José Javier Esparza
Santiago Cantera, sacerdote, prior de la comunidad benedictina del Valle de los Caídos, es un historiador de fuste con muchos títulos en su haber. Ahora acaba de publicar Hispania-Spania. El nacimiento de España, que es una monumental obra –y gratamente accesible- sobre el reino godo de Toledo, que fue la primera vez que España existió como unidad política singular. Un libro imprescindible.
– ¿Quiénes eran los visigodos?
Los visigodos fueron uno de los pueblos germánicos que en los años finales del Imperio Romano contribuyeron a acabar con éste. Realizaron un periplo por el sur de Europa hacia el Occidente hasta asentarse en el sur de la Galia, donde establecieron el Reino Visigodo de Tolosa (Toulouse). Después de su derrota ante los francos de Clodoveo en el año 507, finalmente asentaron su Reino con capital en Toledo, extendiéndose su dominio sobre toda la Península Ibérica y conservando al sur de la Galia la provincia de la Septimania o Narbonense.
– ¿Por qué debemos recordarlos?
La presencia visigótica en España se extiende durante tres siglos, desde que cruzaron los Pirineos en el año 409 hasta la desaparición del Reino de Toledo ante los musulmanes en 711. En este tiempo, y sobre todo en los siglos VI y VII, dejaron una huella imborrable para el futuro de nuestra Historia. El rey Leovigildo alcanzó la unidad territorial y construyó el primer reino español en la segunda mitad del siglo VI, tarea que su hijo Recaredo culminó al lograr la unidad religiosa entre los dos grandes núcleos de población: hispanorromanos y visigodos (así como los suevos del noroeste hispano, que también eran un pueblo germánico). La unidad en torno a la fe católica gestó el ser y la unidad de España. Recesvinto completaría la labor con la unidad jurídica.
– ¿Es verdad que en los monasterios de la España goda se leía a Aristóteles (o sea, que no es cierto que al griego lo “resucitaron” los musulmanes)?
Hay constancia de la presencia de obras de Aristóteles en varios monasterios de Europa antes de su supuesta “resurrección” por los filósofos musulmanes: por ejemplo, se ha estudiado para el Mont Saint-Michel en Francia. Para el caso de la España goda, es más difícil asegurarlo, por lo menos de forma intensa y generalizada. Lo cierto es que el gran transmisor de Aristóteles para los siglos medievales fue un contemporáneo de la transición del Reino Visigodo de Tolosa al de Toledo: Severino Boecio, que vivió bajo el reinado del ostrogodo Teodorico en Italia (quien a la par ejerció una regencia sobre el Reino Visigodo). De todas formas, todo esto no quita que ciertamente otras obras de Aristóteles se conocieran más y mejor en el Occidente cristiano desde el siglo XII a través de varios filósofos musulmanes, los cuales ‒siempre hay que recordarlo‒ eran generalmente mal vistos por las autoridades religiosas islámicas, a las que los filoislamistas de hoy con frecuencia admiran como supuestamente “tolerantes”.
– ¿Habría habido Reconquista frente al Islam si no hubiera existido antes un reino godo de Toledo?
El ideal de la Reconquista encuentra su razón de ser en el Reino Visigodo, invadido por los musulmanes en 711. Aquel hecho fue comprendido por un anónimo cronista mozárabe en el año 754 como “la pérdida de España”. Y los condados y reinos cristianos que surgieron en el norte de España desde el siglo VIII tuvieron como referente el Reino Visigodo de Toledo. Es verdad que en la Reconquista se aceptaría la legitimidad de los diversos condados, reinos y coronas como entidades políticas diferentes, pero existía la conciencia de la pertenencia a una unidad cultural y espiritual superior, que era España o “las Españas”, unida también políticamente antes de la invasión islámica. No obstante, también permaneció una aspiración a la unidad política por vía de hegemonía (la idea imperial hispánica), de unión dinástica (matrimonios regios) y de incorporación (conservando las peculiaridades de cada territorio), que culminaría con los Reyes Católicos. Isabel y Fernando se comprendieron a sí mismos, como ha indicado D. Luis Suárez, más como “restauradores” (de aquel Reino hispanogodo católico) que como “fundadores”.
