75º Aniversario de la O.N.C.E. (2ª Parte), por Eduardo Palomar Baró

La Federación Bélica (1936-1938)

En 1936 se precipitó la guerra civil. Como nosotros, gracias a Dios, no podíamos tomar las armas, no nos detuvimos en la tarea emprendida. Nuestras relaciones con las autoridades nacionalistas fueron tan cordiales como lo habían sido con las republicanas.

Apenas cesaron los últimos tiros en Sevilla, tuve una larga entrevista con D. Gonzalo Queipo de Llano, General Jefe del Ejército del Sur, quien me dio cartas de presentación para los gobernadores de las provincias andaluzas que estaban bajo su mando, en las que les instaba a que, como presidente de “La Hispalense”, me diesen toda clase de facilidades, para implantar en su provincia una obra de similares características.

Nuestro plan consistía en reunir a los dirigentes de las sociedades de ciegos existentes en cada provincia, ofrecerles el Cupón, levantar acta de fusión como filial de “La Hispalense” y nombrar una junta directiva. En el caso de haber dos o más asociaciones (en Málaga y Huelva) se fusionaban. La entidad resultante se denominaba Asociación Provincial de Ciegos.

Mi primera comparecencia fue en Granada, donde la Sociedad de Ciegos había quedado reducida a un centro de contratación de músicos para actuar en lugares nocturnos de diversión. En efecto: allí encontré a artistas ciegos tan famosos como José Recuerda, Ángel Barrios, Leopoldo Martínez y otros.

En noviembre me presenté en Córdoba, donde estaba mi profesora Ana Mejías

y mi amigo Pablo Melquíades, éste presidía el Socorro Pro-Ciegos.

Allí tuve un proceso rocambolesco. A fin de implantar el Cupón, visité a la Delegada de Hacienda en funciones, quien fiel a su reglamento, me trató con cajas tan destempladas, que en su indignación tomó el teléfono para meterme en la cárcel, según manifestó. Todo quedó en corteses disculpas cuando le exhibí la carta del General Queipo de Llano.

La tercera capital visitada fue Huelva en diciembre de 1936, donde trabajaba como presidente de una de sus dos sociedades de ciegos, un miembro de “La Hispalense” llamado Antonio Romero Soldán. Allí ya había cupón, y sólo tuvimos que integrarlo al conjunto regional en formación.

En febrero de 1937, el ejército nacionalista ocupó Málaga. La ciudad estaba sin dinero –por haber sido declarada sin valor la moneda republicana– y sin alimentos. “La Hispalense” organizó una expedición de socorro a los ciegos malagueños, con conservas, embutidos y dinero, ampliamente distribuidos entre aquellos, implantándose enseguida el Cupón.

En abril fui a Cádiz, donde gozaba de justificada fama la “Sociedad de Socorros

Mutuos y Defensa del Ciego”.

Dirigida por D. Antonio Calvo, conocido estanquero de la calle Ancha, D. Manuel Mera, y D. Emilio Rincón –éste vidente–, era próspera económicamente gracias a una flota de organillos que, arrastrados por atractivos borriquillos muy bien enjaezados, anunciaban su labor social y recaudaban donativos que obtenían generosamente.

De mutuo acuerdo, decidimos no implantar el Cupón, de momento, aunque la Sociedad tomaría parte en la Federación Bética.

 Por último, entrado 1938, me trasladé a Badajoz en unión de Eduardo Abaurrea, donde funcionaba un cupón desgajado del de Ezquerra, que administraba la viuda de D. Salvador Pérez de León auxiliada por su hija Encarna. Su marido, fallecido poco antes, fue vicepresidente fundador de “La Hispalense” y delegado en Badajoz de la Federación Hispánica de Ciegos.

El acta de constitución de la Federación Bética tiene fecha 23 de febrero de 1938, si bien su comisión organizadora venía actuando un año antes.

Se acordó contribuir a los gastos del Consejo con el medio por ciento del ingreso bruto de todas las Sociedades y fijar un sueldo de 270 pesetas mensuales al Secretario y al Tesorero de dicho Consejo. También se acordó un sueldo máximo de 240 pesetas para el empleado vidente que preste servicio al Consejo de Gobierno.”  

La sede central de la Federación Bética, donde se realizaba la inspección de las cuentas de las Asociaciones, quedó instalada en Sevilla, en la nueva casa de “La Hispalense”, inaugurada solemnemente el 15 de junio de 1938.

