Eduardo Palomar Baró
En el año 1944 las Cancillerías aliadas manifestaban recelo, desconfianza y abierta hostilidad hacia España, y así, por ejemplo, los Estados Unidos imponían grandes y graves presiones económicas contra el Gobierno español, dejándole sin combustible de ningún tipo. Fue inútil que Winston Churchill, en el mes de mayo de 1944 y en la Cámara de los Comunes de Londres, contestara a los ataques que se formulaban contra el Gobierno de Franco, con este discurso:
“Antes de que se iniciase esta situación, la posibilidad española para atacarnos estuvo en lo más alto. Durante largo tiempo habíamos ido ampliando el aeropuerto de Gibraltar, construyéndolo sobre el mar, un mes antes de la hora cero del 7 de noviembre de 1942; tuvimos a veces 600 aviones aglomerados en ese aeropuerto, a tiro y completa vista de las baterías españolas. Era muy difícil para los españoles el creer que esos aviones estaban destinados a reforzar Malta, y puedo asegurar a la Cámara que el paso de esos críticos días fue angustioso. Sin embargo los españoles continuaron amigables y tranquilos. No hicieron preguntas ni pusieron inconvenientes. Si en varios casos habían adoptado una actitud indulgente con los submarinos alemanes que tenían dificultades, en mi opinión, en lo que se refiere a nuestro interés, compensaron esas irregularidades al ignorar completamente la situación en Gibraltar, donde aparte de los aviones, estaba anclado un gran número de barcos fuera de las aguas neutrales de la bahía, siempre bajo el tiro de las baterías de costa españolas. De habernos ordenado que desplazásemos esos barcos, habríamos tenido las mayores dificultades. Realmente, no tengo idea de cómo habríamos podido reunir y dirigir ese gigantesco convoy. Debo decir que yo consideré siempre que España rindió entonces un servicio no sólo al Reino Unido, al Imperio británico y a la Commonwealth, sino a la causa de las Naciones Unidas. Por ello, no simpatizo con quienes creen inteligente e incluso gracioso insultar y ofender al Gobierno de España en cualquier ocasión”.
Postura española
Empieza la invasión aliada y los alemanes se ven obligados a retirarse de Francia, con lo que la II Guerra Mundial comienza a tomar un último giro que acabará con el Eje. Es entonces, cuando el Gobierno de Franco, reunido en Consejo de Ministros el 3 de febrero de 1944, vuelve a tomar un importante acuerdo: mantener estricta neutralidad ante los acontecimientos mundiales de la conflagración, pero también a no ceder, bajo ningún concepto ante las presiones contra nuestro derecho, a mantener con toda firmeza tal posición que todo país está obligado a respetar como un acto de soberanía indiscutible.
El Jefe del Estado, Francisco Franco, pronuncia en Alicante un discurso definiendo su ya conocida postura anti bolchevique:
“Esta es la realidad de la política española a la contienda. España, que padeció en su territorio la presencia de las checas rusas y sus comisarios, comprendió lo que representaba la amenaza comunista y permitió un día a sus voluntarios la gloriosa empresa de contenerla. Y cuando más tarde esta ilusión podía, contra nuestra voluntad, arrastrar a nuestro pueblo a la guerra con otras naciones civilizadas, con las que España mantiene relaciones de amistad, hubo de sacrificar aquel ideal ante la defensa de los intereses supremos de la Patria, reservándose aquellos veneros de energía y de heroísmo, hoy más necesarios que nunca en nuestro solar, al extenderse por Europa la ola de devastación. Para nosotros son dos problemas distintos: el de la lucha contra los bolcheviques y el de la pugna en Occidente con las naciones civilizadas”.
Roosevelt y el peligro ruso
El presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, seducido por la ruda franqueza de Stalin, no vio o no quiso ver, el peligro de una Rusia plantada amenazadoramente en la mitad de Europa, como ocurrió desgraciadamente más tarde, con la implantación del terror rojo y la tiranía más cruel, que llevó a los países del Este a la más absoluta miseria material y espiritual. Tal vez el “premier” británico Winston Churchill hubiera jugado sus cartas de otro modo, pero estaba cogido entre dos fuegos y era el más débil de los tres.
Prosigue la campaña de difamaciones y calumnias
A pesar de las declaraciones de Churchill y de las del Secretario de Estado de los EE.UU., Cordell Hull, que en un importante discurso sobre la política exterior de su país, hizo referencia a la actitud de neutralidad adoptada por España y subrayando la importancia que tuvo para el curso de la contienda, “ya que si España hubiera sido beligerante al lado de las naciones del Eje, seguramente los aliados no habrían podido tener ningún control en el Mediterráneo”. Pues bien, parece ser que no bastaban estas consideraciones y así, los Gobiernos extranjeros no sólo no detienen estas injustas campañas sino que las fomentan y las avivan.
