La llegada a la estación del Norte de Madrid del General Agustín Muñoz Grandes (1942), por  Juan Delgado Luna 

 
 Juan Delgado Luna
Historiador ferroviario
 
 
   Tras una brillante actuación en el frente, el 18 de diciembre de 1942 se decide sustituirle  por el General Emilio Esteban Infantes. Franco afirmó que deseaba relevarle del frente asignándole un papel relevante  en la política interna en nuestro territorio nacional. El día 13 Muñoz Grandes “se despediría de Hitler”, el cual agradeció los servicios prestados, equiparando al ejército nacional español, con las mejores divisiones  de élite alemanas. Muñoz tuvo el honor de serle entregada de manos del Führer  la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro, esta sería la última vez que estarán juntos, el desarrollo de la contienda bélica impedirán un nuevo encuentro. España esperaba con los brazos abiertos la  llegada de “este gran soldado invicto en la batalla”.
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   El día 15 partirá en tren hacia España.  La frontera española le vio llegar en la mañana del día 17. En las estaciones de  Irún y San Sebastián esperaban miles de españoles de los que escuchó  alabanzas y halagos hacia su persona y los soldados de la División Azul. El duro trabajo empezaba a dar sus frutos, reconociendo la gran labor prestada a España.
 
   La vía Imperial acogió en sus vías en el trascurso de toda la noche del 18 de diciembre a la composición traccionada en los tramos no electrificados por la locomotora reina de la extinta Compañía de Caminos de Hierro del Norte de España, nos estamos refiriendo a la “Montaña”.  Las banderolas ondeaban sobre la bancada de la parte frontal, avisando de la presencia de un tren especial.  ¡Qué honor para los maquinistas, conducir el tren de Muñoz Grandes! aunque muchos ferroviarios  no eran muy partidarios del “Movimiento Nacional”, suponemos que este no sería el caso, la locomotora estaba en buenas manos. ¡Arriba, escuadras a vencer, que en España empieza a amanecer!  Ya había amanecido mucho antes cuando el testero de la locomotora divisa la estación de Ávila, el reloj marcaba las 8 y trece minutos momento en el cual, las autoridades que acompañan al Muñoz Grandes, nos estamos refiriendo a los Sres. Aznar, Mora Figueroa, el delegado nacional de Sanidad y el vicesecretario general del partido, observan a través de las ventanas la monumental estación.  En sus andenes, les esperan los gobernadores civiles y militares, el jefe máximo del Movimiento de la provincia,  de la diputación bajo mazas, además de la representación al completo del ayuntamiento, autoridades y como no podía ser de otra manera la representación femenina de Falange, ataviadas  con trajes regionales. Estas  ofrecieron al nuestro general viandas típicas de la zona, entre ellas las típicas yemas, además de obsequiarle con una caja artísticamente decorada.  Representantes de la academia de Intendencia les rinden honores tocando “melodías patrióticas”,  al que se sumará el Regimiento de Defensa Química.
 
   El equipo de conducción aprovecha la ocasión para revisar y engrasar la locomotora, las rampas de la Sierra del Guadarrama esperaban. La máquina Compound de cuatro cilindros tipo DE GLEHN diseñada por el equipo técnico de HANOMAG, del que formaba parte Adolf Wolf, no les iba a fallar. ¡Qué casualidad! una locomotora diseñada en Alemania iba a llevar al general español a la capital del reino. Dejamos a un lado a los maquinistas mientras realizan esta importante labor, y sigamos con el recibimiento de Muñoz Grandes.
 
   Como ya era habitual  por el general, siempre se interesaba por los más necesitados en el frente, estando pendiente de la evolución de enfermos o heridos. Hoy no iba a ser una excepción,  D. Juan de Mata Anastasio aún estando convaleciente, se pudo acercar a saludar a “su general” interesándose este último por la evolución de sus heridas. Mientras tanto una representación de centurias y cadetes de Falange acompañaron con su presencia en los concurridos andenes. Con la melodía del Cara al Sol, llegó el momento de las despedidas, todavía quedaban unos cuantos kilómetros que recorrer y “la sorpresa del recibimiento de Madrid”. Fue curiosa la grata despedida de la chiquillería de la Falange Juvenil de Franco que corrieron tras el tren en el momento de la despedida. Muñoz Grandes sabrá recompensar la grata bienvenida…
 
