1975. El Generalísimo cantando el himno de Galicia. Por Carlos Fernández Barallobre

A las seis de la tarde del día 28 de julio de 1975, un avión de línea regular de la compañía IBERIA, denominado “Ribeiro”, que cubría la ruta Madrid-Santiago de Compostela, despegaba del aeropuerto de Barajas. En él iba el Jefe del Estado, Generalísimo Francisco Franco, que ese día iniciaba el que iba a ser el último periodo estival de vacaciones de su vida, en su querida Galicia.

El gobierno en pleno se dio cita en el aeropuerto madrileño para despedir al Caudillo de España. Franco, antes de subir al avión, hizo un aparte, muy comentado por cierto por la prensa de la época,  con el presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro, que al día siguiente tenía que asistir a la conferencia de seguridad Europea a celebrar en Helsinki.

Acompañaron al Caudillo en ese viaje además de su esposa, Carmen Polo, su médico personal, Vicente Pozuelo Escudero, los ayudantes, capitán de fragata Suanzes; teniente coronel del Ejército del Aire Lens; teniente coronel de Infantería Morales Vara del Rey; teniente coronel de artillería Galbis; teniente coronel de Caballería Rodríguez Colubi, teniente coronel de Ingenieros Mariano Mañeru y los ayudas de cámara Juanito Muñoz, Ruperto Zamorano y Maximino González.

Con puntualidad inglesa el aparato se posó en la pista del aeropuerto de Lavacolla a las siete de la tarde. Fue recibido por el ministro de jornada, Almirante Gabriel Pita da Veiga. Franco pasó revista a una compañía del segundo batallón del Regimiento de Infantería Isabel La Católica nº 29 con guarnición en Santiago de Compostela. Centenares de personas vitorearon al Caudillo cuando inició su traslado hacia el pazo de Meirás, su residencia veraniega desde 1939.

Según relató con posterioridad su médico Vicente Pozuelo Escudero, en su libro “Los últimos 476 días de Franco”, un libro escrito con el corazón para defender la memoria de “un hombre que no hizo más, en palabras de Pozuelo, que demostrar de una manera constante su entrega total al servicio de España y de los españoles”, Franco estaba especialmente contento en esa jornada, pues después de sufrir la grave tromboflebitis, en 1974, pensó seriamente que ya no podría nunca más volver a su querida tierra gallega.

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El Generalísimo Franco saluda al futuro Rey de España Don Felipe de Borbón y Grecia.

 

Al día siguiente llegaron a Meirás el Príncipe de España, Don Juan Carlos de Borbón y su esposa Doña Sofía, que venían acompañados de sus tres hijos. Los príncipes almorzaron con el matrimonio Franco y se alojaron, durante unos días, en las dependencias del Pazo de Meirás.

La Coruña recibía la visita del Caudillo llena  a rebosar, con un tiempo magnífico, en plenas fiestas de María Pita. Engalanadas sus calles con banderas Nacionales. Hoteles, apartamentos, bares, restaurantes plazas, calles y avenidas con un abigarrado  ir y venir  de coruñeses y forasteros, que aquí se consideraban como en  casa, pues no en vano la ciudad lucia su eslogan turístico “La Coruña, la ciudad donde nadie es forastero” y a fe que era verdad. Y  en el puerto fondeado, un año más,  el yate Azor, escoltado en este caso por la Fragata de la Armada “Legazpi” y donde el Jefe de Estado realizaba una de sus pasiones y aficiones más conocidas: la pesca en alta mar.

El día 30 de julio, Franco y el Príncipe de España jugaron con Joaquín Guimaraens una partida del golf en el campo de la Zapateira del Club de Golf de La Coruña. Recorrieron ocho calles que Franco toleró muy bien. Repitió partida con Guimaraens al día siguiente, en que recibió, en el pazo de Meirás, al presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel.

El domingo día 3 de agosto el Caudillo tuvo su primera jornada de pesca. A media mañana embarcó en el Náutico coruñés en una falúa que lo trasladó al yate Azor.

