Creación de “La Conquista del Estado”

Gustavo Morales

   Un mes antes del nacimiento de la II República, en plena huelga de la Telefónica, surge un semanario en una España plagada de cabeceras de prensa. El 14 de marzo ve la luz el primer número de La Conquista del Estado. Dos plumas principales lo defendían: la de Ramiro Ledesma Ramos y la de Juan Aparicio.

   La experiencia dura de marzo a octubre de 1931. El medio cambia, el semanario sirve para aglutinar a un grupo de hombres que, junto con otros en torno al periódico vallisoletano Libertad, crearán las JONS.

   La Conquista del Estado era abiertamente político. En su manifiesto se leía:

   “Un grupo compacto de españoles jóvenes se dispone hoy a intervenir en la acción política de un modo intenso y eficaz. No invocan para ello otros títulos que el de una noble y tenacísima preocupación por las cuestiones vitales que afectan a su país. Y, desde luego, la garantía de que representan la voz de estos tiempos, y de que es la suya una conducta política nacida de cara a las dificultades actuales. Nadie podrá eludir la afirmación de que España atraviesa hoy una crisis política, social y económica, tan honda, que reclama ser afrontada y resuelta con el máximo coraje. Ni pesimismos ni fugas desertoras deben tolerarse ante ella. Todo español que no consiga situarse con la debida grandeza ante los hechos que se avecinan, está obligado a desalojar las primeras líneas y permitir que las ocupen falanges animosas y firmes…”.

   El semanario es fruto del pensamiento de Ramiro Ledesma, un hombre de acción de gran preparación intelectual, visible en una amplia y permanente colaboración en los medios de pensamiento más prestigiosos y vanguardistas de su tiempo. Recibió influencias del nacional sindicalismo francés e italiano que precedieron al español. «La deuda de La Conquista del Estado con el sindicalismo revolucionario puede verse en la publicación del artículo de Hubert Lagardelle», señala Jorge Lombardero{10}. «Es interesante apuntar las relaciones que tuvo Ramiro Ledesma con grupos franceses de los años 30 y la influencia que ejercieron sobre su pensamiento político. Nos referimos a los contactos con los grupos de Ordre Nouveau franceses, la revista Plans y todo el círculo de intelectuales inconformistas que en esa década innovaban el mundo de la cultura y política gala.»{27} Georges Sorel y Hubert Lagardelle eran los principales sindicalistas. El segundo escribe en Plans en 1931: «La utopía de la democracia ha despojado al individuo de sus cualidades sensibles, reduciéndolo a la condición abstracta de ‘ciudadano’.»

   Ramiro Ledesma realiza la afirmación rotunda de actualidad, donde la presencia en el presente mediante la acción directa es la táctica del nacional-sindicalismo. Esta lucha contra el sistema, que gobierna sobre «caos, convulsión [y] ruina»{1}, se realiza bajo la bandera de lo nacional como espacio de la solidaridad. En esa tarea de creación de un nuevo tiempo, la juventud ocupa el lugar protagonista. Ledesma no añora el pasado ni filosofa sobre el futuro, vive el presente y en su acción política apuesta la vida y la pierde. Ramiro cree en la liberación de la juventud, tarea heroica, que se realiza con la liberación nacional de España y la liberación social del pueblo español. Y esta tarea no se colma en libros y teorías sino en hechos que se visten de ideología.

   Ledesma abomina de los programas. «Al intelectual se le escapa la actualidad y vive en perpetuo vaivén de futuro. De ahí eso de los programas, elegante medio de bordear los precipicios inmediatos.»{2} Ramiro Ledesma reclama la actualidad, enfrentar «los precipicios inmediatos» que los programas no encaran en aras siempre a un hipotético mañana tan común al parlamentarismo que se escuda tras las cifras para no compartir el dolor humano. Los intelectuales evitan la realidad porque el presente es hacer mientras el futuro se colma simplemente con decir. Los programas colman la necesidad de hechos con palabras. «Es falso que las cosas en política admitan espera»{3} escribe Ledesma en ¿Fascismo en España? Ledesma critica a los programas y a las constituciones porque buscan toda la realidad posible, en sus rígidos modelos teóricos que devienen en burocracia real y monopolio del poder. Ledesma arremete: «Nace el Estado liberal cuando triunfaba en Europa la cultura . Una Constitución es ante todo un producto racional, que se nutre de ese peculiar optimismo que caracteriza a todo racionalista: el estar seguro de la eficacia y el dominio sobre toda realidad posible, de los productos de su mente.»{9}

   Ramiro escribe en el mismo artículo: «No de ideas objetivas, esto es, no de pequeños orbes divinos, sino de hechos y de hombres, es de lo que se nutren las realidades políticas.» Ledesma acusa a los programas de eludir las soluciones en el presente y dejarlo todo para el «vaivén de futuro» promesa siempre por cumplir de los «pequeños orbes divinos», ese grupo de palabras vestidas de ideas que son los programas. Termina Ledesma: «Primero es la acción, el hecho. Después, su justificación teórica, su ropaje ideológico.» El zamorano explica: «Entiendo por hombre de acción, en contraposición al intelectual, aquel que se sumerge en las realidades del mundo, en ellas mismas, y opera con el material humano tal y como éste es {11}. Política, en su mejor acepción, es el haz de hechos que unos hombres eminentes proyectan sobre un pueblo.»{12} Ledesma no defiende aquí un hombre nuevo, común a otros mitos biológicos o economicistas. Ledesma defiende la necesidad de trabajar con las personas tal como son. Son los hechos.

