José Antonio Primo de Rivera

José Alfredo García Fernández del Viso, historiador

El Hombre

Han transcurrido 109 años del nacimiento de uno de los hombres más carismáticos en la historia española reciente, tanto por su figura como por su proyección ideológica. Se han escrito miles de páginas sobre él, jalonadas por numerosos volúmenes, destacando en ellas de un modo frecuente su vertiente política. En este caso, voy a tratar de aproximarme al hombre, a su dimensión humana.

José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, nace un 24 de abril de 1903 en el seno de una familia tradicional, castrense y por qué no decirlo acomodada, en una casa de la castiza calle madrileña de Génova. Con tan sólo cinco años edad queda huérfano de madre, siendo educado junto a sus cuatro hermanos por una tía paterna, por la que José Antonio sentiría un profundo cariño a lo largo de su corta vida, su tía Ma. Con un sentido maternal inmenso (aunque no se cumpliera físicamente) embuyó del mismo a José Antonio y al resto de sus hermanos a lo largo de su vida. Con muy pronta edad acude a un colegio de religiosos situado en las proximidades de la vivienda familiar.

Estudia la carrera de Derecho, finalizándola bajo un expediente ejemplar, teniendo ya algunas incursiones en política universitaria, precisamente es cuándo entabla amistad con Ramón Serrano Suñer y Raimundo Fernández Cuesta, los que no tardando mucho se convertirían en albaceas de su testamento. Su honda preocupación hacia los demás ya aflora en esos momentos, dónde se erige como figura destacada en la facultad. Recordemos la política universitaria, no es equiparable a la mundana, en el mundo del “saber” lo que prima son las preocupaciones del conjunto de estudiantes, no la búsqueda del beneficio propio.

Son los años en que su padre es el presidente del Consejo de Ministros con la aquiescencia del monarca de entonces, Alfonso XIII.

Un paréntesis; desde el acceso al poder de Miguel Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923 a su dimisión forzada el 28 de Enero de 1930 transcurren unos años de esplendor y desarrollo nacional altamente positivos. Sus logros en territorio africano poniendo fin a derrotas belicas continúas, una política económica novedosa basada en el sentido común dotando al tejido industrial de beneficios a través del Decreto de Protección de la Industria Nacional o la Ley del monopolio de petroleos de 1927, un auge desaforado en infraestructuras con gran construcción de carreteras y vías para el ferrocarril, junto con una serie de reformas administrativas, sacaron a España del atolladero dónde estaba inmersa para situarla en los niveles de exigencia del momento.

José Antonio desde muy niño, tal vez al quedarse sin madre tan prematuramente, sentía una admiración sin condicionantes por su padre, tanto por la figura de militar, como de político o de persona propiamente dicha. De hecho muchos de los valores de su padre le fueron inculcados, son estos los que marcaran su corta existencia terrenal.

En 1922, ya es abogado y encuentra un pequeño piso en la calle Alcalá Galiano para establecer su despacho profesional, concretamente en el número 8. No obstante en el devenir de Falange tendrá mucha importancia el mismo, ya que será aquí dónde José Antonio escribe el discurso fundacional de la nueva organización política que al día siguiente explicaría en el Teatro de la Comedia.

Realiza el servicio militar, y en 1925 pasa a formar parte de los Cruzados de Santiago, cumpliendo con los deberes encomendados. Vemos como José Antonio intenta participar en la sociedad civil.

Su vida se desarrolla en Madrid, esa capital a la que se refería como formada por sus gentes pobres y ricas en armonía, configurando un Madrid señor, en vez de un Madrid señorito y achulanganado.

Fallece su padre en 1930 en el exilio, París. Diría el gran Ortega unos años más adelante que “España es un país de desmemoriados”, desde luego en este caso se cumple. Tras su gran labor al frente de la nación, es olvidado en el más absoluto de los rincones.

Ante ello, José Antonio se rebela, e intenta la primera aventura política seria en pos de la memoria de su padre. Participa en el proyecto político monárquico denominado Unión Monárquica Nacional, llegando a ocupar el cargo de vicesecretario general del partido. Tenía por entonces una obsesión, defender los logros alcanzados bajo el gobierno de su padre. No obstante comienza a fluir ideas propias, muchas de ellas renovadoras, por lo que abandona la formación monárquica al no ver plasmadas parte de las mismas.

Es detenido por las autoridades republicanas en 1932, bajo sospecha de participación en la intentona de golpe de Estado encabezada por el General Sanjurjo, cosa falsa a todas luces, pero el sistema ya veía con honda preocupación las proclamas de un joven patriota.

Escribe varios artículos en el periódico La Nación, alcanzando su culmen con la salida de la revista El Fascio, publicando un artículo titulado “orientaciones hacia un nuevo Estado”, toda una declaración de intenciones; el estado liberal no cree en nada, ni siquiera en si mismo. El Estado liberal permite que todo se ponga en duda, incluso la conveniencia de que él mismo exista.

En muy poco tiempo José Antonio imbuido de las nuevas ideas emergentes en Europa por aquel entonces vira en su pensamiento, para adoptar una genuina forma política netamente española, dónde la revolución y la tradición convivan. Funda junto a Julio Ruiz de Alda el Movimiento Español Sindicalista, dónde se plasman parte de las ideas que se desarrollaran en Falange; el hombre portador de valores eternos, una justicia social verdadera, sentido nacional de patria, etc.

La República de entonces comete todo tipo de tropelías con ataques virulentos hacia las esencias patrias, por lo que el 29 de Octubre de 1933 nace Falange Española con un acto fundacional en el Teatro de la Comedia de Madrid. En él transcurso del mismo José Antonio realiza un discurso magistral, dónde expone todas sus ideas y sus sueños, destacando un ataque palmario al liberalismo imperante de entonces basado en las ideas de Jean Jacques Rousseau a través de su obra “contrato social”.