Durante la siguiente semana Franco visitó con asiduidad el club de golf de la Zapateira. Siempre que Franco se dirigía al club, en la mitad del trayecto, una niña de unos once años de edad salía todos los días a saludar a  Franco desde la cuneta.  Franco comentó con su médico: “Ahí está la niña de todos los días que me saluda tan cariñosamente. Le diré a Carmen que le compre un regalo. Así siempre tendrá un recuerdo”. Unos días después efectivos de su escolta hicieron llegar  a la niña, una gran muñeca regalo del matrimonio Franco. La niña continuó puntual y sonrientemente saludando a Franco en su paso hacia el club de golf coruñés.

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El Generalísimo Franco y el Príncipe de España juegan al golf en las instalaciones del club de golf de la Coruña. 

El día 13 de agosto, Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno, cumplimentó al Jefe del Estado en las incomparables torres de Meirás.

Al día siguiente, a más de tres millas de las costas coruñesas, Franco contempló una brillante demostración naval en su honor. Acompañado por su esposa, el ministro de Marina, almirante Pita Da Veiga y otras personalidades,  habían salido en el yate Azor desde la ría de Sada,  donde una centuria de la Organización Juvenil Española le había rendido honores. Escoltado por la Fragata Legazpi, el Azor se situó en un punto del océano para ver pasar a las fragatas Baleares y Andalucía y a los destructores Marqués de la Ensenada, Blas de Lezo y Gravina.

Las unidades de la Armada iban todas empavesadas con la marinería formada en cubierta y con sus respectivas bandas de música. Al pasar a la altura del Azor se dieron las voces de ritual, es decir siete Vivas a España que fueron contestados unánimemente por todos los marineros. La demostración estuvo al mando del comandante general de la Flota, Vicealmirante Francisco Javier de Elizalde y Laínez.

Finalizada la revista que emocionó enormemente a Franco, el yate Azor puso rumbo a Ferrol. Antes de llegar a puerto, el Azor pasó delante del crucero Canarias, que ya esperaba la separación del servicio y su baja activa dentro de la Armada. El viejo y glorioso buque recibió al Azor con su personal formado en cubierta, mientras sonaba el Himno Nacional en honor a Franco. El Caudillo, entre multitud de aplausos, cruzó la ciudad departamental y se dirigió a la Ermita de Chamorro donde oró ante la imagen de la Virgen de la cual era un fiel y ferviente devoto.

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El Jefe del Estado presenciaba junto a su esposa Carmen Polo, una demostración Naval en aguas de la Coruña.  

El día 19, Don Juan Carlos visitaba de nuevo al Caudillo en Meirás.  El día 22 de agosto el Caudillo presidió en el pazo de Meirás el consejo de Ministros. En él, se aprobó un decreto ley sobre prevención y enjuiciamiento de los delitos de terrorismo contra la paz social y la seguridad personal. Eran suspendidos por espacio de dos años los artículos 15 y 18 del Fuero de los Españoles. En lo que se refería a Galicia, se creaba una escuela técnica superior de ingenieros industriales en Vigo. Decreto por el que se creaba un instituto de bachillerato mixto en Sárria (Lugo). Decreto por el que se creaban colegios Nacionales de E.G.B., en Orense y Pontevedra y un centro de formación profesional en Ribadeo (Lugo) Se aprobaba una inversión de 435 millones de pesetas para instalaciones deportivas en Galicia.

Dentro del III Plan de Desarrollo las inversiones en Galicia fueron 40.300 millones de pesetas. Decreto por el que se cedía gratuitamente al Ayuntamiento de La Coruña, el inmueble de la antigua Delegación Provincial de Hacienda para dedicarlo a  servicios municipales.  Se declaraban monumento Histórico Artístico la Iglesia Parroquial de San Jorge de La Coruña, Iria Flavia, cerca de Padron (La Coruña), la iglesia de San Esteban de Atán y el Monasterio Cisterciense de Ferreira de Pantón (Lugo).

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Franco preside el último Consejo de Ministros celebrado en el Pazo de Meiras.

 

A la noche la corporación municipal, con su alcalde Jaime Hervada Fernández-España al frente, ofreció al Caudillo una cena de gala en el ayuntamiento de La Coruña. Franco y su esposa Carmen Polo, llegaron a la plaza de María Pita a la nueve de la noche. El Jefe del Estado, acompañado por el ministro del Ejército, teniente general Francisco Coloma Gallegos, pasó revista a una compañía del regimiento de Infantería Isabel La Católica nº 29 al mando del capitán Javier Donesteve Bordiú, que le rindió honores de ordenanza. En el vestíbulo del ayuntamiento, les esperaban la corporación municipal con su alcalde al frente; capitán general de la octava región, Ernesto Sánchez-Galiano Fernández; gobernador civil y Jefe Provincial del Movimiento, Miguel Vaquer Salort; presidente de la diputación provincial, Lino Rodríguez Madero; gobernador militar, General de División Carlos Franco González-Llanos y otras autoridades y representaciones. Seguidamente del brazo de Carmen Echevarría, esposa del alcalde coruñés, Franco subió a los salones principales del palacio municipal.

