El Alcázar de Toledo

   En el verano de 1936, durante 70 días, el Alcázar de Toledo resiste el asedio del Frente Popular. Tras sus muros hay 1.800 personas: guardias civiles, militares, y paisanos; medio millar de mujeres y medio centenar de niños. El 23 de julio, el coronel Moscardó recibe una llamada de teléfono: debe rendir la plaza o su hijo será asesinado. El Alcázar no se rinde. Sobre él arrojaron 11.500 disparos de Artillería y morteros, 30 ataques de la aviación que tiraron 500 bombas, 35 latas de gasolina, 200 cócteles molotov, 10 incendios provocados, 1.500 granadas de mano, 2.000 petardos, y 4 minas y hornillos con 5 toneladas de trilita. Rechazaron ocho asaltos generales. El 27 de septiembre el Alcázar fue liberado, había entrado en la Historia.

   El Asedio del Alcázar fue un enfrentamiento que tuvo lugar en los primeros meses de la Guerra Civil Española. Se convirtió en un símbolo. En su entorno se enfrentaron milicianos del Frente Popular y militares alzados en favor del bando nacional en Toledo. Éstos últimos se refugiaron en el Alcázar de Toledo, entonces Academia de Infantería, Caballería e Intendencia, acompañados de sus familias. Las fuerzas gubernamentales empezaron el asedio sobre el fortín de los rebeldes el 21 de julio de 1936 y no lo levantarían hasta el 27 de septiembre, tras la llegada del Ejército de África al mando del general José Enrique Varela, haciendo Franco su entrada en la ciudad al día siguiente.
   Tras conocerse el Alzamiento, el 19 y el 20 de julio, el Ministerio de Guerra del Gobierno del Frente Popular reclamó la munición de la Fábrica de Armas de Toledo. El coronel Moscardó rehusaba entregarla, por lo que fue amenazado con el envío en su contra de fuerzas provenientes del cercano Madrid.
   Las fuerzas del Frente Popular asentadas en Toledo consistían aproximadamente en 8.000 milicianos de la CNT-FAI y la UGT, además de Guardias de Asalto. Tenían varias piezas de artillería, vehículos blindados y 2 ó 3 tanquetas. Las Fuerzas Aéreas del Gobierno realizaron tareas de reconocimiento, apoyados por la artillería y bombardearon el Alcázar en 35 ocasiones.
 
   Fuerzas alzadas. Los defensores del Alcázar eran 800 hombres de la Guardia Civil, 8 cadetes de la Academia de Infantería, 1 de la de Artillería y 110 civiles. Las armas de las que disponían eran según el relato de Moscardó:
   Se contaba con el armamento de la Guardia Civil, Academia, Escuela de Gimnasia y Guardias de Asalto y Seguridad; 800.000 cartuchos de fusil y ametralladora (procedentes de las Fábricas de Armas); 1.200 fusiles Mauser y mosquetones; 200 petardos pequeños de trilita; 50 granadas rompedoras de 7 cm; 50 granadas de mortero Valero de 51 cm; 50 disparos de rompedora; 13 ametralladoras Hotckiss de 7 mm; 13 fusiles ametralladores, de la misma marca y calibre, todo en uso por los alumnos en sus prácticas; 4 cajas de granadas de mano Laffite —ofensivas, 200—; 2 piezas de montaña de 7 cm; 1 explosivo eléctrico; 1 mortero de 50 mm; 1 caja de granadas de mano —incendiarias, 25—. Pero los oficiales y la Guardia Civil habían logrado traer munición abundante.
 
