4 DE AGOSTO DE 1953
DECLARACIONES DEL CAUDILLO A HOWARD KINGSBURY SMITH, DIRECTOR PARA EUROPA DE LA “INTERNATIONAL NEWS SERVICE”
– Excelencia, en vista de la confusión del mundo libre sobre los acontecimientos de Rusia, me tomo la libertad de someter a V. E. el siguiente cuestionario:
– ¿Qué interpretación da V. E, a la caída de Beria?
«Que es consecuencia directa de la muerte de Stalin y del fracaso de su política de terror de la que Beria era el inmediato ejecutor. El descontento y malestar interior, muy acusado en el partido y altos mandos del Ejército, que Stalin, por su gran autoridad y poder, podía superar, han puesto al nuevo Jefe de la Rusia soviética en la disyuntiva de continuar el terror y ser el juguete de Beria o dar satisfacción a los descontentos y, apoyándose en el Ejército, sacrificar a Beria. La situación en el exterior no es más halagüeña, pues los abusos del imperialismo soviético con respecto a los otros países comunistas y su política de terror y “purga” de estos últimos años han creado un espíritu de repulsión y condenación entre la mayoría de los comunistas extranjeros. Mas, pese a este hondo descontento general, lo ocurrido hasta hoy no pasa de ser todavía una revolución de jerarcas. No en vano Beria fue el depurador odiado y temido de los cuadros del partido y de los altos jefes militares.»
– ¿Cómo cree V. E. que ello afectará a las relaciones de Rusia con las potencias occidentales?
«Esto depende de la forma en que se desenvuelva la honda crisis rusa. Un factor nuevo, el militar, ha empezado a pesar en la política rusa, lo que constituye una revolución dentro de aquel sistema, que podría conducir a cambios insospechados. Sin embargo, en el interés de Rusia está el dar a las relaciones con el Occidente un aire de continuidad.»
– ¿Cuál cree V. E. que debería ser la actitud de las potencias occidentales, en vista de la crisis interna rusa?
«De reserva y de no fiarse hasta ver cómo se desenvuelve la nueva situación y si ésta logra estabilidad. No puede olvidarse que el comunismo soviético en treinta y cinco años de existencia, ha podido cambiar de táctica, pero nunca de fines. Su crisis más honda la sufrió a la muerte, natural o precipitada, de Lenin, que murió desengañado de su propia obra. Todos sus colaboradores fueron suprimidos por su sucesor y la dictadura de terror continuó. Por primera vez parece entrar un factor nuevo en el área de las decisiones políticas: el Ejército representado por sus mariscales. Del grado de unidad con que éstos intervengan pudiera depender la suerte de aquel país. Ante la posibilidad de esta coyuntura, convendría llevar a su ánimo, así como al convencimiento del pueblo ruso en general, la diferencia que el Occidente establece, entre la nación rusa y su pueblo, por un lado, dignos de conmiseración y respeto, y, de otro, la acción agresiva e inhumana del comunismo soviético, manteniendo bien firme la decisión del mundo de que los países injustamente esclavizados alcancen su liberación. El hecho de que en el horizonte se levante esta nueva interrogación no justifica que el mundo occidental se entregue a confianzas suicidas, que darían al agresor tiempo y espacio requeridos para alcanzar la superioridad total y aprovechar una coyuntura más favorable.»
– ¿Prevé V. E. algún peligro en que los dirigentes soviéticos puedan precipitar la guerra para impedir el colapso del régimen soviético?
«No lo creo, pues la guerra, lejos de consolidar el régimen, precipitaría su fin. Precisamente la presencia del factor militar en la nueva política puede dar a ésta una mayor prudencia y responsabilidad. Saben de sobra los mariscales rusos y sus Estados Mayores los azares que una guerra general entraña. Conocen perfectamente la superioridad técnica e industrial de América y de Occidente, así como el retroceso sufrido en el estado de adhesión y eficacia de las «quintas columnas» comunistas. Y saben por experiencia que no basta ganar las guerras; es necesario asegurar y asimilar los Pueblos conquistados, y la insurrección acaba siendo el término obligado de todas las injustas usurpaciones.»
– ¿Comparte V. E. el punto de vista de que la política aliada fortaleciendo las diferencias del mundo libre haya podido tener influencia importante en los recientes acontecimientos de Rusia y países satélites?
«Lo que hoy ocurre en Rusia, es consecuencia de un proceso político, interno que, por circunstancias especialísimas, se prolongó más de lo que era razonable esperar. Un sistema que para vivir necesita sepultar en vida veinte millones de seres en campos de concentración, las «purgas» periódicas de sus jerarcas y el imperio del terrorismo policiaco, está indefectiblemente llamado, más pronto o más tarde, a sucumbir. Los acontecimientos de los países satélites son la reacción natural de los pueblos viriles cuando sufren la ocupación comunista. Llega un momento, en su desesperación, en que el camino más fácil es la rebelión o la muerte. No es, por tanto, la acción exterior la que imprime carácter a los acontecimientos de Rusia, sino que son los sucesos internos rusos los que pueden influir su política futura con el exterior. De todas formas, la unidad, fortalecimiento y preparación del mundo occidental son, hoy por hoy, la única garantía para impedir la posible agresión o para asegurarse contra ella.»
– ¿Cree V. E. que estamos siendo testigos del principio del derrumbamiento y eventual caída del imperio soviético?
«Querer, en los tiempos que vivimos, crear o mantener imperios es una locura. Los pueblos que tienen una personalidad y que han conocido su libertad, más pronto o más tarde lograrán recobrar su independencia. Una cosa es la gran potencia territorial y demográfica rusa, que en sí misma tiene población y dimensiones imperiales, y otra el imperio que Rusia pretende ejercer sobre las otras naciones usurpadas, el cual, pese a la situación actual, de hecho, con el tiempo, no podrá perdurar. Una transformación profunda en la política interior rusa que redima a la nación de la esclavitud que hoy sufre podría, en cambio, dar vida y estabilidad a su legítimo Poder sobre su población y territorio.»
(Documento facilitado por Eduardo Palomar Baró)