Continúa Ledesma:

«El intelectual es cobarde y elude con retórica la necesidad de conceder audiencia diaria al material humano auténtico, el hombre que sufre, el soldado que triunfa, el acaparador, el rebelde, el pusilánime, el enfermo, o bien la fábrica, las quiebras, el campo, la guerra.» Esta lejanía del poder con respecto a la realidad del pueblo les lleva a fabricarse un reflejo del mundo a su satisfacción. Ledesma renuncia a la vida de filósofo porque «el intelectual es refractario al compromiso verdadero. Es el hombre que especula, que temporiza, que vaticina (…) formula los problemas pero se va sin resolverlos».{15}

   La actualidad del hecho y la respuesta de la acción se sustentan sobre la juventud que es el instrumento del cambio revolucionario nacional. «Ha llegado otra vez la fortuna de arriesgarse» pide a los jóvenes la canción jonsista, y el marco de la rebelión se realiza «sobre un mundo cobarde y avaro, sin justicia, belleza ni Dios».

   José María de Areilza, que conocía a Ledesma desde el otoño de 1931, atestigua: «Confiaba en los jóvenes. Creía que a ellos –estudiantes y obreros– había de dirigirse especialmente el esfuerzo de captación.»{20} Aún de diferente extracción social, los jóvenes buscan un mundo nuevo, quieren construir sus propias estructuras, llevan un mundo nuevo en sus corazones. «No pensamos contribuir a vigorizar otras consignas que las creadas por nosotros mismos. Y aludimos, al hablar así, a los esfuerzos que la generación española más joven hace ya, y hará cada día con más brío, por encontrar el camino de su propia liberación y el de la liberación nacional del país entero.»{21} Es una afirmación de independencia frente a culturas foráneas pero también ante otras capas de la población desmovilizadas, una generación que busca «su propia liberación» y la «nacional». ¿Cuál es esta liberación como generación? En el número dos de La Conquista del Estado, Ramiro Ledesma escribe: «Buscamos equipos militantes, sin hipocresías frente al fusil (…) que derrumben la armazón burguesa y anacrónica.

   La vinculación social de Ledesma es clara: «Esos parados y esas juventudes de porvenir incierto no lo están en virtud de una crisis transitoria y concreta, sino que son víctimas de todo un sistema de desorganización y de insolidaridad.»{25} El parlamentarismo se dedica a «hacer del Estado y de la vida nacional objeto de botín transitorio, sin fidelidad esencial a nada»{26}. Ledesma quiere nacionalizar el espíritu de esa militancia entregada: «el nacional-sindicalismo jonsista es el auténtico guía de las masas desorientadas (…) la redención de todo el pueblo está ligado a la conquista plena de una patria fuerte, libre y enérgica.»{29}

   La crítica de Ramiro Ledesma al Estado liberal: «Su supuesta fuerza es una fuerza adventicia, de gendarmería, pero sin realidad alguna honda. Y este bagaje armado a su servicio reconoce, como señala Sorel, un origen pintoresco. Cada triunfo revolucionario demoliberal traía consigo un aumento de fuerza pública para consolidarse y una centralización –no unificación– frenética en las débiles manos de los gobiernos.»{32} Ledesma piensa que «el Estado liberal se asienta sobre una desconfianza y proclama una primacía monstruosa»{33}. Esa hegemonía es la del egoísmo como motor liberal, el egoísmo individual que por arte de magia liberal muta de vicio privado a virtud pública. Ledesma reclama «el Estado militante que perfila nuestro siglo»{34}. Y dentro del Estado, «los Sindicatos, como células reales de la vida social, son la mejor garantía contra el paro, las crisis y la anarquización de la vida económica»{35}.  

   Raúl Morodo define el primer semanario de Ledesma como «un fascismo de izquierdas»{38}. Es un nacionalismo popular, radical, exasperado. Ledesma deja escrito: «El izquierdismo español (…) no ha podido cumplir en nuestros días misión histórica alguna.»{39} La misión es España; el contenido, el pueblo y el motor revolucionario, la juventud.

   Ledesma destaca que «el predominio izquierdista no equivale a preocupación honda, sincera y eficaz por las angustias sociales de todo el pueblo». Critica a la izquierda por «no haber podido desplegar sobre España, con ardor jacobino, una bandera nacionalista, popular y exasperada»{48}.  La izquierda aborreció lo español. Incluso muchos años después de la eliminación de Ledesma por la República, un izquierdista honesto reconocía: «Hemos considerado que era peligroso tener una identidad nacional mientras nos parecía muy democrático que existieran nacionalismos.»{54}

Notas

{1} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 162.