   Aproximadamente 670 civiles (500 mujeres y 50 niños) vivieron en el Alcázar durante el asedio. Muchos de éstos eran familiares de los miembros de la Guardia Civil mientras que otros se habían refugiado allí desde diversas partes de la ciudad para salvar sus vidas de los milicianos anarquistas y socialistas. Las mujeres no participaron en la defensa del Alcázar, por su seguridad no se les permitía ni siquiera cocinar o curar a enfermos y heridos. Sin embargo, su presencia en el Alcázar elevó el valor de los hombres para continuar en la defensa. Los civiles que se encontraban dentro del Alcázar estuvieron a salvo de los ataques de las tropas gubernamentales. Las cinco muertes de civiles afines a los sublevados que hubo fueron por causas naturales. Hubo dos nacimientos durante el sitio.
 
   El Alcázar de Toledo se convirtió en la residencia temporal de la Monarquía Hispánica después de la reconquista de Toledo contra los musulmanes, pero fue abandonada por Felipe II y en 1850 fue convertida en Academia Militar, bajo el nombre de Colegio de Infantería. Después de un fuego en 1886 partes del Alcázar fueron reforzadas con acero y vigas de hormigón.
 
   El Alcázar se había convertido para ambos bandos en símbolo y cuestión moral. El fracaso ante el Alcázar fue un duro golpe para el bando gubernamental y una inyección de moral para el nacional.
Cronología del asedio
21 de julio
   La declaración de «Estado de Guerra» fue leída por el capitán Vela Hidalgo, de la Academia Militar, a las 7 de la mañana en Zocodover, la plaza principal de Toledo. Moscardó nombró a un nuevo gobernador civil, el notario Justo del Pozo Iglesias, pues el anterior, Manuel Mª González, se refugió en el Alcázar con su familia. Los rebeldes distribuyeron fuerzas por la ciudad: Hospital de Tavera, Fábrica de Armas, Convento de los Carmelitas Descalzos, Bancos, Ayuntamiento, Catedral, Plaza de Zocodover, Correos, Teléfonos, Matadero, Cuartel de Asalto (Plaza de Padilla), Prisión Provincial, puertas de la muralla y puentes sobre el Tajo. Los guardias civiles llenaron camiones de munición en la Fábrica de Armas con destino al Alcázar. El Ministerio de la Guerra ordenó el bombardeo aéreo de los sublevados; a las 18 horas, el último de los camiones fue alcanzado de lleno cuando estaba llegando a su destino.
 
   Las tropas del Frente Popular enviadas de Madrid, avanzadillas de la columna del general Riquelme, primero llegaron al Hospital de Tavera, pero volvieron a dirigir su ataque hacia la Fábrica de Armas por el intenso fuego que recibían desde el Hospital. Un destacamento de 200 guardias civiles estacionado en la Fábrica de Armas envió carros cargados con la munición de la fábrica al Alcázar antes de evacuar y destruir la fábrica. Riquelme telefoneó esa noche al sublevado Moscardó conminándole a rendirse.
22 de julio – 13 de agosto
   El 22 de julio está ya en Toledo la columna madrileña: dos compañías de infantería, guardias de asalto, una batería de 105mm y un número indeterminado de milicianos ácratas de las «Águilas Libertarias»; además, una compañía de ametralladoras del Regimiento León nº 2 y milicianos del Colegio de Abogados de Madrid, lo que hace un total aproximado de 2.500 hombres, frente a los 1.250 del Alcázar, en su mayoría profesionales de la milicia. Controlaban la mayor parte de Toledo hacia las 20 horas, y comenzó a organizarse el cerco en torno al Alcázar. Esa noche el ministro de Instrucción Pública, Francisco Barnés, volvió a conminar a Moscardó, para que se rindiese.
 
   El 23 de julio el coronel Moscardó recibió la llamada del representante del Frente Popular, el diputado Cándido Cabello, quien le instó a rendirse adviertiéndole que de no hacerlo así, su hijo Luis, quien había sido detenido, sería fusilado. Moscardó fue tajante: El Alcázar no se rinde y conminó a su hijo a poner su alma en paz. Luis fue enviado a la Prisión Provincial, por el delito de ser hijo del coronel Moscardó, pero, tras un bombardeo aéreo republicano errado, los milicianos asaltaron la prisión y lo asesinaron junto con otros cuarenta prisioneros.
 
