España nace en sus campesinos, por Eduardo García Serrano

Eduardo García Serrano

 

 

España nace en sus campesinos, en sus arados y en sus espadas, en sus aparejos y en sus pertrechos. España nace de la tierra que cultivan con semillas o con pólvora, que con las dos se fecunda a la Patria. España nace también en sus campesinos de la mar, en sus pescadores y en sus marinos. Ellos la hicieron inmensa cuando los hombres de tierra embarcaron en sus naves y domaron el viento con sus velas para para llevar la vid y el caballo, el acero y la Cruz a océanos sin tajamar, sin proas y sin brújulas… hasta que uno de ellos gritó “¡Tierra a la vista!”.

Ellos son los que bajaron desde Asturias para labrar León y fundar Castilla, para recuperar Hispania y forjar a España en las tierras que reconquistaban. Esas tierras que fueron pasto, cultivo y campamento; esas tierras en las que nace la milicia, útero de los Ejércitos de España, y la Monarquía militar que coronaba a un primus inter pares entre los valientes. La Corona y el Trono de los hombres libres. Ellos, los campesinos, los ganaderos y los pescadores son los que convirtieron la geografía, que conocen como las durezas de sus manos, en la primordial arma de combate contra los ejércitos invasores de la Patria, nutriendo las banderas y los regimientos y levantando la Guerrilla.

Hoy sólo ellos saben, sin necesidad de latines ni de abstracciones filosóficas, que pisan y cultivan una tierra y unos mares que jadean por el peso de la Historia; esa Historia que ellos, sus olivos y sus encinas, sus trigales y sus viñedos, sus proas y sus velas escribieron en las partidas de Viriato y Espoz y Mina, de El Empecinado y Porlier, en los Tercios del Gran Capitán y de Francisco Franco y en las cubiertas de Elcano y Churruca. Ellos saben, mejor que nadie, que esa Historia está siendo traicionada en Bruselas con la complicidad de Madrid. Por eso han sublevado sus arados y sus tractores.

Todos ellos son como aquel pastor de la localidad navarra de El Busto, que recorrió andando los 67 Km que separan su pueblo de Pamplona para asistir a un mitin de José Antonio Primo de Rivera. Al terminar, se acercó a José Antonio y le dijo: “No he entendido nada, pero me gusta la música de tus palabras. Como nos traiciones, te parto el alma”. José Antonio le echó el barzo por el hombro y se lo llevó a comer con él a Las Pocholas. Jamás le traicionó. Hoy sí. Bruselas y Madrid traicionan a nuestros campesinos, ganaderos y pescadores todos los días desde 1986.


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