EL BOMBARDEO DE DRESDE: Una de las mayores masacres de la historia de la humanidad

 
 
13 de febrero de 1945
 
 
Eduardo Palomar Baró
 
 
 
   A principios del año 1945 el Ejército Rojo avanzaba hacia Alemania desde el Este en dirección a Berlín, empujando no sólo al ejército germano, sino también a decenas de miles de civiles alemanes que huían hacia Dresde (en alemán Dresden) creyendo que allí estarían a salvo del salvaje comportamiento de los soldados rusos, que se dedicaban a la rapiña, la extorsión, el asesinato y las violaciones, enloquecidos por el triunfo, la sangre y la bebida. El número de habitantes de la ciudad sajona aumentó de 600.000 a más de un millón.            
 
   En esta penosa situación, los aliados protagonizaron una política de bombardeos sobre ciudades alemanas, siendo los objetivos principales Berlín, Leipzig, Chemnitz y Dresde. De estas ciudades, la última era por aquel entonces, la menos industrializada, aunque en ella se encontraban muchos de los más hermosos edificios y de los mayores tesoros culturales y artísticos de Alemania. A orillas del Elba -conocida como la Florencia del Elba- esta preciosa ciudad contaba con magníficos edificios barrocos, el Palacio Residencial, la Iglesia Católica Imperial (Hofkirche), el Palacio Renacentista ‘Georgenbau’, la Ópera ‘Semperoper’, el impresionante conjunto del ‘Zwinger’ albergando la famosa colección de porcelanas de Meissen y de Dresde, la Pinacoteca de los Maestros Antiguos, el Museo Histórico con una importantísima colección de Armas y los salones de Ciencias Físicas y Matemáticas. La iglesia protestante de Nuestra Señora ‘Frauenkirche’, con su forma única en su género era el monumento característico de Dresde,  resistió el primer embate del bombardeo, pero se derrumbó luego por las tremendas temperaturas del mar de llamas.  
 
   Dresde era un centro de reunión de refugiados, de heridos y enfermos y donde se encontraban más de 26.000 prisioneros de guerra aliados, entre británicos y norteamericanos.            
 
   Ya a comienzos de 1945, Alemania había dejado de ser una potencia militar, pues en su mayor parte estaba reducida a escombros y su capacidad industrial se hallaba colapsada por falta de materias primas. Además últimamente, la mayoría de países le habían declarado la guerra o en el caso de sus proveedores de materias primas habían dejado de embarcarles los productos debido a la presión de los aliados. En realidad el país no constituía ninguna amenaza para las fuerzas aliadas en ninguno de los frentes. Si seguían combatiendo era simplemente porque existía la amenaza de la rendición sin condiciones y, en especial en el Este, la venganza de los soviéticos que estaban decididos a arrasar al país.  
 