El alcalde Jaime Hervada Fernández-España, daba el brazo a la señora de Franco. A la pareja le seguía el presidente del gobierno y su esposa y las demás autoridades. Mientras en el  consistorio se celebraba la cena, en la plaza de María Pita tuvo lugar una animada verbena.

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El Caudillo preside en el Palacio Municipal de La Coruña la cena en su honor, acompañado por las esposas del Presidente del Gobierno Carlos Arias y  del alcalde de La Coruña Jaime Hervada.

 

Una vez terminada la cena, Franco se asomó al balcón principal del Ayuntamiento y desde allí contempló una magna sesión de fuegos artificiales. La plaza era un hervidero de gente, en una ciudad atestada hasta los topes por propios y foráneos. Al terminar la cena, Franco y su esposa regresaron al pazo de Meirás. La vistosa comitiva iba  escoltada por la unidad de motos del regimiento de la Guardia de su Excelencia. Miles de coruñeses tributaron una despedida con constantes muestras de adhesión y simpatía.

Dos día más tarde el palacio de deportes coruñés iba a acoger el magno homenaje de las gentes de Galicia a su Caudillo. Bajo el título de “Cantos y Danzas de Galicia en honor al Jefe del Estado”, la instalación deportiva se quedó pequeña para albergar a tanta gente, que no quiso perderse el gran espectáculo. Tuve el gran honor de estar entre los presentes, sentado en la fila anterior al  palco presidencial, debajo mismo de donde estaba situado el ministro Secretario General del Movimiento, José Solís Ruiz.

Participaron en el homenaje Cántigas e Agarimos; Cántigas da Terra; Toxos  Frores; Coral Ruada; Coral de la Fábrica de Tabacos; Coral del grupo de empresa de la RENFE de Monforte; Grupos de baile de la Sección Femenina de La Coruña, Santiago, Puentedeume; Aturuxo; Ballet Gallego Rey de Viana; Grupos de danza de Mellid, Carballino y Vivero así como el grupo de danzas infantiles de Mellid. Más de ochocientas personas participaron en el homenaje que fue seguido por cinco mil personas en directo y  por miles  a través de la retrasmisión que realizó la televisión española.

En tres magníficos escenarios se desarrollaron los diecinueve números del programa que estuvo dirigido por el inolvidable coruñés, Luis Iglesias de Souza, comisario de Festivales de España. La organización del espectáculo que fue perfecta, estuvo coordinada por el subjefe Provincial del Movimiento de La Coruña, Ricardo Fernández Castro.

En el palco se encontraban rodeando a Franco, los ministros de Marina y Secretaría General de Movimiento almirante Pita Da Veiga y  Solís Ruiz; el capitán general de Galicia Teniente General Sánchez-Galiano; los cuatro gobernadores de las provincias gallegas y los alcaldes de las siete capitales más importantes de Galicia, así como los de Tuy, Betanzos y Mondoñedo, por ser tres de las antiguas capitales del reino de Galicia. Franco fue aclamado dentro y fuera del palacio de deportes con extraordinario entusiasmo.

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El Generalísimo Franco a su llegada al Palacio de Deportes de La Coruña, para presenciar el homenaje que le rindieron los coros y bailes de Galicia.

Al aparecer Franco en el palco presidencial la multitud puesta en pie, lo recibió al grito de “Franco”, “Franco”. Fue un multitudinario homenaje de adhesión, respeto, gratitud y cariño. Sonó el Himno Nacional  y una vez hecho el silencio, el ministro Secretario general del Movimiento ofreció el homenaje. Solís aludió a la entrega apasionada de la vida del Caudillo al servicio de la Patria desde su primera juventud a “esta España que hoy os aclama y que no se parece en nada a la que recibimos de nuestros mayores. Aquí está Caudillo, Galicia. Aquí están sus hombres y mujeres  de las fábricas, del campo, del mar. Y están señor para hablaros en gallego y en castellano. Os van a decir: Francisco Franco, Caudillo de España, que Dios te guarde que Dios te bendiga y que bendiga  a la madre que te parió y a la tierra que te vio nacer. Van hablaros señor de una España más grande, más unida, una España para siempre. Van a bailar y cantar como los ángeles, porque saben que hoy van a hacerlo para Francisco Franco”.