   El 24 de julio, los sitiados realizaron una salida para recoger alimentos.
   El 25 de julio, ante la imposibilidad de comunicarse por radio por falta de electricidad, el capitán Luis Alba Navas salió del Alcázar con la intención de enlazar con las tropas del general Mola y hacerles ver que la rendición del Alcázar difundida por Unión Radio de Madrid ese día era completamente falsa. Para pasar inadvertido se vistió con un mono azul de miliciano. En las proximidades de Torrijos fue reconocido por un antiguo soldado que había estado a sus órdenes; lo apresaron y fue asesinado cerca de Burujón.
   A Riquelme le sucede en el mando el teniente coronel de infantería Francisco del Rosal, y a éste el comandante Ulibarri a finales de julio. El gobierno de la República trasladó a Toledo piezas de artillería de gran calibre. Se confiaba entonces en un pronto desenlace, pues la situación en el Alcázar era dramática: los alimentos escaseaban y el agua estaba racionada. La moral se mantenía con la publicación de un periódico tirado a multicopista, El Alcázar, a cargo del dirigente del Partido Radical Amadeo Roig.
 
14 de agosto–17 de septiembre
   El 14 de agosto, los gubernamentales cambiaron de táctica después de constatar que las defensas de la zona norte del Alcázar habían sido notablemente reducidas. Durante las 5 semanas siguientes, los frentepopulistas atacaron once veces la casa del Gobierno Militar, pero fueron repelidos en cada uno de ellos.
   El 9 de septiembre, un enviado de los republicanos, el comandante Rojo entró en el Alcázar para hablar con el Coronel Moscardó acerca de una posible rendición. El Coronel la rechazó, pero pidió un sacerdote para bautizar a dos niños recién nacidos durante el asedio y también para decir misa.
   Vázquez Camarasa, canónigo magistral de Madrid con ideas izquierdistas, entró en el Alcázar la mañana del 11 de septiembre y confesó a los sitiados. Esa tarde, Rojo habló con Moscardó acerca de una posible evacuación de las mujeres y los niños. Las mujeres unánimemente contestaron que no querían rendirse y que estaban dispuestas a empuñar las armas para defender el Alcázar.
   El embajador chileno en España, Aurelio Núñez Morgado, habiendo oído que los anteriores intentos de rendición habían resultado fallidos, fue el 13 de septiembre a intentar la rendición del Alcázar. El coronel Moscardó envió a su ayuda de campo para saludar al embajador por un altavoz y para decirle que le prestarían atención sólo si el mensaje se cursaba «a través del Gobierno Nacional de Burgos». A partir de ese momento ya no hubo diálogo.
18 de septiembre
   Desde el 16 de agosto, los republicanos habían estado cavando para introducir dos minas en la parte sudoeste del Alcázar. La mañana del 18 de septiembre, las minas fueron detonadas por orden de Francisco Largo Caballero, que asistió a la voladura, destruyendo completamente la torre sudoeste del edificio y matando a los dos defensores que se encontraban en ella.
 
   Aproximadamente 10 minutos después de la explosión, los izquierdistas lanzaron cuatro ataques contra el Alcázar con la ayuda de carros blindados y tanques. El ataque fracasó a causa de la enconada resistencia de los defensores pero los gubernamentales respondieron con continuos bombardeos de artillería durante la noche y durante todo el día siguiente. Además, los escombros de la torre sudoeste fueron en realidad un obstáculo para los atacantes pues sirveron como buen parapeto para que los sitiados se escondieran hábilmente entre las ruinas e hicieran fuego desde ellas.
 