Preparativos del bombardeo          
 
   A los aliados les impulsó ese ataque tan criminal y despiadado contra una ciudad indefensa, porque habían prometido a Stalin la destrucción de Dresde, no sólo como muestra de solidaridad con los soviéticos, sino que además era una demostración de eficiencia y del enorme poder de destrucción que tenían los demócratas aliados. También parece ser, que Churchill tuvo mucho interés en aplicar la “Operación Trueno”, nombre clave de todos los bombardeos, que daba el Gobierno británico en su proyecto de bombardear zona por zona, lo cual era el mejor modo de terminar la guerra. Además se iba a celebrar la Conferencia de Yalta, por lo que el primer ministro británico estaba ansioso de demostrar a Stalin lo valiosas que las fuerzas aéreas aliadas podían resultar para ayudar a la ofensiva soviética. Después de la batalla de Bulge, -también conocida como campaña de las Ardenas y que primero fue llamada “Operación rosa de Cristo” por los alemanes, hasta que Hitler la renombró “alerta en el Rin” (Wacht am Rhein), que se inició el 16 de diciembre de 1944 finalizando el 1 de febrero de 1945, y fue la última ofensiva importante emprendida en el oeste por los alemanas contra los ejércitos aliados que avanzaban hacia Alemania- el Occidente necesitaba sin duda alguna, todo su prestigio militar para sentarse con tranquilidad ante la mesa de conferencias. Churchill envió urgentemente una nota a sir Archibald Sinclair, secretario de Estado para la Aviación, la cual provocó resultados inmediatos, y el mariscal del Aire, sir Arthur T. Harris recibió la orden de atacar ciudades tales como Berlín, Dresde y Chemnitz lo más pronto posible, ya que en ellas “un duro ataque no sólo provocaría trastornos en la evacuación del Este, sino que entorpecería el movimiento de las tropas alemanas del Oeste”. El ayudante de Harris, el mariscal del Aire sir Robert Saundby, tenía algunas discrepancias al respecto, y al leer la orden se preguntó la razón de que se incluyera a Dresde en el ataque, ya que consideraba que la ciudad no tenía tanta importancia como se le daba. Aunque era un centro ferroviario de algún interés, no era un gran núcleo industrial, ni se empleaba en movimientos de tropas. Así pues, pidió al ministro del Aire que excluyese a Dresde como blanco de la operación. Saundby tuvo que esperar varios días antes de recibir la confirmación de que Dresde debía ser bombardeada. La demora, parece ser, fue debida al interés personal de Churchill en la “Operación Trueno”, encontrándose ya el primer ministro en esos momentos en la conferencia de Yalta. En la mañana del 13 de febrero de 1945, se confirmó que las condiciones meteorológicas eran favorables, y poco antes de las nueve de la mañana, Harris ordenó que el grupo número 5 atacase a Dresde aquella misma noche, tras la cual seguiría un segundo bombardeo que llevaría a cabo una fuerza combinada integrada por cuatro grupos. En horas tempranas de la madrugada, las “Fortalezas Volantes” americanas atacarían la ciudad por tercera vez. Pero al mediodía, los meteorólogos informaron que las condiciones atmosféricas habían cambiado y que las nubes se extendían por todo el centro de Europa, y el cielo no aparecería despejado sobre el blanco hasta las diez de la noche.            
 
   Por la tarde el comandante Maurice A. Smith jefe de la primera ola de ataque, solicitó órdenes de vuelo a la sección de Inteligencia de la 54ª base de Coningsby, en Lincolnshire. Su misión consistiría en permanecer sobre el blanco, a baja altura, dirigiendo el bombardeo. Pilotaría un ‘Mosquito KB 401-E’, rápido aparato biplano de armazón de madera, muy seguro a las elevadas altitudes por las que podía volar, pero peligroso a baja altura, por carecer casi por completo de elementos protectores. Tampoco se halló el mapa detallado de Dresde, y Smith tuvo que guiarse por un plano confeccionado a base de fotografías tomadas en 1943. Tenía que concentrar el ataque sobre el centro ferroviario de la ‘Haupt-bahnhof’ ubicada en la Altstadt (ciudad antigua) de Dresde. A las 19:57 emprendió el vuelo rumbo a Alemania, en compañía del oficial Leslie Page. A la misma hora, el capitán William Topper, a bordo del ‘Mosquito DZ 631-W’ y con el capitán Davies, partieron de Woodhall Spa. Los primeros aparatos que alcanzasen Dresde serían dos escuadrillas de bombarderos ‘Lancaster’. A las 22:04 lanzarían bengalas verdes en paracaídas, con el fin de señalar la situación de la ciudad. Seguirían luego ocho ‘Mosquitos’, que guiados por las bengalas verdes lanzarían bombas rojas de situación en el Estadio Deportivo, que se hallaba justamente a la derecha del blanco principal, que era el nudo ferroviario. Por último, a la Hora Cero -las 22:15-, la fuerza principal se presentaría para bombardear el objetivo señalado con luz roja. Los pilotos de los ocho ‘Mosquito’, recibieron la orden de evitar a toda costa un aterrizaje forzoso al este de Dresde. En lugar de ello, deberían poner rumbo al oeste, aterrizando en territorio enemigo, a fin de que el nuevo equipo electrónico no cayese en manos de sus aliados, los rusos…            
 
