Feliz Navidad. Francisco Franco. Palacio de El Pardo, el 24 de diciembre de 1966

Españoles:
   En esta noche familiar entre todas, entrañable como ninguna, en la que se busca el calor de los seres queridos y cada uno se apiña en un impulso de ternura mutua, de alegría y de esperanza, habéis de permitirme que, por unos cortos minutos, penetre en la intimidad de vuestros hogares para agradeceros de todo corazón el gesto colectivo con el que habéis refrendado la Ley Orgánica del Estado, abriendo así una nueva y ancha vía para el futuro de España.
   Esta vez no he querido esperar el final del año para dirigiros este mensaje; deseaba vivamente agradeceros el modo hidalgo, realmente ejemplar, con que habéis querido manifestarme, en forma libre y clamorosa, vuestra adhesión y confianza. Cuando la Junta Central del Censo Electoral proclame los resultados definitivos, la estructura del nuevo Estado, en su unidad y en sus partes, quedará desde ese momento patente y visible para todos los españoles, que ya no tendrán motivo de incertidumbre del futuro, por la cuidadosa y prudente previsión del mismo que en dicha Ley Fundamental se contiene.
EL VALOR INMENSO DE SENTIROS UNIDOS
   Lo que ha constituido un acto político de singular importancia, de enorme trascendencia para el futuro desarrollo de nuestra convivencia nacional, ha tenido para mi el valor inmenso de sentiros unidos en vuestros criterios, ofreciéndome el respaldo de vuestra sanción afirmativa a la obra de resurgimiento nacional o la que he venido entregando mi vida.
   En la general alegría que presidió tan importante jornada, habréis podido apreciar cómo ha arraigado la unidad entre los hombres y las tierras de España, que con vuestra determinación de ahora asegura la paz y el progreso en los próximos años, en una España cada vez más próspera y destacadamente más justa.
   Llegará un día en que seremos Historia; ya empezamos a serio. Pues bien; yo os digo que la Historia mirará con admiración y respeto a nuestra época; época de cambios, de salirse de los caminos trillados, en la que España ha mantenido con dignidad su puesto en estos graves y difíciles tiempos. Nuestro ideario político, lejos de perder terreno, se ha afianzado en la paz. Y, mirando hacia atrás, asusto el pensar cuál hubiera sido la suerte de nuestro país con un sistema político ineficaz, incapaz de mantener fijo el rumbo en las tormentas. Hubiera sido, sin duda, el fin de España, como el de tantos cuerpos políticos que no han sabido salir de las difíciles circunstancias. En cambio, si, por el contrario, sabemos seguir nuestro camino, nos acercará, después de los años duros, a los momentos de recogida del bien ganado fruto. Es cierto que hemos ganado una gran batalla, que hemos afianzado una gran base política de lanzamiento; pero es necesario que nos planteemos la tarea futura que nos espera. Es evidente que España ha mejorado, pero que aún sigue siendo eminentemente pobre; esto se aprecia al sobrevolar nuestras fronteras y al contemplar frente a las tierras verdes y jugosas de Europa, las estériles y amarillas de nuestros secarrales; pero aun esta desigualdad de la naturaleza puede en gran parte corregirse con la obra eficaz de nuestros pantanos, del aprovechamiento integral de nuestros ríos, de la transformación en regadío del crea máxima de nuestras tierras; exigido, además, por la necesidad de atender a la redención de los sectores deprimidos de nuestra población campesina y por el imperativo de satisfacer el consumo creciente de la población española. Todo eso tenemos que realizarlo sin tregua ni descanso, con el trabajo prolongado de todos los españoles.
CADA DIA TRAERÁ UN NUEVO AFÁN
   Tenéis que grabar en vuestro ánimo que esta obra, como tantas otras, requiere una larga etapa, a la que todos han de contribuir. ¿Que cada día nos traerá una nueva inquietud? Es evidente; pero todas serán superadas si sabemos conservar la unidad de nuestro propósito en esta paz fecunda, que podría malograrse si la división, el egoísmo y las ambiciones llegasen a adueñarse de nuevo de nuestra sociedad. Es demasiado serio lo que se ventila para todos los españoles, y éstos no pueden admitir la alteración de esta paz fecunda y constructiva.
