El memorable paso del Estrecho
Eduardo Palomar Baró
¿Sí? ¿No? Eran muchos los convencidos del «no». Franco representaba intransigentemente el «sí». Incluso entre sus colaboradores inmediatos había quien dudaba, aunque apenas se atreviera a insinuarlo. ¿Cómo podrían las Banderas, los Tabores, los Batallones, las Baterías, las municiones, los equipos de Ingenieros, de Intendencia y de Sanidad saltar desde Marruecos a las costas de Andalucía, si la Escuadra completa, con la excepción de un cortísimo número de navíos, defendía al Gobierno de Madrid?
Franco, consciente de las dificultades y de la crítica situación en que se hallaba todo, el mecanismo del Alzamiento, volvió a salir al paso de cualquier debilidad pesimista. En una nueva proclama, decía a los militares:
«Ya que hablo a militares, profesionales del Ejército y Cuerpos Armados, he de recomendaros la fe del cruzado, la firmeza del caudillo, sin descansar un solo instante; que, por difícil que pueda parecer a algunos su situación local, siempre tienen salida las fuerzas militares. Y la decisión, la sorpresa sobre el adversario, la confianza en el Arma, la economía de municiones, la resistencia en el puesto, la fe en el triunfo os ayudarán a salvar con resolución las más complicadas situaciones».
Burgos le comunica que con fecha 25 de julio se ha constituido en aquélla ciudad una Junta de Defensa Nacional presidida por el general don Miguel Cabanellas e integrada por los generales Saliquet, Ponte, Mola y Dávila, y los coroneles Montaner y Moreno Caldel1ón; Franco tenía bastante con sus propias tareas. El Gobierno republicano podía enviar al estrecho el acorazado «Jaime I» y los cruceros «Libertad», «Miguel de Cervantes», los destructores «Sánchez Barcáiz. tegui», «Almirante Ferrándiz», «José Luis Díez», «Lepanto», «Almirante Churruca», «Alcalá Galiano», «Almirante Valdés», «Almirante Antequera», «Almirante Miranda», «,Grarvina», «Escaño», «Ciscar», «Alsedo» y «Lazaga»; el cañonero «Laya»; seis torpederos, doce submarinos, amén de varias unidades auxiliares.
Para afrontar esa superioridad de medios, realmente aplastante, Franco contaba con el torpedero número 19, el cañonero «Dato» y el guardacostas «Uad Kert», más un par de transportes pertenecientes a la Compañía Transmediterránea. Las demás naves unidas al Alzamiento eran necesarias en el Norte; y algunos de los buques habían de proceder a determinadas reparaciones antes de hacerse a la mar. Convocó a los comandantes de los navíos citados, a los generales Orgaz y Kindelán y a los coroneles Yagüe, Sáenz de Buruaga y Beigbeder. Les comunicó su decisión de ordenar el paso del estrecho. Si alguna observación se insinuó, Franco impuso su consigna. y repitió: «Fe ciega en el triunfo». ¡según solía referir el teniente coronel jurídico, señor Martínez Fusset, cuyo testimonio es valioso por su constante presencia personal en el acontecimiento, Franco argumentó:
«La Escuadra roja no tiene hoy el poder que tenía en manos de jefes y oficiales capaces. Nosotros contamos con todas las ventajas de orden moral. Tengo por descontado el éxito».
Preparóse la operación para el 5 de agosto, fiesta de la Virgen de África, cuya advocación se verena en la pequeña iglesia que corona el monte Hacho, sobre Ceuta. El 4 se redactó en Tetuán la orden de operaciones para 1a Aviación. Es un documento curioso porque parece redactado por un Estado Mayor que tuviera a su disposición medios adecuados a la gran empresa. En el «Apartado III», por ejemplo, se lee: «La Aviación limpiará el estrecho de submarinos y demás unidades rojas»; «mantendrá bloqueadas las unidades de la Escuadra roja en Tánger, y no dejará pasar las unidades de la Escuadra roja de Málaga. Protegerá a toda costa el paso del convoy». Para cumplir tales misiones, la «Orden» declaraba disponer de dos trimotores Fokker y tres trimotores Savoia, dos hidros de la base de Ceuta, dos patrullas de tres Breguet XIX cada una, dos Newport y… nada más. Si exceptuamos los tres «Savoia», que acababan de llegar de Italia (primera contribución italiana al Alzamiento), todo el resto del material era más que deleznable, o por viejo, o por inadecuado a los propósitos del Mando.
El caso es que en la fecha prevista por Franco -5 de agosto-, de madrugada, se puso en marcha el convoy. El comandante del cañonero «Dato», don Manuel Súdico logró el dominio del estrecho, como si mandara un acorazado; los aviones paralizaron. en efecto, los movimientos de la Escuadra del Gobierno de Madrid; y a las siete de la tarde, aproximadamente, el general Kindelán comunicaba a Franco que los transportes «Arango», «Benot» y «Ciudad de Ceuta» habían llegado, sin novedad, al puerto de Algeciras. El gran problema estaba resuelto. Entre los barcos mercantes y los aviones, llevarían a la Península toda la Legión, todos los Tabores de Regulares, los Batallones dispuestos para la expedición y una gran cantidad de material. La realidad rubricaba esta primera gran victoria de Franco, quien, al día siguiente, 6 de agosto, llegó a Sevilla para tomar el mando del llamado «Ejército del Sur», que no hay que confundir con las tropas del Ejército de Andalucía, sujetas al mando del general Queipo de Llano. Este Ejército del Sur era en realidad, el que marcharía sobre Madrid y trataría de resolver el problema de la ocupación de la capital, ya que al del Norte no le era fácil, por el momento, descender de la sierra.