   A las 18 horas, los 244 ‘Lancaster’ estaban en el aire. Los aviadores de los ‘Mosquito’, a las 21:49 vieron la primera señal en el “Loran” (Long Range Navigation,  el nuevo sistema de navegación hiperbólica radioeléctrica del largo alcance operativo en baja y media frecuencia, aparato construido por los norteamericanos) que les guiaría directamente hasta el primer blanco. A las 22 horas, Smith localizó su situación a quince millas al sur de Chemnitz. Los  aparatos ‘Mosquito’ viraron hacia el Noroeste, en busca de las bengalas verdes lanzadas por los anteriores aparatos cuatro minutos antes.            
 
   Aunque Dresde no era una ciudad abierta, sólo había experimentado dos ataques aéreos de pequeña importancia. Uno, el 7/10/1944, cuando treinta bombarderos  norteamericanos atacaron sus nudos ferroviarios, matando a 435 personas. El otro bombardeo se produjo el 16/01/1945, y fue a cargo de 133 aviones ‘Liberator’ que bombardearon el mismo objetivo, dando muerte a 376 personas. En la ciudad había un convencimiento de que se había hecho un convenio secreto con los aliados: si los alemanes no atacaban Oxford, los aliados tampoco lo harían con Dresde. Después de todo, la ciudad poseía escaso valor militar, y sus numerosos museos, iglesias y otros edificios de estilo barroco, estaban reconocidos mundialmente como un tesoro arquitectónico. Ello proporcionó una gran tranquilidad a los 630.000 habitantes de la ciudad, la cual, a pesar de los desastres del Frente Oriental, tenía casi un aire festivo en aquella noche del 13 de febrero. Ello se debía a que era un martes ‘Faching’, una de las fiestas favoritas de los germanos, en que los niños se vestían con alegres ropajes de carnaval.  
 
El bombardeo de Dresde
 
   El 13 de febrero de 1945, a las 22:09 las emisoras de radio alemanas reemplazaban sus emisiones regulares por el toque del péndulo que se usaba para anunciar un ataque aéreo. La voz del locutor anunciaba por el micrófono: “Achtung! Achtung! Achtung! Las primeras oleadas de una gran formación de bombarderos enemigos han cambiado de ruta y se acercan ahora a los límites de la ciudad. Se va a  iniciar un ataque. Orden para la población de dirigirse inmediatamente a los subterráneos y bodegas”. Pero pocos imaginaban que se trataba de una incursión devastadora contra la ciudad. Esta sensación de seguridad de los ciudadanos se extendió a los centenares de miles de refugiados llegados del Este, así como a los que procedían de Berlín y de Alemania Occidental. Las salas de espera de la estación de ferrocarril se hallaba abarrotada de personas y de sus pertenencias. Los edificios públicos también estaban atestados de catres y camas en los que dormían los refugiados. El flujo humano era tan grande que hubo que habilitar el extenso parque ‘Grosser Garten’ con tiendas de campaña para unas 200.000 personas. En la estación de ferrocarril casi no había cabida para más trenes, a consecuencia de todos los que habían llegado del Este, y las carreteras procedentes del frente seguían enviando riadas de refugiados a pie, en carretas, coches y camiones. Se calcula que al producirse el bombardeo había 1.300.000 seres humanos en Dresde, entre los que figuraban numerosos norteamericanos e ingleses prisioneros de guerra. El sistema defensivo contra los ataques aéreos en Dresde era sumamente deficiente. Los cañones antiaéreos que aparecían montados en las colinas, eran en realidad de cartón piedra, pues los verdaderos habían sido enviados a los frentes oriental y occidental. Las defensas de la Luftwaffe no eran más eficaces. Los primeros aviones ingleses ‘Mosquito’, llegaron con gran precisión al lugar guiados por el nuevo sistema de navegación hiperbólica, encargándose de marcar con indicadores rojos los límites de la ciudad y con bengalas iluminaron toda la urbe.            
 