Todos los miembros del Consejo menos uno, el Doctor Domínguez, eran ciegos. Nuestra política en ese aspecto era inflexible. Había que demostrar que los faltos de vista podían y tenían que gobernarse por sí mismos, aceptando la colaboración de ciertos videntes que estuviesen de acuerdo con esa política.

En agosto de 1938, cuando propuse al Gobierno la Organización Nacional, la Federación Bética agrupaba a más de tres mil no videntes, los cuales, con base económica del Cupón, doblaban el salario medio de la época. El siguiente paso iba a ser extender a toda España lo que ya estaba hecho en Andalucía.

 

Cara o cruz  

En enero de 1938, supe que unos ciegos, cuyo líder era D. Fernando Martínez Burgos, se reunían en Burgos con dos falangistas videntes, uno de los cuales era el Dr. Vilacoro, para elaborar un proyecto de nuevo Patronato estatal, continuador del que existía en España desde 1934. Formaban parte del grupo, el encargado de la Casa de Trabajo de Zaragoza, D. Primitivo Pérez Ruiz, D. Mariano Ortega Monedero y D. Enrique Pérez Ayuso.

La base económica de aquel proyecto descansaba en una pensión de seis pesetas diarias por ciego, a sufragar entre el Estado, las Diputaciones y los Municipios. De nuevo nos topábamos con la Beneficencia.

Don Juan Belmar, Secretario General de la Federación Bética y yo, nos trasladamos inmediatamente a Burgos para exponerles los logros conseguidos en Andalucía, gracias al Cupón y al autogobierno de los ciegos.

Tras laboriosas conversaciones con ellos, en el acogedor marco de la Biblioteca Municipal de dicha ciudad que dirigía el gran filólogo D. Matías Martínez Burgos, llegamos al acuerdo de trabajar unidos por una federación nacional de asociaciones, firmando el correspondiente acuerdo.

Inspirado en los planes así acordados, redacté la ponencia La Tiflología que presenté al XXV Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, de Santander, en agosto de aquel año, donde nuestras conclusiones fueron elevadas al Gobierno, con carácter de urgencia.

Pero al regresar a Valladolid, al día siguiente de dicho Congreso, D. Fernando Márquez y yo, pudimos comprobar que, de haberlo hecho días después, no habría habido Organización.

Transcribo un párrafo del informe que presentó D. Fernando Márquez a la Federación Bética:

En Valladolid visitamos al Ministro del Interior, al que dimos cuenta de nuestra labor realizada, haciendo hincapié en lo funesto de los planes de Las Heras, ofreciéndonos que él se opondrá por todos los medios. Conoció cuál ha sido nuestra labor en el Congreso, aprobándola sin reservas. Nos promete que dejará en suspenso el Decreto creando los Patronatos y que aquella misma tarde comenzaría la redacción de un nuevo Decreto, en el cual se recogerán y condensarán todas nuestras aspiraciones.”

Antonio Las Heras, conocido ciego de Madrid, había surgido en la zona nacionalista procedente de la republicana, vía Londres, con intención de ocuparse de los ciegos de guerra, en lo cual encontró un apoyo inicial del Ministro de Educación, D. Pedro Sáinz Rodríguez, que era el tío de dos ciegos cultos:

Pedro y Miguel Sáinz Jackson. Osuna y yo lo localizamos en Vitoria, donde tenía un despacho oficial rotulado “Jefe Nacional de Ciegos”. Más tarde encontramos la casa que había requisado en El Alta, de Santander, para escuela de ciegos de guerra. El se había retirado a Bilbao, con el material tiflológico que le dieron españoles residentes en Londres, que tuvimos que rescatar con la Guardia Civil, en 1939.

Animados por el Decreto de abril de 1938, creador del Cuerpo de Caballeros Mutilados por la Patria, donde los ciegos del ejército nacionalista tenían asegurados por vida el sueldo y los ascensos, hubo otros grupúsculos no bien identificados que pululaban por pasillos y antesalas de los Centros Oficiales, portadores de toda clase de peticiones más o menos personales. Se barajaban nombres como Millán Astray, Hedilla y otros, a quienes llegaron a visitar.

Hasta última hora, cuando fui llamado a Burgos el domingo 20 de noviembre de 1938 y recibido en el Ministerio del Interior por el Subsecretario D. José Lorente Sanz y el Jefe del Servicio Nacional de Beneficencia y Obras Sociales, D. Javier Martínez de Bedoya, no supe que la pelota estaba en el tejado. En efecto: delante de mí, el Subsecretario llamó por teléfono al Director del Boletín Oficial del Estado, ordenándole que retirase el Decreto de Ciegos que iba a publicar.

