Perdido el carácter de nuestro pueblo, con vergüenza de nuestro presente y olvido de nuestro pasado, faltos de confianza en nuestro porvenir, recelosos de no tener un concepto de las cosas, no es extraño que llegase un momento en que tuviera repercusión todo cuanto fuera elemento de odio, propósito de disgregación, entre los diversos factores que integran las fuerzas productoras de riqueza.
Después, logrado el asesinato moral de un pueblo sumido en el abismo, no es difícil entregarlo, venderlo al mejor postor, pretextando una misma tendencia ideológica para someterlo como colonia o como vanguardia en la lucha contra la civilización y la sociedad.
Tal era nuestra situación. Entre tanto, nuestra balanza comercial favorable se trocaba en adversa. Los frutos de nuestro suelo se depreciaban; se nos imponían limitaciones. Se creaban obstáculos a cuanto significaba destellos de nuestra personalidad, a la que se pretendía rectificar. Se trataba de reducir a la nada y desconectar el brazo salvador que podía liberar a la víctima. Falsos apóstoles enrarecían el ambiente nacional por medio de predicaciones de un comunismo que ofrecía la tierra al campesino, la soberanía al obrero y la autonomía política a las regiones, sembrando el odio y el exterminio. Tristes ofrecimientos de un régimen, que llegado al Poder arrebata la tierra al campesino, la libertad al obrero y se opone a toda flexibilidad autonómica.
Ni libertad, aherrojada por el libertinaje de los partidarios de los gobernantes; ni igualdad, destruida por quienes en el Gobierno se declaraban beligerantes; ni fraternidad, desmentida con el asesinato diario de hombres de oposición, con la complacencia y complicidad de las Autoridades y el Gobierno.
Pactos ocultos con el comunismo ruso, acuerdos secretos con naciones extranjeras a espaldas de la Constitución y de las Leyes; persecución sin tregua de cuanto representase un valor espiritual y moral o no se uniese al carro de la revolución moscovita.
Esta era la España de ayer: la de los obreros criminales explotados por sus directivos, la de los tuberculosos sin sanatorios, la de los hogares sin lumbre, la de los clásicos caciques, la de las injusticias sociales, la de los montes sin árboles, la de los niños sin escuelas, la de los españoles sin patria, la de los hombres sin Dios.
Francisco Franco a los flechas de Sevilla
25 de agosto de 1936.