Libro: Almas de cántaro, por Juan Ignacio Villarías

Almas de cántaro
de Juan Ignacio Villarías  
Novela costumbrista, entre urbana y rural; 288 páginas  
 
 
   Estamos en los años sesenta, en pleno franquismo, en una localidad pesquera del Cantábrico. Melanio vuelve de la mili a reencontrarse con lo mismo de siempre, a sumergirse otra vez en la rutina y la vulgaridad. Se junta con sus amigos de siempre, el Negro, que trabaja de albañil, y otros muchos personajes del pueblo, que van pasando cada uno con sus afanes y sus anhelos contenidos.   
 
   Melanio no quiere acabar de albañil, la más fácil y la peor de las salidas que se le ofrecen. No ha acudido al instituto, como otros a los que secretamente admira, pero se considera apto para más altos fines. De momento tiene que aceptar un trabajo eventual de pintor, pero se la embarcan y no cobra. Es primavera, la costera del bocarte, y aprovecha con su amigo el Negro para irse a descabezar bocartes a la fábrica de un salazonero siciliano, donde se encuentra con unos personajes muy particulares.   
 
   Paralelamente aparecen otros personajes de lo más diverso y peculiar. Guálter (Gualterio) tiene un taller mecánico en sociedad con Elfo (Filadelfo), pero no les va nada bien. Tienen de ayudante a Colasín, amigo de Melanio y del Negro (que no es negro, conviene aclarar), por cuya mediación Melanio se pone a trabajar para esos dos pájaros de cuenta, si bien sin mucho convencimiento. En compañía de otro pájaro de cuenta, el Zapatones, se propone Guálter pasar la frontera francesa para dar un golpe en una fábrica donde anteriormente estuvo trabajando, pero no les sale bien.   
 
   El Negro, acompañado de Melanio, acude a Santander a probarse como jugador para un equipo de fútbol, y hasta mete un gol y todo, pero luego van pasando los días y no le llaman, a pesar de que le dijeron que ya le llamarían.   
 
   Otros personajes aparecen, unos monaguillos y el cura párroco don Cayuco, aquéllos se van a un campamento del Frente de Juventudes, y cuando vuelven el cura los echa porque se habían llevado las perras del cepillo para pagar la cuota.    Más personajes, tres estudiantes del instituto, que han suspendido en los exámenes ordinarios y tienen que acudir a las clases particulares de un maestro muy especial, don Inocencio (a quien sus alumnos llamaban don Ignorancio), tan especial que ni es maestro ni es nada, un cuentista nada más. Exámenes de septiembre, y vuelta a suspender.   
 
   Ciro el barbero y Melanio (el Negro no quiso saber nada) se proponen ir al cementerio de noche a robar un cadáver reciente, para vendérsele a un médico que le necesita para la facultad de medicina, pero no les sale bien. 
 
   Aparece también un personaje de lo más pintoresco, Gorriti, que no se apellida así, sino que así le llaman porque siempre anda buscando la manera de comer o beber de gorra.   
 
   Colasín y dos anormales (Melanio rehusó participar) se disponen a robar de noche en una tienda de ultramarinos, pero sacan poco provecho, y encima a los otros dos los detiene la guardia civil, y Colasín para librarse se embarca en un barco pesquero, donde pasa sus vicisitudes.   
 
   Dos aldeanos, Lonio Sisniega y Sasito Morlote, estudiantes del instituto, se unen a Colasín, Melanio y el Negro, para ir a su aldea lejana a robar una lata llena de dinero que dicen que un aldeano misantrópico tiene allí escondida. Pero no les sale bien.   
 
   Y todo así, personajes del pueblo, aventuras y desventuras, anhelos y fracasos, escrito en una prosa elegante y fácil de leer, que introduce el lector en el ambiente y en la mentalidad de un pueblo de la España franquista, muy distinta vida de la de hoy. Aquí se aprecia lo que ha cambiado España en sólo cuarenta o cincuenta años. Al que vivió la época, le agradará volver atrás; y al que no la vivió, le interesará saber cómo fue. Le gustará tanto al lector más erudito, como al más ignorante.  
 
 
 

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