Mi estupor no me permitió inquirir detalles, porque de aquella entrevista salí con nuestra Organización aprobada y la confirmación que sería yo la persona designada para regirla.

Decidí guardar silencio respecto a aquel peligroso forcejeo, ante el temor detener que romper la difícil unidad de los ciegos antes de empezar; que era más importante la obra que teníamos por delante que ningún tipo de rencillas ni de política partidista.

Decididamente, la Providencia actuaba: en la Gaceta de la República, del 4 de diciembre, se publicaba una Orden Ministerial por la que se disolvía el Patronato Nacional de Protección de Ciegos.

¿Qué hechos decisorios condujeron a nuestro triunfo final? El Congreso de Santander, la realidad viva de la Federación Bética, con el peso político de Sevilla y de una persona clave en el Ministerio del Interior: D. Javier Martínez de Bedoya.

En verdad, nuestros argumentos fueron contundentes: mientras los militares estaban tan bien atendidos, los ciegos civiles tenían que seguir a expensas de la caridad pública, si no se aceptaba nuestro proyecto; porque eso de las subvenciones de Burgos era inviable en un país empobrecido por la guerra. Quedaba el problema de la Lotería: pronto pudimos convencer al Gobierno, que un cupón a diez céntimos poco podía competir con los décimos a tres pesetas. No obstante, se eludió mencionarlo en el Decreto.

 

El martes 13 de diciembre, día de Santa Lucía, es la fecha del Decreto Fundacional de la Organización Nacional de Ciegos, publicado en el Boletín Oficial del Estado (Burgos) del día 16.

El Gobierno de la zona nacionalista y su Jefe, D. Francisco Franco, tienen el mérito indiscutible de haber concedido a los ciegos un voto de ciudadanía para conducir sus propios asuntos, por primera vez en el mundo.

En el Correo de Andalucía, de Sevilla, del día 1-9-1938, págs. 5 y 6, se publicó un artículo titulado “El Congreso de la Asociación Española de Ciencias acoge con gran cariño a los ciegos de España”, del que extraemos los siguientes párrafos:

“Ayer mañana regresó a Sevilla el Presidente de la Federación Bética de Ciegos, Don Javier Gutiérrez de Tovar, que ha asistido al XXV Congreso de la Asociación Española de Ciencias, donde presentó una ponencia de la citada Federación Bética sobre Tiflología, cual es la ciencia que entiende en la cuestión de los ciegos.

“La ponencia fue leída por su autor, el señor Gutiérrez de Tovar y Beruete, la cual fue escuchada con suma atención por todos los congresistas, a quienes llamó la atención la novedad del tema y más aún leída por el creador de los beneficios de que disfrutan los ciegos sevillanos y andaluces.

“La ponencia del señor Gutiérrez de Tovar abarca los temas Historia, Oftalmología, Enseñanza, Trabajo, Asistencia Social, Estadísticas y Obras Sociales. Se destaca principalmente el tema del Trabajo.

“Los ciegos tienen la posibilidad, el deber y el derecho de trabajar. Pueden, porque aunque son muchas menos las ocupaciones que les es dado desempeñar que los videntes, en cambio su número es insignificante en comparación con éstos. Deben, porque, como los demás ciudadanos de una Patria fuerte, están obligados a rendir un fruto a la actividad nacional. Y tienen derecho, porque una sociedad bien organizada no ha de consentir que sus componentes ciegos unan a su desgracia física la terrible de no disponer de un medio decoroso de poderse formar una posición libre y un hogar.

Para la enseñanza de los ciegos en sus diferentes grados, hay que prestar una atención principalísima a que ésta sea lo más posible en analogía con la que reciben los videntes. En efecto, el aislamiento determina en el ciego una influencia profunda en su psicología, que produce una serie de taras, que son la verdadera desgracia de estos infelices.”

“Las conclusiones elevadas al Gobierno Nacional son las siguientes:

“1ª. Creación del Servicio Nacional de Ciegos, dependiente del ministerio del Interior.

“2ª. Se fusionarán en esta nueva Organización todas las entidades tanto culturales como de trabajo y de otras órdenes, que traten de problemas relacionados con los no videntes.

“3ª. Pertenecerán con carácter obligatorio a las Organizaciones Oficiales que dependan de este Servicio, todos los ciegos españoles.

 “4ª. El Servicio Nacional de Ciegos confeccionará el Reglamento Interno de la

Organización y dictará las normas a seguir en lo concerniente a la recaudación y administración de los diferentes fondos con que contará.