Histórico mensaje de Franco a Churchill
El 8 de octubre de 1944 hay correo extraordinario entre el Palacio de El Pardo y el número 10 de Downing Street, a través del embajador de España en Londres, el duque de Alba. Es un mensaje antológico y de gran importancia histórica el que el Jefe del Estado español dirigió al primer ministro británico Winston Churchill. Decía así:
“Excelentísimo señor embajador de España en Londres.
“Mi querido embajador y amigo:
“El objeto de la presente es el expresarle de una manera directa clara y sincera, mi pensamiento y el de la nación española en cuanto afecta a nuestras relaciones con la Gran Bretaña, a fin de que de la manera más fiel y directa la haga conocer a nuestro buen amigo el “premier” británico.
“La grave situación de Europa y el papel a que en un futuro están llamadas Inglaterra y España para el concierto del occidente europeo, aconsejan el que aclaremos nuestras relaciones, liberándolas de esa serie de reclamaciones y pequeños incidentes que desde hace más de dos años vienen enervándolas.
“Las nobles palabras que en fecha reciente ha tenido ese primer ministro para nuestra nación, con repercusiones tan favorables en nuestra opinión pública, son garantía de que estas inquietudes han de encontrar un eco favorable entre las suyas.
“Yo encuentro perfectamente natural que hayan existido hasta ahora grandes diferencias entre el pensamiento de la nación inglesa y el que podía tener la española, más libre, más natural, de compromisos y pasiones; pero conforme la guerra avanza, se dibuja más la identidad de los intereses y de las preocupaciones para el futuro, que vemos acusarse en los discursos, manifestaciones y comentarios a los viajes del primer ministro.
“Porque no podemos creer en la buena fe de la Rusia comunista y conocemos el poder insidioso del bolchevismo, tenemos que considerar que la destrucción o debilitamiento de sus vecinos acrecentará grandemente su ambición y su poder, haciendo más necesaria que nunca la inteligencia y comprensión de los países del occidente de Europa.
“Lo que ocurre en la Italia liberada y la grave situación de la nación francesa, en la que las órdenes del Gobierno no son obedecidas y los grupos “maquis” proclaman con descaro sus fines de proclamar la República soviética francesa, para lo que dicen contar con el apoyo de la U.R.S.S., es harto elocuente en estos difíciles momentos.
“La Historia nos demuestra, por otra parte, en lo que han acabado siempre los tópicos de las paces eternas y de las amistades desinteresadas; por ello las bellas palabras no pueden tener para nosotros otro valor que el de un buen deseo, el de un ideal a que nunca se llegó ni logrará llegarse.
“Destruida Alemania y consolidada por Rusia su posición preponderante en Europa y Asia, así como consolidada en el Atlántico y en el Pacífico la de Norteamérica, como nación más poderosa del Universo, los intereses europeos, ante una Europa quebrantada, padecerían la más grave y peligrosa de las crisis.
“Comprendo muy bien que razones militares inmediatas no permitirán a los ingleses responsables comentar este aspecto de la contienda universal pero la realidad existe y la amenaza queda pendiente.
“Después de la terrible prueba pasada por las naciones europeas, sólo tres pueblos, entre los de población y recursos importantes, se han destacado como más fuertes y viriles: Inglaterra, Alemania y España; mas destruida Alemania, sólo queda a Inglaterra otro pueblo en el Continente a que volver sus ojos: España. Las derrotas francesas e italiana y su proceso de descomposición interna, no permitirán probablemente en muchos años edificar nada sólido sobre estos pueblos; hacerlo, acarrearía las mismas trágicas sorpresas que sufrieron Inglaterra y Alemania en la actual contienda.
“La deducción es clara: ¿es conveniente para Inglaterra y para España su amistad recíproca? No dudo en afirmarlo, y será tanto más imperativa cuanto mayor sea la destrucción que llegue a hacerse de la nación germana.
“Sentada esta necesidad, pasemos a revisar nuestras actuales relaciones con Inglaterra, lo que nos llevará a no hacernos grandes ilusiones y a reconocer que no son halagüeñas, pues no obstante las nobles manifestaciones de Mr. Churchill y la buena voluntad de nuestro Gobierno, no acaba de despejarse esa atmósfera de hostilidad y desafecto que se acusan en el ambiente inglés y que vienen causando en los distintos sectores españoles reacciones naturales de defensa. Ni la Prensa, comprendida la gubernamental, ni las radios británicas, han cesado de hostilizar periódicamente a España, a su régimen, cuando no a su Caudillo, unas veces con tonos agrios y malhumorados, otras con frases o conceptos insidiosos.
