Un leonés de 22 años escribe un libro con el que pretende ayudar a esclarecer la masacre de las matanzas de Paracuellos de Jarama.
Tras la muerte de Santiago Carrillo hace tan sólo unas semanas un libro relacionado con las muertes acontecidas en Paracuellos de Jarama (Madrid), cuya autoría se le atribuye a éste, ha visto la luz hace unos días en España.
El autor es Jorge Juan Fernández, un leonés de 22 años, quien desde sus estudios de Bachillerato en el Instituto ya venía mostrando cierto interés por aportar claridad en este asunto. «Todo comenzó –comenta Juan- en el verano de 2009 al haber superado las Pruebas de Acceso a la Universidad y encontrarme con un valioso tiempo que me posibilitaba poder dedicarme a la investigación de algo que, en mi opinión, creo que merece más profundización a parte de la justicia que se debería impartir al respecto».
La obra, que consta de 178 páginas y basada en una rica y amplia bibliografía, fue publicada primeramente en EE.UU. en el año 2010, y desde hace unos días ya se puede adquirir en España, en cualquier librería, a través de la editorial United p.c.
En ella el autor hace una síntesis del camino recorrido desde la República hasta las matanzas de Paracuellos durante la Guerra Civil Española. La obra trata de hacer un análisis histórico de los hechos que ocurrieron en noviembre del 36 en varias cárceles madrileñas.
«El bando nacional –señala Jorge- estaba muy cerca del núcleo de Madrid, lo que constituía un serio peligro para la República, pues si tomaban la capital, como pretendían, podían liberar los presos que se hallaban en las cárceles y reforzar por consiguiente su ejército, algo que suponía una amenaza para los republicanos. Por ello “los rojos” las noches del 7 y 8 de noviembre mandaron a varios cientos de presos procedentes de las cárceles Modelo, Porlier y de las Ventas de Madrid, subir a unos autobuses que supuestamente les trasladarían fuera de la ciudad. El hecho sorprendente y doloroso sería que a tan sólo 18 kms. de Madrid, en Paracuellos de Jarama serían obligados a bajar para ser fusilados de una manera fría y cruel».
Según el autor existen varias hipótesis acerca de la autoría de los hechos, pero todo parece indicar que el autor de ello fue Santiago Carrillo Solares, que en aquel momento desempeñaba el puesto de Consejero de Orden Público en Madrid.
«Carrillo era plenamente consciente de lo que estaba sucediendo –apunta Juan-. Tras la marcha del gobierno a Valencia se constituyó una Junta de Defensa en la capital el 7 de noviembre; de ella formaba parte Santiago Carrillo como responsable del Orden Público. Ese mismo día tras la primera sesión que mantuvieron, hubo una reunión privada entre los representantes de la Consejería de Orden Público y la federación local de la CNT en la que decidieron que los presos debían dividirse en tres grupos: el destino del primer grupo, integrado por “fascistas y elementos peligrosos” debía ser la “ejecución inmediata”. El segundo grupo, formado por presos a los que se consideraban partidarios del levantamiento militar pero menos peligrosos por su edad o su profesión, debía ser evacuado a Chinchilla, cerca de Albacete, mientras el tercero, el “de elementos no comprometidos”, sería puesto en libertad. Dos días después, el 10 de noviembre, tendría lugar, según testimonio de Ramón Torrecilla, una reunión del Consejo de la Dirección General de Seguridad para hablar de las matanzas de Paracuellos y Torrejón de Ardoz. Resulta pues inverosímil creer que Segundo Serrano Poncela, quien se entrevistaba diariamente como Director General de Seguridad con Carrillo y quien firmó varias de las órdenes de las sacas de presos no le comentara absolutamente nada al Consejero de Orden Público».
Otro de los hechos que señala Jorge es «la evidencia y prueba testimonial del cónsul de Noruega, Félix Schlayer, quien al sospechar de las extracciones de presos de las cárceles de Madrid se entrevistó personalmente con Santiago Carrillo para informarle de ello, a lo que éste le aseguró que a los reclusos no les ocurriría nada. Curiosamente –apunta Jorge Juan- unos meses después, cuando Schlayer volaba hacia su país con pruebas gráficas de la masacre de Paracuellos, el avión en el que viajaba sería atacado por un Polikarpov I-16, un avión de origen soviético utilizado por el ejército rojo».
Jorge Juan se muestra convencido de la autoría de los hechos pues según argumenta, las pruebas históricas junto con los testimonios lo evidencian, «ahora bien –señala- en España no existió un tribunal como en Núremberg que dictaminara las responsabilidades y culpabilidad de cada sujeto después de la Guerra Civil. En España hubo un periodo de transición en el que se decidió comenzar de nuevo respetando la libertad de cada individuo como miembro de un país democrático, por ello –apunta- es inútil revolver los hechos del pasado como algún dirigente político ha pretendido hacer para crear división y reavivar sentimientos que forman parte del pasado e incluso de otras generaciones. La historia, dice, no la debemos olvidar, pues debe ser el pilar y el espejo al que nos tenemos que mirar para ver nuestros errores, rectificar y construir el presente y el futuro».