“5ª. Este Servicio deberá integrarse por un jefe nacional, un subjefe, un secretario general y los delegados de las distintas Secciones creadas por la Jefatura. Los componentes de este Servicio serán nombrados por el excelentísimo señor ministro del Interior, y deberán ser todos ciegos.

“6ª. Será labor de esta Jefatura el desarrollo de los siguientes fines:

“Dotar a todos los ciegos del jornal necesario para su sostenimiento y el de la familia a su cargo, equiparándolos a los videntes.

“Organizar en la debida forma la enseñanza especial de ciegos, a base de los métodos pedagógicos más perfectos.

“Creación de los establecimientos especiales necesarios para la formación profesional de los ciegos, dotándolos del material moderno indispensable.

“Fomentar y proteger en las industrias el trabajo de los no videntes en todos sus aspectos.

“El cultivo de la literatura, el arte y los deportes en general serán otras de las cuestiones fundamentales a resolver por esta Organización.

“Proporcionar asistencia médica completa, subsidios por enfermedad y otras causas especiales a todos, así como pensionar la vejez e inutilidad para el trabajo, de los ciegos.

“Intensificar por todos los medios la profilaxis de la ceguera.

“Propagar activamente las cuestiones tiflológicas y el desarrollo y la labor de este Servicio, para lograr el máximo apoyo y comprensión de las personas videntes.”

“La ponencia fue declarada de urgencia y será enviada al Gobierno Nacional para su resolución.

“El señor Gutiérrez de Tovar ha visitado a elementos del Gobierno, los cuales han prometido ocuparse preferentemente de la ponencia, hasta tal punto que muy en breve se dictará un decreto favorable a las necesidades de los ciegos de España.”

El Decreto (1938-1939)

Ya hemos dicho que el Decreto de 13 de diciembre de 1938, estaba basado en las conclusiones de la ponencia que presenté al XXV Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias.

Cuando dichas conclusiones llegaron al Ministerio del Interior, tuvieron que ser “interpretadas” por un equipo de funcionarios, dar forma a un texto articulado e introducir en él las habituales normas de una Disposición Oficial.

De aquello salió un órgano bicéfalo: de una parte, la Organización Nacional de Ciegos, con sus Secciones, su Jefatura, sus Delegaciones Provinciales y sus Delegaciones Locales; una armónica construcción capaz de funcionar bajo la dirección de ciegos. De otra parte, el Consejo Superior de Ciegos, a modo de un antiguo Patronato, formado por videntes. Veamos cómo: (O.M. del 30-12-1938).

El Ministro de la Gobernación, D. Ramón Serrano Suñer; el Director General de Beneficencia, D. Javier Martínez de Bedoya; el Director General de Sanidad, Doctor Palanca; el Secretario era el Jefe de la Sección de Beneficencia General del Ministerio, D. Pedro Villoslada; otro funcionario del Ministerio, D. Benito Hermida; dos médicos oftalmólogos, Doctores Zilleruelo y Pardo Urdapilleta; un Caballero Mutilado ciego, D. Luis Blanco Valldepérez; y el Jefe de la Organización Nacional de Ciegos, D. Javier Gutiérrez de Tovar. Parecía más bien que se trataba de combatir una epidemia.

Javier Martínez de Bedoya me tranquilizó al asegurarme que este órgano superior se dedicaría a ayudar a la Organización a adquirir práctica administrativa, cosa que era razonable, ya que le daba también prestigio. Pero él no duró más que hasta octubre de 1939, después que dejó terminado el Reglamento Interno de la Organización, publicado el 4 de noviembre. Fue sustituido por D. Manuel Martínez de Tena.

La primera reunión del Consejo Superior de Ciegos tuvo lugar en Valladolid, el 6 de marzo de 1939. La presidió D. Ramón Serrano Suñer. En él se aprobaron los nombramientos de Delegados Provinciales y de algunos Jefes de Sección, nombrándose una comisión encargada de redactar el Reglamento Interno. Se acordó también acudir en auxilio de los ciegos de Barcelona, con fondos de todas las Provincias.

D. Javier Martínez de Bedoya, Vicepresidente del Consejo Superior, fue quien en los primeros días de septiembre de 1938, nos recibió a D. Fernando Márquez y a mí en Valladolid. En aquella entrevista nos informó del proyecto de Patronato de ciegos que había presentado Falange Española, en el que se excluía el Cupón y se dotaba a dicho Patronato de subvención municipal, provincial y estatal, con las que se intentaba dar a cada no vidente necesitado una pensión de seis pesetas diarias.

