En la localidad de Santoña, provincia de Santander, se vive el ambiente de preguerra, con enfrentamientos entre socialistas y falangistas, hasta que estalla la guerra civil tras el alzamiento militar, en el cual estaban comprometidos los oficiales del regimiento que había en esta misma localidad, no así su comandante, puesto ahí precisamente por las autoridades de la República.
En el cuarto de banderas la oficialidad discute acaloradamente acerca de lo que se debería hacer, unos oficiales se muestran partidarios del sacar una compañía armada a la calle, mientras que otros recomiendan cautela y espera, cuando llega de pronto el comandante, manda arrestar a los oficiales más significativos, y ordena que no se cumplan órdenes que no vengan dadas por él mismo. Se frustra, de esta manera, la incorporación de la provincia al Alzamiento.
A continuación se forma una columna mixta, a base de civiles voluntarios y soldados de reemplazo, que queda al mando de un civil, capitoste local del partido socialista, y marchan hacia el sur, a ocupar las posiciones en lo alto del puerto de montaña, con el objeto de impedir el supuesto avance de una inexistente columna de requetés. Y allí se establece el frente durante un año, con sus diversas vicisitudes, hasta el ataque final de los nacionales que rompen el frente a la primera y en pocos días ocupan la provincia entera.
Los rojos más conspicuos consiguen meterse en alguno de los diversos barcos que desde Santander parten, o bien hacia Francia, o hacia Gijón, todavía en poder del bando republicano. Pero los barcos de guerra de los nacionales los persiguen y capturan a unos cuantos, no a todos, pues mientras a unos los cogen, otros se escapan. En Santoña se rinden unos batallones que habían quedado embolsados, y van a parar al penal allí mismo existente. Se forman consejos de guerra y se producen fusilamientos.
Todo esto, en medio de los correspondientes ambientes de paz primero y de guerra después, tanto en el frente como en retaguardia.
Gran cantidad de episodios y vicisitudes se suceden a lo largo de esta novela, abundante asimismo en personajes de lo más diverso, tanto a un lado como al otro de las líneas del frente.
Muy amena de leer, aun con su gran extensión, una lectura que engancha al lector, podríamos decir, y que se deja leer, escrita en elegante prosa y refinado estilo. Quien la lea, ciertamente no se aburrirá, muy al contrario. El lector se introducirá en el ambiente del lugar y de la época, y conocerá a los tipos, más o menos reales, que protagonizaron, de forma activa o pasiva, aquellos ya lejanos acontecimientos, de los que todavía hoy vivimos sus efectos y consecuencias.
Villarías Gómez, Juan Ignacio, Columna de mármol rojo, Editorial Akrón, 2009.