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Pero con ser grande la bancarrota material, mayor era el desastroso estado de la población. Según datos del Servicio Histórico Militar en los tres años bélicos se habían producido en números redondos 300.000 muertos en campaña, 155.000 fallecidos por causas naturales y unos 190.000 exiliados no recuperables. Quedaban 24 millones de habitantes en su mayoría reducidos a la condición de proletarios agrícolas e industriales con un 70% sin trabajo, un 23,7% de analfabetos y solo un 18,2% con nivel de vida asimilable al de las clases medias.
En tales circunstancias, Franco volcó los esfuerzos del Estado hacia una vertiginosa reconstrucción nacional y a buscar fórmulas que paliaran la gravísima desigualdad social heredada. Para esto último planteó una política en dos direcciones: Por un lado se lanzó a crear un sistema de seguridad social, antes ni siquiera soñado, que acabaría cubriendo las situaciones de vejez, viudedad, orfandad, desempleo, jornada laboral reducida, vacaciones pagadas y una red de asistencia sanitaria con atenciones médicas y hospitalarias modélicas que aún subsisten. De otra parte se empeñó en elevar la cultura de las masas proletarias como único medio de arrancarlas de su ancestral subdesarrollo. Y esta última actividad, motivo del presente trabajo, la desarrolló por procedimientos siempre apoyados en el entusiasmo creativo de hombres de valor contrastado y capacidad arrolladora de ejecución..
PLANTEAMIENTO INICIAL
Con el pragmatismo que le caracterizaba Franco consideró tarea prioritaria erradicar el analfabetismo y para ello no solo impulsó la escolaridad sino que embarcó en la aventura a las Fuerzas Armadas. Conocedor del sentido de disciplina y eficacia de sus componentes, ordenó que en todas las unidades se organizaran escuelas aprovechando los maestros y universitarios incorporados en los reemplazos. Y estableció la norma de que ningún soldado pudiera disfrutar permisos ni licenciarse sin antes haber aprendido a leer, escribir y las cuatro reglas básicas aritméticas. El resultado fue espectacular: el 23,2% de analfabetos existentes en 1940 fue descendiendo al 17,3% en 1950, al 12,7% en 1960, al 8,9% en 1970 y al 5,8% en 1975, año en el que todos los analfabetos superaban los 45 años de edad.
Pero la lucha contra el analfabetismo, en su pensamiento, era condición necesaria, no suficiente. Se precisaba elevar el nivel cultural de las masas obreras de forma sustancial para independizarlas de los tradicionales caciques y especuladores. Y este cometido se lo asignó al Ministerio de Trabajo en cuya cabeza colocó, en 1941, a un hombre que se revelaría como una auténtica fuerza de la naturaleza capaz de superar todos los obstáculos: el falangista Jose Antonio Girón de Velasco.
LA ESCUELA DE CAPACITACIÓN SOCIAL COMO GERMEN DE DESARROLLO
En 1942 se crea, dependiendo del Ministerio de Trabajo, la Escuela de Capacitación Social de Trabajadores dirigida por el doctor canario Francisco Aguilar Paz. Organiza cursos para trabajadores jóvenes y adultos con inquietudes sociales contrastadas y de sus aulas fueron saliendo promociones de gentes que incluso habían combatido en distinto bando pero que compartían la convicción de que los conflictos entre clases podrían resolverse por vías de negociación, siempre y cuando se elevara notablemente el nivel cultural de los productores. Esta Escuela habría de ser el germen del proceso educativo y el laboratorio principal de ideas. Sus locales actualmente están ocupados por la Fundación Julián Besteiro de la UGT.
Girón nombró en 1945 Subsecretario de su Departamento a Carlos Pinilla Turiño, zamorano, abogado del Estado de privilegiada inteligencia y falangista entusiasta que había probado su valor y patriotismo en la División Azul. Paralelamente, aprovechó a los antiguos alumnos de Escuela de Capacitación más distinguidos para formar equipos de asesoramiento. Los esfuerzos concurrentes del Subsecretario y los asesores darían origen al sistema de formación profesional.
