La verdad en el Valle de los Caídos, por Irene González

Irene González
Voz Pópuli

 

Nunca se pudo apreciar de mejor forma la pequeñez de Pedro Sánchez como cuando caminó en la enormidad sobrecogedora de la Basílica del Valle de los Caídos, rumbo a una necrófila sesión de fotos. Algunos sólo pueden aspirar a destruir la belleza que otros erigieron y mantuvieron, sólo pueden apoderarse de lo que su odio jamás les permitirá crear. Ese acto entre restos cadavéricos de españoles a los que no dejan descansar en paz, nada tiene que ver con una cortina de humo por tanto escándalo de corrupción relacionado con su mujer Begoña Gómez. La destrucción del Valle de los Caídos es la pieza fundamental del derribo y olvido de una civilización, de una lucha que va más allá del siglo XX y de nuestras fronteras.

La corrupción en el régimen es imposible de tapar a estas alturas, pero lo peor que pueden arrebatarnos es la posibilidad de conocer la Verdad. La mentira es el arma, el lenguaje de una posmodernidad vacía, suicida, sin valor y perdida en la rabia de su propia frustración. Nos han inundado con mentiras sobre un falso campo de concentración en el Valle de los Caídos coronado por un mausoleo franquista. Pero la Verdad en el Valle se siente en la piel, es físicamente imposible de ignorar.

El Valle de los Caídos, el término ahora renombrado como valle de Cuelgamuros para borrar la sacralidad del lugar, es un conjunto monumental imponente único en el mundo formado por una escolanía de estilo neoherreriano, una Basílica Pontificia construida en la roca y la Cruz más grande la Cristiandad en el corazón de la Sierra de Guadarrama. Allí en lo alto, la Verdad es estremecedora. Entre pinos, jaras, encinas y grandiosas esculturas, en el recio monte suena ese viento que allí habita para conducir al visitante al recogimiento y la calma, a abrir los brazos, que es como los niños abren el corazón, bajo la sombra de la gran Cruz de brazos abiertos de reconcilliación, que desafían la altura, capaces de envolverte en la paz de la piedad.

 

El Valle de los Caídos es un gran monumento con almas de ambos bandos descansando juntas.

Una España de la posguerra más lúcida que la nuestra

El 14 de abril se estrena en el canal de YouTube de Terra Ignota un documental – entrevista sobre el Valle de los Caídos que nadie de los que pretenden saber la verdad debiera perderse. Una primera parte con Pablo Linares, el presidente de la Asociación en defensa del valle de los Caídos y el historiador Alberto Bárcena que exponen con documentación cómo los presos que allí estuvieron siempre fue previa solicitud. Por cada día de trabajo en el Valle se conmutaban 6 de pena. Cobraban el mismo jornal que los trabajadores libres. La mayor amenaza que se dirigía a los presos era la expulsión del Valle. Un campo de concentración realmente fascinante al que todos querían ir, del que nadie quería salir, en el que se quedaban tras conmutar la pena, donde llevaban a la familia y escolarizaban a los hijos y llevaban a los nietos de veraneo. Fueron los años de la reconciliación, del perdón. Por eso fue posible una España próspera preocupada en progresar y no en dividirse, que llegó a la Transición reconciliada. El Valle de los Caídos es un gran monumento con almas de ambos bandos descansando juntas. Una España de la posguerra más lúcida que la nuestra.

Cualquier lugar del mundo tendría esta joya arquitectónica, cultural, artística y espiritual como estandarte y duele en el alma ver su abandono con la inquina del moderno Frente Popular y la cruel indiferencia del Partido Popular. La Ley 20/2022 de memoria democrática busca profanar el Valle de los Caídos, desalojar a los monjes Benedictinos, que desde que llegaron en 1958 no han hecho más que rezar por los muertos y por nuestra reconciliación, como muestra la segunda parte del documental.

El Gobierno necesita para “resignificar” el Valle disolver la Fundación de la Santa Cruz -actualmente dependiente de Patrimonio Nacional- que es quien tiene encomendado la custodia y el mantenimiento del lugar. El Gobierno prevé aprobar en fecha muy cercana este Real Decreto de disolución en desarrollo a la ley de memoria. Hasta ese momento que se presenta inminente, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, tiene la posibilidad de calificar el conjunto monumental del Valle de los Caídos como Bien de Interés Cultural, una vez disuelta la Fundación no será posible declararlo BIC y sólo dependerá del Vaticano. Esta calificación es posible jurídicamente y cualquier declaración en contra efectuada desde el PP es una falsedad cómplice.

No pretendo ser exhaustiva, ni tampoco desmerecer ningún monumento o conjunto histórico, pero los siguientes tienen la categoría protegida de BIC en la Comunidad de Madrid: el casco urbano de Alcorcón, el cementerio viejo de Collado Mediano, la cueva de Pedro Fernández en Estremera, la Sede del Colegio de Abogados de Madrid; en la Calle Velázquez, 63 la sede de Cuatrecasas abogados o el Cementerio de San Isidro. Mientras el Valle de los Caídos está abandonado en la soledad de la Cruz por políticas que dicen defender el Cristianismo y a los madrileños.

La defensa de la sacralidad del Valle de los Caídos y la verdad de ese lugar, que alberga la Cruz más alta de toda la Cristiandad, levantada para abrazar el perdón y la reconciliación tras un genocidio de católicos, no es la última trinchera o una de las causas, es la causa de la Verdad en la que residimos, seamos conscientes o no. Difundir lo que allí sucede y sucedió es un deber moral hacia la verdad y nosotros mismos.


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