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P. Este libro lo interpretarán muchos como la defensa más resuelta y más en profundidad que se haya escrito del franquismo.
R. Yo no defiendo el franquismo, sino la verdad sobre el franquismo. Y según he ido estudiando estos temas durante años, he encontrado que las tergiversaciones y falsedades al respecto alcanzan verdaderas cimas. Son el “Himalaya de mentiras” que reconocía el socialista Besteiro como base del Frente Popular. Considero que un país que se miente sobre su propio pasado está entrando en una fase de histeria y decadencia, con la política convertida en una farsa que puede acabar en tragedia.
P. Pero quienes atacan al franquismo estarán convencidos de que lo que dicen es cierto.
R. No lo creo. Lo dan por cierto aquellos que reciben esa falsa información y se fanatizan o no tienen acceso a fuentes más veraces. Y estos son muchos, la mayoría. Pero los promotores de los mitos sobre el franquismo saben necesariamente que mienten, porque ellos sí tienen acceso a otras fuentes.
P. ¿Mienten por mentir? Eso suena duro de creer.
R. Esa es una cuestión de lo más interesante. ¿Por qué lo hacen? Pues desde luego lo hacen. Creo que el libro deja claras sus falsificaciones, exageraciones y puros camelos. Evidentemente lo hacen por interés, por una cuestión de poder. Cuando yo militaba como comunista, era consciente de que muchas de las cosas que decíamos eran embustes, pero se justificaban si se los consideraba útiles para debilitar al franquismo y al capitalismo en general, y para avanzar hacia el socialismo, que sería una sociedad muy superior y más perfecta, naturalmente bajo el poder de los comunistas. Claro que la mayoría de los antifranquistas de ahora no son marxistas, aunque el origen de la propaganda antifranquista sea sobre todo marxista. Se trata de la panoplia de partidos que se consideran en cierto modo herederos del Frente Popular, que fue una alianza de izquierdistas y separatistas. Para los separatistas, atacar a Franco es una forma de atacar a España. Para las izquierdas, es una forma de diferenciarse de la derecha y de defender un pasado y un presente poco brillantes por decirlo suavemente. En definitiva, todos sus abusos, agresiones y corrupciones quedan en cierto modo disimulados o justificados porque, según ellos, el franquismo fue mucho peor, de modo que tienen derecho a cierta revancha. Al proclamarse antifranquistas y, de hecho, herederos del Frente Popular, parecen proclamarse demócratas, un argumento muy importante para conseguir el poder y para desacreditar a sus adversarios. Si antifranquismo equivaliese a democracia, nadie habría más demócrata en España que los comunistas y la ETA, que fueron los que de verdad lucharon contra el franquismo. Esa es la clave de la farsa, útil políticamente. Pero en realidad no hubo demócratas en las cárceles de Franco.
P. No obstante, se dice que las mentiras tienen las patas cortas. ¿Cómo es posible que esas falsedades continúen y crezcan año tras año? ¿No debiera haber sido fácil rebatirlas?
R. No es fácil por dos razones. Porque el PP, y antes la UCD, renunciaron a la lucha de las ideas, tratando de olvidar su pasado. Fíjese que izquierdas y separatistas acusan al PP de franquista, cuando el PP ha llegado a ser en la práctica tan antifranquista como la izquierda y los separatistas. Al haber renunciado a la lucha de las ideas, el PP termina siendo arrastrado por las ideas de la izquierda. De esta forma se ha creado un ambiente social antifranquista muy extendido, y el PP, por el interés del poder, participa con entusiasmo en el Himalaya de falsedades. Pero hay además otro factor: como dice Ricardo de la Cierva, quienes han querido defender la memoria de Franco han solido hacerlo con tal torpeza que han dado armas a sus enemigos.
P. ¿A qué se debe esa torpeza?
R. A que el franquismo no elaboró una teoría política propia, más allá de ciertas generalidades un tanto vagas, como la democracia orgánica, etc. El franquismo aspiraba a crear un sistema político que superase al liberalismo y al marxismo, pero desde luego no lo consiguió. Y es fácil ver por qué: no era un régimen de partido único, como se suele decir. Había en él por lo menos cuatro “familias” que de hecho funcionaban como partidos sui generis, con sus órganos de prensa, organizaciones diversas, etc. Eran los carlistas, falangistas, monárquicos y católicos políticos, que no se llevaban bien entre sí. Además, en todas esas familias había un sector abiertamente contrario a Franco y que conspiraba contra él. El único elemento en común era el catolicismo, profesado, al menos exteriormente, por todos ellos. Por eso el régimen se proclamó católico. Ahora bien, el catolicismo no es una doctrina política, aunque tenga implicaciones políticas, y eso quedó de relieve cuando Roma, después del Concilio Vaticano II se pronunció contra la confesionalidad del estado y procedió a hostigar activamente al régimen. En ese momento, el franquismo quedó iedológicamente en el vacío, y no podía hacer otra cosa que evolucionar hacia algo muy distinto. Esa es la causa de la torpeza de quienes defienden el franquismo atacando la democracia y proponiendo de nuevo algo parecido a un estado confesional. El liberalismo y el marxismo son doctrinas muy fuertes en su argumentación, no es fácil desmontarlas, y el franquismo, que en la práctica tuvo unos éxitos asombrosos, nunca llegó a elaborar una doctrina o teoría capaz de superarlos, como pretendía.
P. ¿Qué aporta el libro, en definitiva?
R. En primer lugar, una reivindicación de la verdad histórica, a través de hechos clave, frente a “la permanente mentira” de que se quejaba el liberal Marañón. En segundo lugar, un análisis del franquismo imbricado en la situación histórica internacional, en especial la europea. La inmensa mayoría de los estudios históricos, de una orientación u otra, caen en el provincianismo de ignorar el contexto exterior, lo que ya de entrada es un grave defecto que impide entender muchas cosas. En tercer lugar, planteo un problema general sobre la validez de las ideologías del siglo XX y sobre el contraste, que ya mencioné, entre los extraordinarios éxitos del franquismo, contra viento y marea, y su débil fundamentación teórica. En fin, hay muchas cuestiones y a todas ellas he procurado acercarme con enfoques nuevos.
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