En 1948, el ministro y su subsecretario plantearon la posibilidad de montar un quimérico régimen de formación profesional que culminara en Universidades Laborales y para trabajar en la idea convocaron a los falangistas Cristóbal Espín y Gabriel Ledesma, al ex diputado socialista Abrés Ovejero a un anarquista apellidado Blanco y a un antiguo miliciano sindicalista vasco de apellido Oca. El quinteto de idealistas, en reuniones dominicales, fue plasmando la idea en proyecto y calculando hasta el menor detalle, desde la uniformidad a utilizar, los programas a cubrir, el régimen de vida y los gastos a soportar.
El resultado de los trabajos permitió a Girón declarar en Sevilla, el 25 de noviembre de 1950:
“Vamos a crear gigantescas Universidades donde se formen, además de obreros técnicamente mejores, hombres de arriba abajo, capacitados para todas las contiendas de la inteligencia, entrenados para las batallas del espíritu, de la política, del arte, del mando y del poder. Vamos a hacer hombres distintos, vamos a formar trabajadores dentro de unos españoles libres y capaces. Vamos a hacer la revolución de los hombres y no la revolución de unas máquinas de rendir trabajo”.
BECAS DE ESTUDIO PARA HIJOS DE TRABAJADORES
Para dar enseñanza a las masas obreras juveniles no bastaba con asignar a cada alumno una cantidad económica que cubriera sus gastos de estudio. Todo muchacho de extracción obrera o agrícola era entonces una potencial fuente de ingresos para su familia pues a los 14 años, casi siempre mucho antes, aquella le ponía a trabajar siendo sus jornales indispensables para la supervivencia del conjunto familiar. En estas circunstancias poco hubiera resuelto un régimen clásico de becas que obligara a los padres a mandarle dinero de cuando en cuando para gastos extraescolares y viajes. Por lo cual se concibió una macro-beca que comprendiera la totalidad de los costes de enseñanza; los viajes autorizados a y desde el centro de enseñanza; calefacción y alumbrado; lavado y entretenimiento de ropa; servicios médicos y farmacéuticos; y todo lo necesario para el aseo.
Se consideró muy importante el vestuario, que podría contribuir a marcar diferencias entre pobres y ricos y, para evitarlo, con la beca se entregaba el siguiente equipo por alumno y curso:
SOSTÉN ECONOMICO DE LAS UNIVERSIDADES LABORALES
La creación y el sostenimiento de la ambiciosa red de Universidades Laborales y la plena atención al alumnado procedente de las clases sociales más modestas exigían recursos materiales de enorme magnitud. De proporcionarlos se encargó, inicialmente, el Estado y después las Mutualidades Laborales que en el periodo Girón (1941-57) adquirieron un desarrollo extraordinario y una pujanza arrolladora.
El mutualismo se apoyaba en la afiliación obligatoria de cada trabajador a la Mutualidad de su rama productiva y en la gestión encomendada a las bases. Los órganos de gobierno se nutrían con los propios productores que inyectaban a su actividad dosis muy grandes de honestidad, sana ambición y vitalidad
DEL BACHILLERATO PROFESIONAL A LAS UNIVERSIDADES LABORALES
En 1949, por Ley de 16 de julio, se estableció un Bachillerato especial de carácter profesional, en régimen de internado, que se impartió en Institutos Laborales levantados en las zonas de previsible desarrollo industrial.
Ante los espectaculares éxitos de la enseñanza profesional, en 1956, por una Orden conjunta de los Ministerios de Trabajo y de Educación, se aprobó el Estatuto Provisional de las Universidades Laborales constituyéndose como tales la de Gijón (“Jose Antonio Girón de Velasco” con gestión encomendada a los jesuitas), la de Córdoba (“Onésimo Redondo” encomendada a los dominicos), las de Sevilla y Zamora ( respectivamente “Jose Antonio Primo de Rivera” y “San José” encomendadas a los salesianos) y la de Tarragona (“Francisco Franco” encomendada a laicos procedentes en su mayoría de la Delegación Nacional de Juventudes).
El 11 de mayo de 1959 se aprobó la Ley de Universidades Laborales desarrollada por un Reglamento de 24 de noviembre de 1960. El régimen de estudios comprendía un ciclo común, en el que se concedía especial importancia a la educación humana, física y religiosa con actividades complementarias tan variadas como escribir a máquina, conducir un coche, tocar instrumentos musicales, aeromodelismo, literatura práctica y deportes. Un segundo ciclo, de especialización, se articulaba en fases de aprendizaje, oficialía y maestría en las ramas de Agricultura, Metalurgia, Mecánica, Electricidad, Construcción, Artes Gráficas, Industria Textil e Industrias Alimentarias. Cada una de las Universidades desarrollaba una o varias de estas ramas concretas.