Con cierta frecuencia participa en tertulias castizas, dónde muchos de sus participantes integraban la camaradería azul del momento. Son de destacar las desarrolladas en la Ballena Alegre, el café Europeo, el Castilla o en Bakanik. La glorieta de Bilbao también ha sido testigo en la madrugada de animadas charlas entre José Antonio y otros camaradas después de cerrada la cafetería dónde se veían.

En 1933, obtiene un escaño en las cortes españoles, es el tiempo en que comienza el bienio radical cedista. Dicha acta de diputado es ganada en Cádiz dentro de una coalición conservadora, ya que Falange no tenía fuerza ni poder por entonces como para pensar en aventuras en solitario.

Por ello tan sólo un año después, tras estudiar las coincidencias con la otra facción fascista del escenario español de entonces, las JONS de Ramiro Ledesma Ramos y Onesimo Redondo, se fusionan ambas formaciones en Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista.

Los dos grandes intelectuales del momento, José Antonio y Ramiro, unen sus fuerzas y sus ideas en pos del cambio del Estado. Si el discurso del teatro de la comedia es el punto de partida falangista, el discurso a las juventudes de España constituye la mecha para la revolución por parte de Ramiro Ledesma Ramos.

La oratoria y las ideas, se dan la mano. Al esquema nacional falangista, se le une el frente nacional sindicalista, genuina ideología, dónde se propugnaba por el cambio de sistema, independientemente que al frente del mismo se situaran derechas o izquierdas.

En un principio un triunvirato se hará cargo de la organización, sin embargo al poco tiempo la personalidad arrolladora de José Antonio se impone, y pasa a ser Jefe único tras votación.

Son los años de “plomo falangista”. Sufren numerosos caídos, la mayor parte de ellos jóvenes, ya que FEJONS contaba entre sus afiliados con una nómina de juventudes capital.

Ante ello José Antonio se muestra reticente a emplear la violencia, sólo ya cuándo la nómina de los mismos es amplísima, afirma la necesidad de responder ante la violencia, pero sólo utilizada como respuesta no como medio de propaganda.

La propaganda falangista se basaba en las ideas, las cuales eran expresadas mediante la palabra con numerosos mítines a lo largo de la geografía nacional o por medio de prensa escrita, destacando en este aspecto el semanario Arriba o FE.

Los años transcurren y la situación española se deteriora por momentos, llegando a las elecciones de 1936 dónde las izquierdas tras un recuento más que discutible se hacen con la victoria a través de la coalición denominada Frente Popular.

Nada más recuperar el poder, los frente populistas decretan la ilegalización de la Falange con la detención de sus principales líderes, como no, José Antonio a la cabeza.

Es encarcelado en la cárcel modelo madrileña, para posteriormente ser trasladado a la prisión de Alicante el 5 de junio de 1936. Constituirá su último viaje, atrás deja a su Madrid, a ese Madrid dónde vio la luz por primera vez y desarrolló su corta vida a la vez que las ideas. Sus camaradas de primera hora se quedan en la capital, huérfanos del Jefe Nacional, pero sobre todo de la persona, la cual los imbuía de las ideas y del privilegio de amar a España.

Las autoridades realizan este cambio ante el temor de una posible acción para excarcelarlo por falangistas dentro de la capital de España.

Su vida carcelaria no le impidió continuar su labor de propagación de ideas, animando desde dentro a los que fuera se batían con las huestes republicanas.

Sin embrago todo va a cambiar a raíz del levantamiento nacional del 18 de julio. Desde entonces las autoridades lo veían como un peligro para sus intereses, un agitador de masas en cierto modo. De este modo lo procesan, compareciendo en primera instancia ante el tribunal el día 3 de noviembre, representándose él mismo como a su hermano y cuñada también procesados.

Tras varias jornadas dónde José Antonio trató de mostrar su inocencia como la de sus familiares, trazó ante el tribunal las ideas falangistas, dónde como pensaban no favorecía a los privilegiados, sino todo lo contrario, eran ideas en pos de los desfavorecidos, eran un conjunto de haces por y para los jornaleros, agricultores, proletarios, en definitiva, las gentes menos pudientes.

Sus frases causaron admiración entre los integrantes del tribunal, pero ello no fue óbice para que tras cerca de cinco horas de deliberación lo condenaran a muerte, tras imposición desde las altas instancias republicanas acomodadas en Madrid.

Una madruga del 20 de Noviembre de 1936, brazo en alto, al grito de Arriba España, tras haber escrito días antes su testamento y haberse despedido con una entereza propia de un ser celestial de todos sus familiares, fue acribillado a balazos en el patio de la prisión alicantina.

Ese día desaparecía la persona pero surgía el mito. El mito de un hombre de 33 años, asesinado a la edad de los grades, Jesucristo o Alejandro Magno, sólo por un delito, sólo por una razón; su amor profundo y desinteresado a España.

Pocas veces sucede lo que nos ocupa, traspasado el siglo desde su nacimiento, José Antonio sigue despertando curiosidades y sobre todo inquietudes. Su figura es motivo de publicación en la actualidad de numerosas obras, a nadie deja indiferente, ya que es imposible estarlo. Un vistazo a sus obras completas, su biografía, en definitiva a su vida, es suficiente para darse cuenta de la magnitud de la persona.

Lo mataron, asesinándolo frente a un pelotón de fusilamiento, pero lo que no consiguieron ni conseguirán es apagar sus ideas, las cuales en el siglo XXI siguen teniendo una vigencia total, por verdad, justicia social, valentía y defensa de los intereses generales, encabezado todo ello por una genuina visión de España. 

 

 

 

 

 


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