   No será hasta la diez de mañana, cuando la composición sea autorizada a rebasar la señal de entrada de la estación de El Escorial.  Allí le aguardaba  su esposa que pacientemente esperó a “su héroe”, nunca mejor dicho, el héroe de España que acompañado de sus valientes soldados regresaba al abrigo de su “pueblo “que le vio partir muchos meses antes. Una  magistral interpretación del Himno Nacional les aguardaba. Los componentes del Batallón Ciclista fueron los encargados de asumir la responsabilidad de interpretarlo. Brazo en alto como mandan los cánones de protocolo. ¡Qué magistral recibimiento! Tras apearse del coche que mejor ocasión para dirigirse a su esposa.  En sus retinas quedaron reflejadas aquellas imágenes que todos recordamos cuando pasa un tiempo sin ver a nuestra amada. ¡Qué momento tan sentimental! El deber es una obligación para el militar, había que continuar con los recibimientos del público y autoridades que a en el transcurso de la parada arroparon al general.  Una amplia representación  de la Sección Femenina solicitó que firmase en su libro de honor, escribiendo “A la Sección Femenina de San Lorenzo, con la promesa de un futuro lleno de grandeza”
 
   “Franco, Franco, Franco” “Arriba España” “Arriba la Falange”, lentamente el tren iba difuminando en el horizonte. Madrid estaba muy cerca.  
 
   A las 11:00 con puntualidad suiza, el tren el tren se desliza por la vía que conduce a la topera de la estación del Norte de Madrid. 
 
   La entrada en la capital del reino será encomendada a la vaporosa 241-4641 de esbelta figura, que poco a poco se irá acercando a la vez que vítores y aclamaciones patrióticas caldearan el ambiente de la estación. Finalmente se oye a lo lejos el pitido y resoplar de la 4600, producido a su paso por los cambios de agujas, resonando como música divina. Empieza a sonar la timonería de freno y como una gran dama engalanada, hace su entrada triunfal bajo la marquesina, bajo la atenta mirada de miles de seguidores que le aclaman sin cesar con vítores, palmas y saludos.
 
   La multitud invade las vías y tiene que ser contenida por las fuerzas del orden, a los que les espera un duro día de trabajo. Pacientemente y con el regulador prácticamente cerrado, la gran dama se desliza por la fuerza de gravedad, dirigiéndose hacia la topera de la vía I. ¡Qué gran día ¡ y qué gran honor para tan importante locomotora, que conveniente engalanada  porta en su testero el Águila de San Juan, para orgullo de todos los presentes.
 
   Al descender por el estribo del coche de viajeros Muñoz Grandes es recibido en un baño de masas. Una representación de Falange le rinde honor, levantando  las espadas a su paso, como si de un pasillo triunfal se tratase. Entre las personalidades que le esperaban pacientemente en el andén se encontraban importantes mandos militares y ministros, personal de Falange y de los países del Eje, como el Sr. Stohrer, obispos de la Diócesis de Madrid y la hija del Generalísimo, Srta. Carmencita, actual Duquesa de Franco.  
 
   ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco! ¡Ejército! ¡Falange! sonaba de fondo.  Una vez que se interpretó el Himno Nacional el silencio reinó por unos momentos bajo la monumental y roblonada bóveda de la estación.  
 
   Agustín Muñoz Grandes vestía con camisa azul y portaba en su “guerrera” la Cruz de Hierro con hojas de roble. A esta se sumaría la  Palma de Plata que le concedería  el Caudillo, Jefe Nacional de F.E.T. y de las J.O.N.S, en atención de la gran labor prestada en la campaña rusa. Hasta ese momento en ninguna otra ocasión se había concedido tan importante distinción desde la muerte de José Antonio Primo de Rivera.
 
   Todos los presentes quisieron abrazarle y compartir unos minutos con él. A duras penas y tras los oportunos saludos y agradecimientos, acompañado de su esposa, se encaminaron hacia uno de los patios exteriores,  lugar donde esperaba el jefe de la Casa Militar de Su Excelencia General Moscardó y el secretario particular del Generalísimo Francisco Franco, además de delegados y consejeros nacionales del Movimiento. Una representación de Caballería les escoltaría  hasta la Plaza de España, entre vítores y aplausos por las distintas calles del recorrido hasta la llegada a la Secretaría General del Movimiento. El merecido descanso para este gran héroe esperaba en su domicilio particular poco tiempo después  junto a su esposa y familiares.