“¡Españoles!:
Los que escucháis en vuestros hogares las noticias de Radio Castilla, los que, en el frente de batalla, escucháis a los pequeños radiadores (sic) que os llevan las noticias de vuestros hogares y de la retaguardia. Españoles que, bajo la horda roja, sufrís la barbarie de Moscú y que esperáis la liberación de las tropas españolas. Españoles que en América sufrís la incertidumbre de la España grande. A todos los que, unidos, lucháis por ella. A vosotros me dirijo, no con arengas de soldado. Voy solamente a exponeros los fundamentos de nuestras razones, no con tópicos ni contumacias, sino con el propósito de hacer un breve examen del pretérito y de lo que nos proponemos en el porvenir.
No se trata, por tanto, de invocar una situación que justifique nuestra decisión. Lo que es nacional no precisa razonamiento. España, y al invocar este nombre lo hago con toda la emoción de mi alma, sufría la mediatización más nociva de algunos intelectuales equivocados, que tenían un concepto demoledor. Permanecimos en silencio mientras se iba inoculando el virus que jamás debió atravesar las fronteras, para traer aquí lo que hay en otros países de demoledor, aunque se revistiese de literatura, y así se iba perdiendo el concepto de la Bandera, del Honor, de la Patria y de los valores históricos.
Todo eso, y mucho más, acabó por añadir, a la falta de sentimiento patriótico, la pérdida del carácter tradicional de nuestro pueblo, olvidadas nuestras pasadas glorias y falto de conciencia para el porvenir, por ese concepto moderno de las cosas. Vivimos de tal suerte sumidos, unos en el error y otros en la incultura, que, obedeciendo órdenes secretas, no era de extrañar que en un instante no tuvieran inconveniente en destruir todo lo que fuera elemento diverso de los factores de nuestra riqueza. Después del abismo en que aparecía sumida España, y siguiendo sólo la potestad de una misma tendencia materialista, no era difícil venderla al mejor postor extranjero. Tal es la estampa que representábamos en el concurso de las naciones.
Entre tanto, nuestra balanza comercial era adversa y descendería nuestro propio nivel desoyendo nuestras voces de todos los días. Se creaban obstáculos a todos cuantos defendían la personalidad de España, se enrarecía el ambiente nacional, y, por medio de este comunismo, se destruía la economía, se fomentaba el odio y se sustentaba la anarquía en todas las provincias de España. Por esto se da cuenta España y acomete su liberación con amplio espíritu de colaboración social para el restablecimiento en el porvenir de la instauración de su propia libertad, la cual, por ser suya, la reclamará dentro y fuera del solar patrio. España se organiza dentro de un amplio concepto totalitario de unidad y continuidad. La implantación que implica este movimiento, no tiene exclusivo carácter militar, sino que es la instauración de un régimen de autoridad y jerarquía de la Patria.
La personalidad de las regiones españolas será respetada en la peculiaridad que tuvieron en su momento álgido de esplendor, pero sin que ello suponga merma alguna para la unidad absoluta de la Patria. Los Municipios españoles también se revestirán de todo su rigor como entidad pública.
Fracasado el sufragio inorgánico, que se malversó por los caciques nacionales y locales, la voluntad nacional se manifestará oportunamente a través de aquellos organismos técnicos y Corporaciones que representen de manera auténtica sus intereses y la realidad española. Cuanto mayor sea la fuerza del Estado español más se avanzará y las regiones y los Municipios, las Asociaciones y los individuos, gozarán de amplias libertades sin menoscabo de los supremos intereses del Estado.
Dentro del aspecto social, el capitalismo se encauzará y no se regirá como clase apartada, pero tampoco se le consentirá una inactividad absoluta. El trabajo tendrá una garantía absoluta, evitando que sea servidumbre del capitalismo y que se organice como clase, adoptando actitudes combativas que le inhabiliten para colaboraciones conscientes. Se implantará la seguridad del salario hasta que se pueda llegar a la participación de los obreros, haciéndose beneficiarios en el aumento de producción. Serán respetadas todas las conquistas alcanzadas legítimas y justamente, pero al lado de estos derechos estarán sus deberes y obligaciones, especialmente en cuanto afecta al rendimiento de su trabajo y leal colaboración. Todos los españoles estarán obligados a trabajar según sus facultades. No puede el Estado nuevo admitir parásitos.
El Estado nuevo, sin ser confesional respetará la religión de la mayoría del pueblo español, sin que esto suponga intromisión de ninguna potestad dentro del Estado. En su aspecto tributario evitará el aniquilamiento de la riqueza, estableciendo una equidad en los impuestos y contribuciones, haciéndose un justo reparto de las cargas.En el aspecto agrario se llegará a la creación del verdadero patrimonio familiar, merced a lo que el campesino produce se le dará una ocupación permanente para mejorar la vida campesina y al mismo tiempo la vida de la Patria. Tal misión será llevada a la práctica con preferencia.
En el orden internacional, comercial, viviremos en armonía con todos los demás pueblos, en especial con los de comunidad de raza, de lengua y de idearios comunes, y dentro de la más leal convivencia, siempre que no sean incompatibles con nuestro sentido ideológico. Exceptuamos de manera rotunda el contacto soviético.
Estoy seguro que en esta tierra de héroes y de mártires que vierte su sangre generosa para que el mundo encuentre en España la más clara de las visiones, cuando escriba sobre las páginas de su Historia, que no es Oriente ni Occidente, sino genuinamente española, marcará el ejemplo a seguir con este movimiento nacional.
¡Viva España!”
Francisco Franco Bahamonde.
(En el día de su exaltación a la Jefatura del Estado en Burgos, el 1º de Octubre de 1936)