   A las 22:15 comenzaron a llover las bombas sobre Dresde de la primera oleada de 245 bombarderos ‘Lancaster’. El único avión derribado fue por la explosión de una de las bombas lanzadas por encima del mismo, tal era la concentración de aviones sobre la ciudad. Enormes bombas explosivas de 2 y 4 toneladas, estaban destinadas a romper las ventanas y arrancar los techos de los edificios muy combustibles de la ‘ciudad vieja’ de Dresde, algunos de los cuales tenían más de mil años. El grupo de ataque transportaba alrededor de unas 75 bombas incendiarias. La idea era primero destruir ventanas y techos con explosivos y luego hacer llover las bombas incendiarias para llevar el fuego a las casas tocadas produciendo tempestades de chispas que se filtrarían por las ventanas y techos destrozados, prendiendo fuego a las cortinas, tapices, muebles, vigas, etc.            
 
   A las 22:30 finalizaba lo que hubiera sido suficiente para cualquier objetivo militar. Decenas de miles de casas, hospitales, escuelas y estaciones de ferrocarril convertidas en centros de refugiados quedaron sin techo, puertas, ventanas, las calles destrozadas e inundadas por la rotura de las tuberías de suministro de agua, postes de teléfono y de alumbrado público tumbados. Posteriormente, los pilotos aliados manifestaron que el humo y el fuego se veían desde 150 Km de distancia.              
 
   La primera ola de ataque reemprende la ruta de regreso, siendo cubierta por nuevas fuerzas que abrieron fuego sobre Dresde a la 1:30 de la madrugada, con 529 aviones ‘Lancaster’ a cuya cabeza avanzaban los ‘Blind Illuminator’ con sus bombas de retardo, cohetes luminosos y linternas de magnesio, que debían arder a 6.000 metros para iluminar el campo. Había también escuadrillas de cazas equipados para el combate nocturno. Además volaban ‘Liberators’ y ‘Fortalezas Volantes’. Cada aparato llevaba una bomba explosiva de 2 toneladas y 5 incendiarias de 325 kilos. En total transportaban 650.000 bombas incendiarias. El jefe de bombarderos, descubrió “con horror que todo el centro de la ciudad estaba engullido por las llamas, lo que impedía identificar los objetivos con precisión y la columna de humo que se elevaba de la ciudad en llamas, oscurecía toda la parte Este”. La cuestión era decidir si debían concentrar sus bombas sobre la zona que ardía o si se debía extender el incendio. El jefe de los bombarderos decidió la segunda opción.            
 
   Durante 10 minutos un ‘Lancaster’ equipado con cámaras hizo el recorrido filmando la dantesca escena para la sección cinematográfica de la RAF. Esta película ahora se conserva en el ‘Imperial War Museum’, siendo uno de los más siniestros testimonios de la II Guerra Mundial, y en el que se puede comprobar como Dresde no estaba defendida, ya que no aparece en la cinta ningún proyector y ninguna batería antiaérea.            
 