Las palabras de Solís se ahogaron en una prolongada y gran ovación. Al finalizar el magno espectáculo, todos los coros situados en el escenario interpretaron el himno Gallego. Franco visiblemente emocionado, lo escuchó respetuosamente de pie y llevándose su sombrero al corazón.

A pesar de que el maestro Adolfo Anta, dirigiendo a unos coros, ya había interpretado el Himno Gallego en el transcurso de una cena de honor ofrecida al Caudillo en el palacio Municipal en agosto de 1955, durante todo el día anterior las autoridades que coordinaban el  homenaje, estuvieron debatiendo en largas reuniones la posibilidad o no de finalizar el espectáculo con la interpretación de himno gallego, además del himno Nacional. Unos decían que sí, otros que no. Que como lo iba aceptar Franco. Si Franco lo escucharía o por el contrario abandonaría el palacio de los Deportes. Si la multitud lo escucharía en pie y en silencio. Si no se cantaba alguien podía empezar a entonarlo. Todo un mar de dudas. Fueron horas de mucha tensión y nerviosismo. Al final, gracias a la voluntad de Ricardo Fernández Castro, que apostó por ello desde un principio, se decidió que todos los coros, una vez finalizado el espectáculo, interpretaran el himno Gallego y que el homenaje lo cerraran las notas de nuestro himno Nacional.

Todo salió a la perfección. Franco puesto en pie, emocionado. Con su ejemplo dio el espaldarazo a la decisión del Gobernador civil Miguel Vaquer Salort y del sub jefe provincial, Ricardo Fernández Castro, que apostaron por el cántico de “os bos e xenerosos, hijos de Breogán” y de paso restaban una baza a los nacionalistas de la época, que vieron sorprendidos como el Jefe del Estado escuchaba, de forma solemne, el himno de la tierra que la había visto nacer.

A la salida las muestras de cariño se sucedieron por las diversas calles por las que transitó la comitiva de regreso al Pazo de Meirás.

En ese verano se dio la curiosa circunstancia de que Franco no acudió al estadio de Riazor a presenciar ningún encuentro del trofeo Teresa Herrera, ni del Conde de FENOSA. Ese año, Peñarol de Montevideo se llevó el Trofeo Teresa Herrera al derrotar al Cruceiro de Bello Horizonte por penaltis. Mientras el Deportivo hacía lo propio con la magna copa en honor al Conde de FENOSA, al alzarse vencedor ante los equipos del Bonsucesso brasileño y Ríver Plate argentino.

Las últimas jornadas del veraneo de Franco las pasó el jefe del Estado haciendo lo que más le divertía: pescar y jugar al golf.

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 El Caudillo abandona Galicia y se despide de las autoridades, saludando al Capitán General del Departamento Marítimo del Cantábrico Almirante González-Aller.  Sería la última vez que la visitase.

 

El día 8 de septiembre el Caudillo abandonaba el pazo de Meirás para siempre. Antes de embarcar en el avión que le trasladaría a Madrid, Franco acudió a la Catedral Compostelana para darle el tradicional abrazo al Apóstol Santiago. Acompañado por el cardenal Suquia, el Caudillo oyó Misa y se arrodilló durante unos momentos ante el sepulcro del Patrón de España.

En el aeropuerto de Lavacolla fue despedido por centenares de ciudadanos que lo vitorearon constantemente. Como una premonición al subir la escalerilla del Boeing 727 de la compañía IBERIA, Franco se dio la vuelta y agitó varias veces la  mano en señal de saludo a la terminal del aeropuerto santiagués. Nunca más volvería a pisar su adorada tierra en la cual veraneó ininterrumpidamente desde junio de 1939 cuando realizó la primera visita oficial a La Coruña y los coruñeses en agradecimiento le regalaron el pazo que había sido residencia de otra gallega ilustre, Emilia Pardo Bazán. 


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