“Esta hostilidad tiene todavía más importancia cuando se acusa en las representaciones oficiales o cuando tratan de justificarla en diferencias ideológicas, en nación tan acostumbrada como la inglesa a entenderse en todos los tiempos con los diversos pueblos del Globo, cualesquiera que hayan sido sus sistemas de gobierno o sus ideologías; razones que, por su intromisión en lo interno, sublevan a todo buen español, produciendo en el país efectos lamentables.
“No debiera Inglaterra olvidar que las relaciones actuales son una consecuencia inmediata de las del pasado, y en las del futuro han de tener una gran influencia la que ahora mantengamos.
“Estimo que no debemos ocultar en ésa el que las actividades de los servicios secretos y de propaganda británicos han venido causando, al correr de estos cinco años un efecto lamentable con los organismos más vivos y sensibles de la nación, cuales son el Ejército, los servicios de Orden Público y la Falange Española, con sus tres millones de militantes. Podemos, desde luego, asegurar que no se ha descubierto maquinación ni pequeña disidencia en estos años que no haya tenido alguna relación con los agentes británicos.
“La acción que inevitablemente el Estado había de oponer a las actividades clandestinas de los extranjeros, y en la parte importantísima que en su descubrimiento y persecución han tenido aquellos organismos, han hecho polarizar sobre ellos el desafecto, cuando no la antipatía, de los agentes extraños, produciendo la correspondiente indignación entre los medios propios.
“Conviene estén ahí apercibidos de que ninguna clase de actividad política o diplomática del exterior que a España se refiera ha pasado inadvertida, para nuestra nación; aun de aquello que pudiera parecerles más íntimo y secreto hemos tenido providencialmente conocimiento; pero el Estado español, con una clara visión del futuro y de sus necesidades históricas, ha evitado en todo lo posible su publicidad y el consiguiente escándalo.
“Otra circunstancia a exponerles es la de los medios españoles en lo que hasta hoy se ha alimentado la información británica que, sin contar la que los rojos y políticos despechados le hayan podido hacer llegar, la que aquí hemos presenciado se ha alimentado, a nuestro juicio, entre los medios más frívolos e inoperantes de la nación; por ello mucho me temo que los juicios o noticias que Inglaterra tenga sobre nuestro país pequen de erróneos o de desfigurados.
“Por todo ello, he juzgado indispensable, ante las necesidades futuras para nuestros países, el que procuremos, en este momento histórico, aclarar nuestras relaciones, procurando librarlas de aquel ambiente tendencioso y hostil que es incompatible con una amistad sincera en el mañana.
“La guerra ha cambiado completamente el concepto de la estrategia y de la fortaleza de los pueblos; todo ha aumentado de dimensión, y si éstos no quieren verse desagradablemente sorprendidos, han de arrojar por la borda viejos prejuicios y estrechar su solidaridad continental.
“Y como sería quimérico que se pretendiese que España pudiese obrar en estos momentos contra sus convicciones, y se aprovechase de una situación de desgracia de otros pueblos, faltando a los principios del honor y de la hidalguía que han presidido y ennoblecido su historia y que condesa aquella frase tan española de “que nobleza obliga”, sí convendría, en cambio, el que trabajásemos para estrechar las relaciones y hacer posible la acción común futura.
“Conviene destacar que España es un país estratégico, sano, viril y caballeroso; que ha demostrado sus reservas espirituales y sus tesoros de valor y de energía; que tiene una voluntad de ser, no abriga ambiciones bastardas, ama la paz y conoce cómo debe guardarla; que cree que su interés y el de Inglaterra están en entenderse, conoce el valor de la amistad inglesa y sabe el que la suya tiene; que considera posible este entendimiento y futura amistad; pero que ésta no podría ser eficaz ni duradera con su simple y frío enunciado, si no cambian completamente los conceptos de nuestras relaciones, si falta la sinceridad, la buena fe o el propósito firme de entenderse, o si por un viejo y celoso afán de predominio, se guardasen reservas al engrandecimiento del amigo y no se salvasen, con los sacrificios que fuesen, las diferencias que nos separan.
“Y, por último, creo que debe usted aclarar, ante la acción de los malos españoles que desde fuera de España especulan con la posibilidad de cambios interiores, que sirviendo a su pasión hicieran para Inglaterra más barato este acercamiento, que si por quimérico no debemos siquiera discutir su posibilidad, si hemos de afirmar de una manera rotunda que cualquier cambio hipotético que en este sentido se produjera, sólo serviría al interés de Rusia. En lo exterior, todos los españoles conscientes pensamos de igual manera, y la Historia demuestra no es tan difícil ganarse la amistad y el corazón de España.