   Pero todo esto ha de ser presidido por el mantenimiento de nuestra política social. Sin una política social justa y avanzada no es concebible ni un pueblo unido, ni una nación próspera, ni un régimen político estable. Sólo ese profundo sentido de justicia social puede impedir que la lucha partidista descienda a inquietar la vida cotidiana de cada hombre y de cada mujer, permitiendo, por el contrario, a éstos aprovechar, lícita y honestamente, a través de sus esfuerzos y de su trabajo, para sí y para los suyos, todas las posibilidades de bienestar y de promoción social y económica que el sistema les ofrece. Jamás se ha entablado una batalla por la transformación social como la que hemos emprendido. y no desmayaremos mientras haya un dolor que aliviar o una injusticia que corregir.
   Esto exige que cada uno de nosotros asuma su responsabilidad de modo pleno y con todas sus consecuencias: los jóvenes, que van a ser los mayores beneficiarios, deben estudiar y trabajar seriamente; el profesor debe ser consciente de su trascendental responsabilidad ante el futuro de la Patria; los productores, sacar el máximo partido de los medios de producción que les están confiados; el empresario, recordar que la empresa no es exclusiva para su beneficio, sino medio de creación económica y de justicia social. Los que ejercemos funciones públicas tenemos una grandísima obligación de productividad, de ejemplaridad y de justicia. En estos años plenos de oportunidades debemos todos aprovecharlas al máximo para el bien común.
OTRA ETAPA SE HA ABIERTO
   Tras la promulgación de la nueva Ley Fundamental que habéis sancionado se .ha abierto una nueva etapa en nuestra marcha. En política no caben inmovilismos, y podéis estar seguros de que nuestro propósito ahora, como no lo fue nunca, no es dormir sobre los laureles. La propia Ley impone, como consecuencia de su contenido, una gran dinámica política: la revisión de nuestras estructuras representativas; la constitución de las cámaras y altos cuerpos colegiados de acuerdo con sus normas; la reglamentación de muchas de sus disposiciones y la aprobación por las Cortes de nuevas leyes complementarias del propósito fundamental, en lo que respecta al Movimiento, a la vida familiar, sindica! y local, que implican una tarea importantísima en el campo de la creación jurídica. Yo espero la colaboración de todos para que lleguemos a las últimas consecuencias del paso que hemos dado, y para ello se precisa la entrega de los hombres con vocación política y con afán de servicio a la Patria, y la participación entusiasta de todos para llenar de vida y autenticidad los nuevos cauces abiertos.
   Para las tareas que ahora comienzan quiero expresar de modo rotundo mi confianza en las nuevas generaciones españolas, que han tenido, por vez primera, ocasión de influir en decisiones de rango histórico. No nos ha pasado inadvertida su presencia entusiasta en ley de vida, el cuerpo electoral estaba formado esta vez, en gran parte, por quienes alcanzaron la mayoría de edad en estos largos lustras de paz. Su actitud ante las urnas es, por tanto, plenamente representativa de una nueva España, curada de todas las antiguas heridas de las divisiones y con una actitud naturalmente abierta hacia el mañana. Si a las generaciones del 18 de Julio correspondieron las hazañas heroicas del sacrificio, que no debemos olvidar nunca, ni las razones que lo hicieron inevitable ni la abnegación con que aquellos españoles supieron aceptarlo, a las generaciones de la paz, ganada por el esfuerzo de los combatientes, les corresponderá la edificación de un futuro mejor e irreversible. Sólo ellas podrán alcanzar las más altas metas del esfuerzo emprendido; pero sólo padrón hacerla contando, como lo han hecho, con la unidad forjada desde una firme base de partida, que es lo que nosotros, les hemos ofrecido.
   Con esta ley sólo he deseado prepararos la plataforma desde la que podréis volar hacia empresas más altas, más complejas, más favorecedoras de los intereses de todos y cada uno de los españoles. Si, como todos esperamos, es acertada, sus frutos vosotros los re- cogeréis. Dentro de unos años serán otros gobernantes los que la utilicen para llevar a España hacia arriba, hacia una vida más rica, más amplia, más justa, más digna de ser vivida. Por ello, cuando os pedí que votaseis esta ley lo hice con ánimo absolutamente altruista, como tan generosamente habéis comprendido. En ningún momento de mi vida política tanto como en éste me ha sido dado poner ante vuestros ojos tan evidente claridad la imagen de mi desinterés.