{2} «Los intelectuales y la política», en La Conquista del Estado, Madrid, 11 de abril de 1931, número 5, pág. 3.

{3} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 50.

{4} Benito Mussolini, Obras Completas, Flammarion, 1935, Tomo III, pág. 151.

{6} Eric Norling, Fascismo revolucionario, Ediciones Nueva República, Barcelona 2000, pág. 23.

{7} «Hertwig y el postdarwinismo», en www.filosofia.org/hem/dep/gac/gt05502c.htm

{8} Nuestra Revolución, Julio 36 http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/rnr.html

{9} Ramiro Ledesma, «Ideas sobre el Estado», en la revista Acción Española, nº 24, 1 de marzo de 1933, págs. 581-587.

{10} Juan Velarde Fuertes & al., José Antonio y la economía, Grafite Ediciones, Baracaldo 2004, pág. 308.

{11} Parece fuera de la línea habitual de construir un hombre nuevo, tan en boga en Berlín y Moscú entonces.

{12} «Los intelectuales y la política», en La Conquista del Estado, Madrid, 11 de abril de 1931, número 5, pág. 3.

{13} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 56.

{14} Mónico Mélida, «Los resortes de Onésimo Redondo», Aportes, nº 32, pág. 24.

{15} Michel Schneider, Ensayo de síntesis para una alternativa, Disidencias, Barcelona 1988, pág. 11.

{16} Ramiro Ledesma, «Sören Kierkegaard. El concepto de la angustia», La Gaceta Literaria, Madrid, 15 de enero de 1931, Año V, número 98, pág. 15.

{17} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 200.

{18} Aunque hay evidentes huellas krausistas en el programa de FE de las JONS. Ver de Gustavo Morales, «Fascismo en España», El Catoblepas, nº 28, pág. 10.

{19} Ramiro Ledesma, «El pedagogo Cossío», La Gaceta Literaria, Madrid, 1 de abril de 1929, Año III, número 55, pág. 2.

{20} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 19.

{21} Ramiro Ledesma, Nuestra Revolución, julio de 1936.

{24} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 206.

{25} Ramiro Ledesma, Nuestra Revolución.

{26} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 166.

{27} Francisco Díaz de Otazu Güerri, Apuntes hacia la filosofía de Ramiro Ledesma, Trabajo de Investigación, Programa de doctorado bienio 1998-2000, Departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo. Oviedo, septiembre de 2000.

{28} Ramiro Ledesma, «Obreros parados y capitales parados», en La Patria Libre, nº 3, 2 de marzo de 1935.

{29} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 237.

{30} Juan Velarde Fuertes & al, José Antonio y la economía, Grafite Ediciones, Baracaldo 2004, pág. 185.

{31} Eric Norling, Fascismo revolucionario, Ediciones Nueva República, Barcelona 2000, pág. 15.

{32} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 168.

{33} ibid., pág. 165.

{34} ibid., pág. 168.

{35} ibid., pág. 174.

{36} Para más información sobre los encuentros con Pestaña, ver «Influencias del fascismo en España», en El Catoblepas, nº 27, pág. 20.

{37} César Alonso de los Ríos, Si España cae. Asalto nacionalista al Estado, Espasa Calpe, Madrid 1994, pág. 18.

{38} Raúl Morodo, «El fascismo de izquierda de Ledesma Ramos», en El País, 4 de agosto de 1985.

{39} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 47.

{40} Dado que el triunfo de la izquierda en Europa occidental ha sido fundamentalmente cultural, cualquier causa romántica y revolucionaria se vincula, torpeza en origen de la censura, a la izquierda, cualquier protesta, la defensa ante cualquier injusticia. En cualquier caso, es ahí donde se encuentran los militantes más entregados, las organizaciones movilizadas.

{41} Ramiro Ledesma Ramos, publicado en la revista JONS, Órgano Teórico de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalistas, abril 1933.

{42} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 51.

{43} Georges Sorel, Sindicalismo revolucionario, Ediciones Nueva República, Barcelona 2004, pág. 83.

{44} «Los hombres de la Dictadura», La Conquista del Estado, Madrid, 4 de abril de 1931, nº 4, pág. 4.

{45} Ramiro Ledesma, «Ideas sobre el Estado», en la revista Acción Española, nº 24, 1 de marzo de 1933, págs. 581-587.

{46} Observaciones sobre partido y praxis política por Manuel Gárate Ch., http://members.tripod.com/~propolco/monograf/partido.htm

{47} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 202.

{48} ibid., pág. 47.

{54} César Alonso de los Ríos, Si España cae. Asalto nacionalista al Estado, Espasa Calpe, Madrid 1994, pág. 54.

 


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