La máquina se deshace pero la Obra queda. Por Juan Chicharro Ortega

La máquina se deshace pero la Obra queda. Por Juan Chicharro Ortega
600. Sí, son ya más de 600 los militares retirados, desde Generales de Ejército, Tenientes Generales, Almirantes, Coroneles, Capitanes de Navío, oficiales y suboficiales, los que han firmado una Declaración de respeto y homenaje a quien fuera su Capitán General, Francisco Franco Bahamonde.
Desde que el Sr. Sanchez manifestara su desgraciada intención de exhumar los restos del Generalísimo del Valle de los Caídos, donde fue enterrado por orden de S.M. El Rey Don JC I, no son pocas las voces que han manifestado su perplejidad por lo que sería un hecho sin precedentes: un intento de descalificación de nuestra historia reciente y una herida innecesaria – a conciencia y con saña – a millones de españoles que todavía 40 años después de su muerte le recuerdan con agradecimiento; sin embargo, no se había oído nada de aquellos que por razón de edad sirvieron en las Fuerzas Armadas bajo su mandato.
Ha bastado que algunos redactaran una sencilla Declaración para que a estas alturas sean ya cientos e “ in crescendo” – suma y sigue- quienes se adhieren a ella. Y esto, ¿qué quiere decir? Pues sencillamente, que hay muchos militares que siguen teniendo como norte de su actuación conceptos, en absoluto olvidados, como el del honor y de la caballerosidad. Se trata de principios de actuación extensibles y extrapolables al resto de los ámbitos de nuestra sociedad, razón por la que no está de más el recordarlos en momentos como los presentes.
Si hay algo que resplandece en los actos de todas las escalas de las FAS es la caballerosidad. Desde el simple soldado hasta el general, obligando tanto más cuanto más elevado sea el empleo que se ostente.
Se atribuye al Duque de Wellington la frase: “Para hacer oficiales hacer caballeros”, condición que es necesario hacer extensiva hoy a todos los componentes militares de todos los empleos.
La caballerosidad queda definida por el proceder ajustado a las leyes del honor y obliga moralmente al comportamiento intachable. Así, es reputado caballero el que se comporta noble, leal y honradamente; por el contrario, los actos reprobables, indecorosos o vergonzosos no son dignos de quien se precie ser un caballero. Esta es la enseñanza principal que se imparte en todas las Academias Militares.
Es la que nos enseña el “credo del soldado”, viejo manual, pero de rabiosa actualidad, donde se establece que el honor es la divisa del militar. En su propio honor y espíritu, como marcan las ordenanzas, debe buscar el soldado la norma ajustada para velar por su honra, para prestigiar a su ejército y a la Patria.
Y convenimos con el ya citado “credo” que el honor es el crisol que purifica los pensamientos, e ilumina el camino inmaculado de las acciones dignas en el que resplandecen la integridad, la rectitud y la nobleza. Este culto al honor y a la caballerosidad no son privativos, para nada, de las Fuerzas Armadas; especialmente cuando del concepto del honor individual hablamos, pues este radica en las personas y no en las instituciones. Pero dicho esto, no cabe duda que es una garantía para nuestra nación saber que nuestros ejércitos sí que mantienen, todavía, viva esa comunión con un modo de vida que parece no estar de moda hoy.
Es por eso que a mí no me extraña que en el proceso destructivo de toda clase de ética, que vemos todos los días, se vislumbren acciones tendentes a romper la cohesión hasta ahora imperante en nuestros ejércitos, y que al hilo de apariencias de modernidad, se dicten normas que paulatinamente vayan mermando, sin solución de continuidad, la propia esencia de la institución militar.Lo siento, una tras otra.
Claro que difícilmente alcanzarán sus fines pues siempre quedará el sentimiento del honor que siempre ha llevado a nuestros ejércitos al cumplimiento del deber. Y si hablaba al comienzo de estas líneas de militares retirados, ¿ porqué en los párrafos anteriores me he referido al conjunto de nuestros ejércitos? Es obvio que la ya citada Declaración ha sido firmada sólo por aquellos y en ningún caso por militares en activo que dada su situación no pueden ni deben manifestarse.
Por supuesto, así es, y así debe ser, pero dicho esto a nadie se le escapa de quienes aprendieron lo que son y quien se lo enseñó. Si entendemos como integridad la cualidad que guía a las personas a actuar siempre con honestidad, honradez, justicia, imparcialidad, sinceridad y compromiso, observando las más altas normas éticas y morales, y que permite esperar de ellas un compromiso y responsabilidad con los principios y obligaciones de la profesión, no es de extrañar lo que hemos visto que proclaman nuestros veteranos sobre la figura del Generalísimo Franco.
La han firmado acorde a su concepto del honor y caballerosidad, conceptos transmitidos a sus herederos. No les quepa duda. Seguramente esta es la razón por la que durante días, y en innumerables medios, se haya destacado esta Declaración; tanto en medios escritos como en digitales y audiovisuales. Tal vez sea porque a más de uno se le siguen atragantando las propias palabras que el Generalísimo Franco pronunció en 1931 al cierre de la Academia General Militar: “ la máquina se deshace pero la obra queda”. He aquí el trasfondo de la Declaración de respeto y homenaje al General Franco, soldado de España “.
¿Lo habrán entendido los “ herederos de” y aspirantes a profanadores de tumbas?    
 

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