“Después de haberle expuesto de manera clara y fiel mi pensamiento, sólo me resta el confiar a su patriotismo e inteligente actividad el hacerlo llegar al hombre sobre quien pesan de manera más grande las responsabilidades del futuro europeo.
FRANCISCO FRANCO.
8 de octubre de 1944”
Contestación de Winston Churchill
El “premier” británico contestó a esta carta de Franco, con otra muy extensa, de la que resaltamos algunos interesantes párrafos:
“No olvido que la actitud española no se opuso a nosotros, en dos momentos críticos de la guerra. A saber: en el momento del derrumbamiento de Francia en el año 1940 y cuando la invasión anglo-americana del Norte de África, en 1942.”
Resulta cuanto menos curioso otro párrafo de dicha carta en el que Winston Churchill se cubre, de una vez para siempre, de un rotundo y resonante fracaso como político de visión proyectada al futuro. Parece increíble como un personaje de su talla y categoría cometiese tamaño fallo, no distinguiéndose precisamente como profeta, al escribir:
“En la carta de V.E. al duque de Alba hay varias referencias a Rusia que no puedo dejar pasar sin comentario, teniendo en cuenta las relaciones de amistad y de alianza entre este país y Rusia. La induciría a V.E. a serio error si no desvaneciera en su ánimo la idea equivocada de que el Gobierno de S.M. está dispuesto a considerar ninguna agrupación de Potencias en Europa occidental, o en cualquier otro punto, basada en hostilidad hacia nuestros aliados rusos o en la supuesta necesidad de defensa contra ellos. La política del Gobierno de S.M. se funda firmemente en el Tratado anglo-soviético de 1942 y considera la permanencia de la colaboración anglo-rusa dentro de la armazón de la futura organización mundial, como esencial, no solamente a sus intereses sino también a la futura paz y prosperidad de Europa en su conjunto.”
Siguen las campañas calumniosas contra España
Primero, con la conferencia de las Naciones Unidas de San Francisco en junio de 1945, para al cabo de dos meses, en agosto del mismo año, la vergonzosa Conferencia de Potsdam, que termina con unas malévolas alusiones contra España. Luego desde Francia se planea y se dirige la incursión de grupos armados a través de los Pirineos, los hoy vueltos a ensalzar y recordados con cariño por las fuerzas “democráticas” izquierdosas que pululan por nuestra Patria, que preparan grandes homenajes a esos facinerosos y delincuentes llamados “maquis”. Y llegó la gran iniquidad: el 2 de diciembre de 1946 la Asamblea de la O.N.U decreta la eliminación de España de los organismos y reuniones de las Naciones Unidas.
Una inmensa muchedumbre, inflamada por la indignación ante tamaña injusticia, se apiña el lunes 9 de diciembre de 1946 en la Plaza de Oriente madrileña, y en las capitales de provincia de toda España. Miles y miles de personas protestan contra las injerencias de la ONU en los asuntos internos de España. El nuevo grito es: “¡Franco sí; comunismo no!”. En más de seiscientas mil personas se calculó la muchedumbre que se congregó ante el palacio de Oriente. Concentrada en la plaza de Colón, la enorme manifestación recorrió las calles de Madrid hacia el Palacio Nacional. En el balcón central, Franco, rodeado del Gobierno, pronunció unas breves y encendidas palabras, ratificando la independencia nacional y la voluntad unánime de unidad de todos los españoles. Este fue el inolvidable discurso:
“Necesitaríamos el solar de toda España para esta inmensa manifestación de entusiasmo, de unidad y de firmeza, que da la más expresiva y rotunda respuesta a quienes en el exterior especulan torpemente con vuestra lealtad y con nuestra paz interna. Los que en la impunidad intentan injuriarnos, queriendo quitar a los españoles la gloria de su victoria y el mérito de sus sacrificios, para hacerlos recaer precisamente en un puñado de sus odiados enemigos, con la injusticia echan sobre sí mismos un baldón de ignominia.
“La situación del mundo y sus vergüenzas llenan una vez más de contenido a nuestra gloriosa Cruzada. Hay que pensar lo que hubiera sido sin ella en estos tiempos calamitosos de Europa. Unamos a la gran fuerza de nuestra razón, la fortaleza de nuestra unidad. Con ellas y la protección de Dios nada ni nadie podrá malograr nuestra victoria.
“Y volvemos en la Historia a polarizar la atención del mundo. Millones de cartas de españoles esparcidos por el Universo lo acusan con frecuencia. Por vosotros, y por vuestros sacrificios se sienten de nuevo «hijos de algo». Prueba de nuestro resurgimiento es llevar al mundo colgado de los pies. Señal inequívoca de que en España empieza a amanecer.”
Las aclamaciones, vítores, entusiasmo y adhesión total a Franco, fue un auténtico e incuestionable referéndum popular.