   A las 12:12 del 14 de febrero de 1945 las bombas volvieron  a diluviar sobre la otrora bella ciudad sajona. Esta nueva fuerza estaba compuesta por 1.350 ‘Fortalezas Volantes’ y ‘Liberators’. A las 12:23 los ’37 P-51’ del 20º Grupo de Cazas se precipitaron sobre la ciudad con otros 3 Grupos de Cazas, atacando a lo largo del río Elba, a los vehículos en las carreteras que, saliendo de Dresde, estaban cubiertas de columnas de evacuados. En el alba del miércoles 14 de febrero, en Dresde apenas fue notada la aurora: la ciudad estaba oscurecida por una columna de humo amarillo de 5 km. de alto y las emanaciones que caracterizan un gran bombardeo incendiario. El color de dicha columna también provenía del enorme amontonamiento de restos humanos carbonizados y contraídos, de los escombros de edificios, de árboles y restos de la desgraciada ciudad que habían sido engullidos por el ciclón artificial y continuaban siendo aspirados por el cielo. Veinticinco minutos después del bombardeo, vientos de 240 km. por hora succionaban todo lo que encontraban hacia el centro del tornado. Debido a que las altísimas temperaturas impulsaban el aire hacia arriba a gran velocidad, la pérdida de oxígeno producía remolinos de llamas que absorbían el aire incluso de los pulmones de la gente. Una vez declarado el incendio, los bomberos que fueron enviados a Dresde, no pudieron hacer nada para dominarlo.            
 
   La carnicería en la Estación Central ‘Haupt-bahnhof’ de Dresde superó todo lo que pueda imaginarse. Los refugiados se apiñaban en vagones de carga, otros estaban en los corredores y túneles. Dos trenes acababan de llegar de Königsbruck con cientos de niños que habían sido evacuados al Este y ahora volvían a ser evacuados para salvarlos de las hordas rusas. Las escaleras y salidas abarrotadas de bultos y maletas. Con las primeras bombas incendiarias, los corredores y túneles se inundaron de humo letal. Con el segundo ataque concentrado sobre la estación, todas las personas perecieron  asfixiados o quemados vivos. Se calcula que el 70% de las víctimas murieron por asfixia o por inhalación de gases venenosos. La intensidad del calor derretía cuerpos sobre el pavimento, o los reducía a cadáveres calcinados y encogidos, de medio metro de longitud. En palabras del periodista Phillip Knightley: “Las llamas devoraron toda la materia orgánica a su paso: todo lo que era combustible ardió. La gente murió derretida, incinerada o por asfixia. Al día siguiente llegaron aviones norteamericanos para ametrallar a los sobrevivientes que intentaban alcanzar la orilla del Elba”.            
 
   Distintas cifras de víctimas se han barajado, pero las más plausibles son entre 135.000 y 200.000 muertos. Cabe recordar que las cifras oficiales de muertos por las bombas atómicas lanzadas por EE.UU. sobre Hiroshima y Nagasaki son, respectivamente de 83.793 y 71.370. El bombardeo de Dresde, dijo crudamente lord Boothby, el 5 de mayo de 1963, “fue el peor crimen que Inglaterra ha cometido. Ella se colocó de esta manera a la par de los nazis”. Pero actualmente el holocausto de Dresde queda oculto y tapado por la inmensa propaganda que se despliega en esas fechas sobre Auschwitz. Los máximos responsables de esta cobarde y repugnante masacre fueron Winston Churchill y Arthur Harris, director del mando de los bombardeos ingleses, apodado “Bomber”. Ninguno de los dos se disculpó ni mostró el más mínimo pesar, y así Churchill comentaba: “Ahora todo el mundo lo hace” en referencia a la matanza deliberada de civiles, añadiendo: “Es simplemente una cuestión de moda; como los vestidos, que en ciertas épocas se llevan cortos, en otras largos”. Como ejemplo del cinismo que practicaba Harris, se encuentra en la respuesta que dio a un policía de tráfico, que le paró por exceso de velocidad: “Podría haber matado a alguien” le dijo el guardia en tono recriminatorio, a lo que “Bomber” Harris respondió: “Muchacho, yo mato a miles de personas todas las noches”. En sus memorias de la II Guerra Mundial, sir Winston Churchill no mostró mucha emoción al recordar el criminal ataque a Dresde: “En el último mes realizamos un fuerte bombardeo sobre Dresde, que entonces era el centro de comunicaciones del frente oriental alemán”. Sin comentarios.
 
 
 
 
 
 
 
 

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