Todas las Universidades, construidas de nueva planta, combinaban en su arquitectura la estética casi colosal, para dar prestancia al Centro, y la funcionalidad para el mejor desarrollo de la enseñanza. Dormitorios, aulas, talleres, salón de actos, Iglesia y campos de deportes, fueron diseñados por los arquitectos más prestigiosos de la época.
La estructura docente concedía gran capacidad de participación al alumnado dentro de un estricto ambiente disciplinado. Normalmente se formaban Divisiones de cien alumnos al frente de las cuales se destinaban dos educadores. Los mandos intermedios (jefes de Sección, Clase y Dormitorio, Delegados de Orden, Gestión y Deportes) eran desempeñados por alumnos elegidos por sus compañeros en votación democrática secreta.
LAS NUEVAS UNIVERSIDADES LABORALES DE LOS AÑOS SESENTA
En 1957 Jose Antonio Girón cesó en el Ministerio de Trabajo por presión de las fuerzas financieras que recelaban de su espíritu revolucionario y se quejaban del enorme gasto dedicado a obras sociales. Su sucesor, Fermín Sanz Orrio, se limitó a mantener las Universidades existentes. Luego, los ministros tecnócratas Laureano López Rodó, Alberto Ullastres y Mariano Navarro Rubio, impulsados por el tandem Jesús Romeo Gorría (Trabajo) y Torcuato Fernández Miranda (Promoción Social) incluyeron en los sucesivos Planes de Desarrollo nuevas Universidades Laborales que siguieron el estilo grandioso de las anteriores. Se situaron en La Coruña, Ayuntamiento de Cullaredo; Alcalá de Henares (Madrid); Zaragoza (“Virgen del Pilar” para alumnado femenino encomendado a la Sección Femenina); Cáceres; Huesca; Eibar (Guipúzcoa) y Cheste (Valencia)
IMPACTO DE LA LEY GENERAL DE EDUCACIÓN EN LAS UNIVERDADES LABORALES
La Ley General de Educación y Financiamiento de la Reforma Educativa, de agosto de 1970, suprimió el funcionamiento, hasta entonces autónomo de cada U. L., y las integró en el régimen académico general. A partir del 2 de julio de 1972 fueron reconocidas como centros docentes no estatales denominados Centros Universitarios Laborales
Hasta 1975 se crearon Centros de dicho carácter, reduciendo el internado y aumentando el alumnado femenino. A impulsos sobre todo de los ministros Fernando Suarez y José Solís se levantaron en Gran Canaria, Tenerife, Toledo, Málaga y Almería.
DECADENCIA Y FIN DEL MOVIMIENTO UNIVERSITARIO LABORAL.
En 1978 los Centros de U.L. pasaron a depender exclusivamente del Ministerio de Educación y Ciencia por intermedio de un organismo autónomo llamado Instituto de Enseñanzas Integradas.
En 1980, con la UCD en el Gobierno, se suprimió el Instituto de Enseñanzas Integradas y el patrimonio y recursos de las U.L. pasó a la Administración del Estado a través de la Dirección General de Enseñanzas Medias.
En 1982, los Gobiernos socialistas integraron en la D.G. de la Función Pública a todo el personal que prestaba destino en las U.L, a efectos de nuevos destinos y al año siguiente sus instalaciones fueron entregadas a las Administraciones Autonómicas al tiempo que se transferían las competencias educativas.
En las antiguas Universidades Laborales hoy funcionan Institutos de Enseñanza Secundaria, Complejos Educativos de diferentes clases o, incluso, Universidades Privadas como la “Pablo Olavide” de Sevilla que se ha distinguido recientemente por acoger bajo su fuero a inmigrantes ilegales promoviendo graves tensiones sociales.
De las Universidades Laborales queda el recuerdo de un experimento social que produjo resultados espectaculares. Su desaparición truncó la posibilidad de disponer de mano de obra técnica y culturalmente muy cualificada que cada vez se demanda con mayor intensidad por la sociedad industrial desarrollada. En cambio, la juventud española ha sido orientada demagógicamente hacia la obtención de títulos universitarios clásicos que producen en sus poseedores grados de frustración crecientes al no poder ser aplicados por la enorme inflación de titulados.
http://ea3ahl.es/univeritat/Universidad-e.htm
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