– La gran pregunta: aquello de los godos, ¿era ya España, nuestra España?
El estudio de aquella realidad histórica lleva a una afirmación rotunda. Más que una entidad geográfica, Hispania o Spania (pues de ambas formas se denomina en época visigótica) es ya entonces comprendida y amada como una realidad en la que confluyen tres componentes: un territorio, una entidad política que es el Reino Visigodo con capital en Toledo y una historia que se llega a entender como el matrimonio del pasado romano con el pueblo godo; los tres elementos se funden en virtud de un factor religioso fundamental: la unidad católica. En los concilios generales de Toledo se identifica Hispania o Spania con la patria y la gens o pueblo de los godos (en los cuales se incluye a los hispanorromanos fundidos con ellos), unidos en el regnum Gothorum o reino de los godos. San Isidoro, de padre hispanorromano, cantará una preciosa alabanza de España o Laus Hispaniae al inicio de sus Historias de los Reyes Godos, Vándalos y Suevos, y al final de la misma obra hará otra alabanza de los godos que han asumido la tradición romana. San Julián de Toledo emitirá en otra obra histórica una queja dolorida por España como patria traicionada en la revuelta del rebelde Paulo en la provincia Narbonense del Reino. Hispania o Spania, por tanto ‒de la que deriva el actual término “España”‒, es amada como patria.
– Parece mentira, pero esto, hoy en día, lo ignoran la mayor parte de los españoles. Ortega y Gasset dijo muchas cosas brillantes, pero también muchas frivolidades. Su pésimo juicio sobre los godos en “España invertebrada”, reprochándoles “flojera”, ¿era brillantez o frivolidad?
Estoy plenamente de acuerdo en que Ortega, al lado de cosas brillantes, emitía muchas frivolidades, sobre todo en el campo de la Historia, en el que mostró un desconocimiento casi absoluto. Si bien en España invertebrada ofrece conceptos magníficos como el de “incorporación”, presenta por el contrario un pesimismo general (aunque él rechazó tal acusación) y dislates históricos tremendos. Uno de ellos es su juicio acerca de los visigodos confrontándolos con los francos. Su aseveración de que los visigodos eran un “pueblo decadente” porque estaban “alcoholizados de romanismo” ya antes de llegar España es un completo disparate, no sólo histórico, sino también para el terreno de la Filosofía de la Historia y de la Cultura.
– Usted es sacerdote. Permítame una pregunta de ese tenor: la religión que usted vive todos los días, el Cristo al que adoramos y la fe que profesamos, ¿son exactamente los mismos de hace mil quinientos años, los mismos de la España goda?
“Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre”, como dice la Carta a los Hebreos (Hb 13,8). Por lo tanto, adoramos al mismo Cristo al que visigodos e hispanorromanos reconocieron en el III Concilio de Toledo del año 589 (el de la unidad católica de España) como verdadero Dios y verdadero Hombre, e igual que lo reconocieron y amaron los Apóstoles. La fe es también la misma: es la fe de la Iglesia, por encima de tiempos y vicisitudes. Otra cosa es, evidentemente, que a lo largo de la Historia se vaya profundizando más en el contenido de la fe, en su mejor conocimiento teológico. Las herejías, precisamente (entre ellas el arrianismo que los godos habían abrazado antes), provocaron una mayor precisión en la formulación de la fe. También otra cosa es que se produzcan diferencias en el tiempo y en el espacio en las formas del culto y en ciertas costumbres: por ejemplo, en la España visigoda se gestó y reguló la Liturgia Hispana o Visigótica, más comúnmente llamada “Mozárabe”, pero siglos después se impuso la Romana, mientras aquella más antigua de España quedó restringida a ámbitos minoritarios y así permanece hoy, lo cual no le resta su grandeza teológica y espiritual y su belleza.
Santiago Cantera: Hispania-Spania. El nacimiento de España. Conciencia hispana en el Reino Visigodo de Toledo, Ed. Actas, Madrid, 2014, 563 pags.www.actashistoria.com