19 de septiembre–26 de septiembre
   El bombardeo de los edificios periféricos dio buen resultado pues la comunicación entre ellos y el Alcázar llegó a ser imposible. La retirada de los edificios fue ordenada la noche del 21 de septiembre, concentrando a la guarnición para defender lo que quedaba del Alcázar. Los republicanos atacaron los edificios periféricos la mañana del 22 de septiembre, pero el progreso fue muy lento porque desconocían que los edificios habían sido abandonados. Ese mismo día, tropas nacionales de la columna que subía desde el sur llegaban a 6 kilómetros al sur de Toledo, lo cual motivó que las milicias republicanas se esforzaran en tomar el Alcázar lo antes posible.
 
   A las 5 de la mañana del 23 de septiembre, los republicanos asaltaron las brechas del norte del Alcázar y sorprendieron a los defensores lanzando granadas y dinamita. Los nacionales fueron forzados a retirarse al patio del Alcázar pero contraatacaron y rechazaron el asalto. Un nuevo ataque al Alcázar se intentó por la mañana; esta vez un tanque condujo la carga. 45 minutos después de que los soldados republicanos hubiesen atacado las brechas el ataque se había paralizado.
 
   El día 24, las tropas rebeldes al mando del general Varela estaban ya en los suburbios de Toledo y las milicias del Frente Popular se retiraron, aunque algunos opusieron feroz resistencia a los sublevados en Toledo. Las tropas de Varela dominaran por completo la ciudad de Toledo y enlazaran con los sitiados del Alcázar el 27 de septiembre, terminando así el asedio.
Consecuencias
   La toma de Toledo por las columnas de Franco había sido espectacular. El derrotado Gobierno del Frente Populñar adujo entonces que, aparte de una fábrica de armas, Toledo era una ciudad sin importancia militar. Aunque las fuerzas nacionales habían estado aisladas, mal equipadas y sin condiciones para conducir una operación ofensiva, los republicanos se obcecaron en conquistar el Alcázar con hombres, artillería y armas que podían haber usado para parar el avance de los nacionales en el frente. El Gobierno del Frente Popular creyó que al estar la guarnición del Alcázar 70 km al sudoeste de Madrid y sin ayuda de otras fuerzas sublevadas, al conquistarlo, sería una fácil propaganda victoriosa. La prensa fue invitada por el Gobierno para ver la explosión de las minas en el Alcázar, el 18 de septiembre, pero hasta el 29 de ese mes los periodistas no entraron en el Alcázar, ahora invitados por la rebeldes victoriosos.
 
   La decisión de Franco de rescatar a los defensores del Alcázar fue muy controvertida. La ofensiva de Juan Yagüe apuntaba hacia Madrid, pero ocupó antes el valle del Tajo. El día siguiente a la caída de Talavera los nacionales tomaron Irún, después de un cerco muy duro, lo que impedía todo contacto con Francia de la zona vasca leal a la República. El 8 de septiembre se unieron a las tropas de África las de las montañas de Gredos. Todo parecía inclinarse en favor del Movimiento.
 
   Franco no forzó la marcha hacia Madrid. En vez de ello, desvió ligeramente sus  tropas hacia Toledo para acudir en auxilio de los sitiados del Alcázar. Prefirió salvar las vidas de sus compañeros sublevados y elevar la moral de su bando con tal golpe de efecto propagandístico. Al día siguiente, el alto mando afín a Franco se reunió en el aeródromo de Salamanca, le confirmó en su condición de Generalísimo y le confirió el cargo de Jefe de Estado. Como resultado de su decisión, las operaciones bélicas se detuvieron desde el 21 de septiembre hasta el 7 de octubre, que reinicia la marcha sobre Madrid).
   Franco convirtió la liberación de Toledo en un valioso golpe de efecto internacional, llegando a recrearlo, recorriendo los escombros, para las cámaras de los noticiarios que se proyectaron en salas de cine de todo el mundo. Toledo es un lugar de enorme importancia simbólica y patriótica desde la Reconquista.

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