cuales, fenecido el nacional-socialista y en agonía el marxista-leninista, no queda más que uno en el mundo, que es la democracia liberal. No es una paradoja. En tiempos de Franco y en lo que a cultura se refiere, los grupos de presión que más contaban tenían muy poco que ver con el régimen o se le enfrentaban abiertamente (…) Con la democracia, los continuadores ideológicos de esos grupos de presión se adueñarían del Estado y de sus recursos y todo lo que no se someta a sus criterios, sencillamente no existe. En tiempos de Franco yo podía colaborar y colaboraba en Insula, revista notoriamente poco adicta al régimen. Después, todas mis tentativas tendrían la callada por repuesta y, si he logrado publicar algo en un medio de relativa importancia, ha sido por sorpresa. Huelga decir que en el extranjero es lo mismo».
¿Es la democracia liberal un régimen totalitario? Desde luego, es lo opuesto, pero sería ingenuo o algo peor olvidar la presencia en él de gérmenes de lo que llamó Alexis de Tocqueville «despotismo democrático»: un poder tutelar e infantilizante que suprime la libertad en nombre de la misma libertad e igualdad, y terminaría por despojar al hombre de elementos fundamentales de su condición humana. Esos gérmenes se han desarrollado de modo amenazador en España y en Occidente, precisamente en la actual «era argentina». Habrá que hablar más de esto, porque dista mucho de ser un problema secundario o trivial.