Cuando le expusimos a D. Javier los resultados de la Federación Bética y la resolución del XXV Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias que acababa de celebrarse en Santander, quedó convencido de la mejor viabilidad de la solución que ofrecíamos. Y preparó el Decreto de 13 de diciembre.

 

Solemne acto de clausura del primer congreso de la organización nacional de ciegos

“En el hermoso edificio de la Federación de Ciegos de Andalucía, de la calle Martínez Montañés, se celebró ayer tarde, a las cinco, el acto solemne de clausura del Primer Congreso de la Organización Nacional de Ciegos, que tan brillantemente se ha venido celebrando en estos días.

“El acto dio comienzo con la lectura de las conclusiones aprobadas en las distintas sesiones de estos días últimos, ofreciendo la lectura el vicesecretario de la Mesa, Sr. Pérez Vallejo. Las citadas conclusiones se refieren a los problemas de Cultura y Enseñanza, Sección de Trabajo, Asistencia Social, Arte y Propaganda, Administración y Profilaxis, en todas las cuales se han desarrollado temas de extraordinaria importancia para los ciegos de España.

 Discurso de Gutiérrez de Tovar

Tuvo palabras de gratitud a las autoridades y a la Prensa por su constante colaboración para los ciegos de España. Ya somos –dijo– organismo integrante del Estado y esto se lo debemos al Gobierno Nacional que, con el Caudillo, se ha interesado hondamente por nuestros problemas.

Antes vivían 30.000 ciegos apartados de toda gestión para con la Patria, y gracias al Generalísimo, ya podemos servirla como cualquier vidente, ofreciendo todos nuestros esfuerzos y nuestro amor.

“Cita las instituciones anteriores, muy deficientes, a base de sentido hospiciano, sin planes de trabajo y sin nada que nos proporcionase labor útil para la Patria. El espíritu de la Falange vive hoy con nosotros –añadió– y ello nos impulsa a nuestro engrandecimiento y bienestar.

“Habla del famoso Cupón de Ciegos, cuya historia relata detalladamente, y lee estadísticas que prueban los grandes beneficios que ello proporciona a todos los ciegos, repartiéndose jornales que suman 27.500 pesetas diarias, habiéndose conseguido escuelas, asistencias médicas, primas para casos especiales, bibliotecas, centros recreativos, agrupaciones musicales, etc.

Declara que el Cupón para Ciegos será obra transitoria, porque el Estado, al crear el Organismo, ha entregado subvenciones y rentas cuantiosas que nos conducirán al afán deseado.

“Vamos resolviendo los problemas en el sentido más justo. Se ocupa después del ciego de guerra, y dedica hermosos elogios a la Sección Femenina de la Falange de Sevilla, que asistió a la Escuela de Reeducación del ciego en el local de la Institución, lográndose admirables resultados.

“Ahora –dijo– se va al Instituto Nacional de Ciegos de Guerra, en Madrid, y dedica a este propósito elogios justos al general Millán Astray.

“Habló de la Patrona de los ciegos, Santa Lucía, y lanzó la idea de que en Sevilla se erija un templo bajo su advocación.

“Terminó también con aclamaciones para Franco y para el Gobierno de España, siendo aplaudido entusiásticamente.

“Finalmente habló el gobernador civil, Sr. Valverde Castilla, dando gracias a Dios de haber asistido al acto de clausura para conocer tan de cerca el problema de los ciegos españoles. Yo no me imaginaba –dijo– esta obra tan magnífica, confirmada por la lectura de las conclusiones; pero lo que más me admira es que los problemas los encaucen y resuelvan los mismos ciegos, que son los que verdaderamente ven los problemas. Nosotros éramos los verdaderos ciegos al no conocer nuestras cosas.

“El acto terminó interpretándose los himnos nacionales, siendo cantado por todos el «Cara al Sol», acompañados por el sexteto de la Organización.”

Los ciegos de guerra

Unos ciento cincuenta hombres quedaron ciegos entre los combatientes del ejército nacionalista; unos trescientos más perdieron la visión en las filas del ejército republicano y las milicias. A éstos hay que añadir los civiles que cegaron al manipular armas abandonadas, niños en especial, casi cien.

Los del primer grupo fueron rehabilitados en la Escuela de Ciegos de Guerra sostenida por la Organización, en Madrid. Dirigida por el capitán Martínez Ojínaga, funcionó, hasta su extinción, con gran eficacia, bien administrada, en un régimen de completa autonomía, sin influir en las decisiones de la Organización respecto a los ciegos civiles. 

Para leer la primera parte, pinche aquí 
 
 
 
 

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