PREPARAOS A LAS NUEVAS TAREAS COLECTIVAS
   Aprestaos todos a las grandes tareas colectivas que esta nueva etapa de la vida española os exige. España es de nuevo una naci6n joven, orientada claramente hacia el futuro, con un porvenir por delante después de largos años de inercia, de abandono, de atonía y de desesperanza. Pero; al aludir a estos años, yo quisiera en justicia recordaras, una vez más, que el pueblo fue siempre el mismo, tanto en los años de nuestros siglos de oro como en los de nuestra decadencia; iguales los hombres de nuestro tiempo a aquellos que nos precedieron. La población es semejante, con sus mismas virtudes y defectos, con análoga proporción de héroes y mártires, de sabios y de técnicos, de trabajadores y honestos campesinos, de hombres de buena voluntad, con ánimo del mejor servicio. Sin embargo, ¡qué distintos los resultados! Han sido evidentemente las instituciones, los sistemas políticos los que, desuniendo y enfrentando a los españoles, los inutilizaban para las grandes empresas. No en vano reza nuestro sabio refranero: Reino dividido, Reino perdido.
   Esta grandiosa jornada democrática del referéndum no sólo tiene plena virtualidad en nuestra Patria, sino también una proyección exterior indiscutible. Su ordenado y ejemplar dinamismo democrático presenta una España unida, llena de energía, de iniciativas, dispuesta constantemente, colectiva e individualmente, a acometer empresas que hace apenas treinta años se hubieran reputado como imposibles. ¡Qué satisfacción para tantos españoles hoy el comprobar cómo el ser español vuelve a ser algo serio en el mundo!
   Yo he tenido en estos años, entre las generaciones de la paz que se han ido sucediendo en la tarea, muestras de la capacidad y buen criterio de las nuevas promociones españolas. Nuestro Régimen ni se ha anquilosado ni se ha sumergido en el sueño de la Historia; y por ello, en nuestro Estado, en nuestras instituciones, en las tareas de mayor responsabilidad, así como en la vida social, en el estudio y en el trabajo, todos han ido encontrando comprensión, y, como es de desear, las sucesivas generaciones se irán eslabonando en una común y tenaz empresa de resurgimiento de la Patria. Sólo así, unidos generación tras generación en una aspiración constructiva, puede llegar a la meta propuesta un pueblo. Así debe ser, porque nunca una gran obra histórica ha podido ser hecha por una sola generación. Las grandes obras, como las catedrales en la Edad Media, se han construido siempre con las sucesivas aportaciones humanas inspiradas en un mismo ideal. Yo siempre deseé para el futuro de la Patria que se estableciese, ante todo, una sucesión de aportaciones, única clave verdadera de un auténtico proceso de resurgimiento; esto es, la sucesión más garantizada, porque es obra que descansa en la entraña del pueblo.
   Los años que llegan van a ser decisivos para la conquista de la gran empresa, y yo creo firmemente que en esta acción que se va a emprender para la ambiciosa consecución de nuestra obra histórica, la juventud española será, a la hora del esfuerzo, de la energía y de la entrega, digna sucesora de la juventud que regó con su sangre, cualquiera que haya sido su campo, los cimientos de esta España nueva, siguiendo como hasta hoy poniendo por encima de todo nuestra unidad y vocación de servicio. Y así podremos confiar en que vendrán muchos años de paz, de progreso y de justicia para nuestra Patria. Nuestra verdad se va abriendo camino en el mundo de modo impresionante, y el tiempo seguirá colaborando con nosotros. Pensemos cómo la Providencia seguirá velando por España si nos hacemos dignos con el esfuerzo y el cumplimiento de los deberes que a cada uno correspondan.
A LOS ESPAÑOLES DE TODO EL MUNDO
   Y a vosotros, los españoles de todo el mundo, que continuáis una vieja vocación de nuestros hombres de derramarse por toda la faz de la tierra: misioneros heroicos, marinos curtidos por los siete mares, emigrantes por las tierras de América y de Europa, soldados y funcionarios en las provincias africanas, lejanas pero próximas a nuestro corazón, a todos os recuerda la Patria en esta fiesta familiar, y yo os envío, en nombre de todos, el gran abrazo de toda la gran familia española.
   ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad! Esta es, por excelencia, la fiesta de la paz, de la paz familiar, de la paz en las comunidades políticas, de la paz entre las naciones. Quiera Dios que nuestra bien ganada paz se refuerce en cada Navidad, como lo ha sido, por la cooperación ejemplar de todos, en esta Pascua de 1966. Paz y felicidad para todos os deseo en este día. Gracias a los colaboradores de hoy, a los que lo fueron de ayer; gracias, en fin, a todos los españoles por su noble asistencia, y, sobre todo, gracias a Dios por habernos permitido llegar hasta estas horas de plenitud de nuestra Patria.
¡Arriba España!
 Francisco Franco
Palacio de El Pardo, el 24 de diciembre de 1966

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